Vaticano (2)

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El resto de los días él se la pasaba sentado en esa estatua, nadie podía moverlo, aunque la lluvia cayera él se queda quieto.

Me daba lástima que los demás chicos intentaban incluirlo y él solito se excluía, negándoles con la cabeza o apartando la mirada.

Es un chico rudo, intentamos darle de comer pero no lo comía, dejaba que otros lo hicieran. Ya me estaba preocupado su estabilidad emocional y su salud.

Me quede afuera un poquito alejado de los chicos mientras ellos juzgaban, leyendo un libro para distraerme, cuando escuché una conversación.

- ¡Oye Nueva España! - Chile lo llamó - Deja de estar deprimido y ven a jugar.

Giró los ojos, volteando a otro lado para no mirarla

- Mira chico... yo igual perdí a mi papá y si estoy triste pero ya no lo puedo recuperar - suspiro - quizás si cooperas, te irá mejor en lugar de estar ahí sufriendo.

- Dejame en paz niña - le gruño.

- Estamos intentando ser tus amigos.

- No los necesito - levantó las cejas engreídamente.

- Bien, quédate solo loquito - suspiro regresando a jugar con los demás.

Mire a Nueva España acomodarse para dormirse en la estatua.

- ¿No quieres comer? - me acerqué lentamente.

- Da un paso más y te arrancaré los ojos - me advirtió.

- Chico no puedes seguir saltándote tus clases, España llegará pronto y me encargo que aprendan todo sobre la biblia para que los regrese a su territorio.

- Sigue rogándome y quizás lo considere - se volteo para darme la espalda.

La noche cayó, me quede viendo por la ventana al chico acostado, me causaba curiosidad saber que pasaba por su mente. Por que era tan frío, como podía salvarlo de eso.

Me giré para checar unos papeles y en ese poco tiempo, él había desaparecido de su sitio.
Salí de mi oficina para buscarlo, preguntándole a los guardias si se había salido, pero todos lo negaron.
Busque en los dormitorios, en los salones y nada.

Hasta que se me prendió el foco y entre a la cocina, viéndolo sentado en una esquina escondido comiendo un panecillo.
Cuando me vio solo me fulmino y siguió comiendo.

- Sabia que ibas a tener hambre - sonreí.

- Déjame en paz - susurro con la boca llena.

Me hinqué a unos pasos de él, sólo admirándolo mientras comía. Sus colmillos eran gigantes, y no sólo el par de enfrente, sino los que estaban a sus lados y en los dientes de abajo.

¿Como se sentiría una mordida con esa mandíbula?.

- Deja de observarme rarito - término del tragar limpiándose con su blusa.

- Te estás manchando demasiado... puedo darte otra ropa si gustas - susurre.

- No quiero nada de ti - me lanzo una piedra, que me cayo en el hombro - ¿No tienes cosas que hacer?.

- Me preocupas Nueva España - acerqué mi mano a él.

Se levantó rápidamente tomando un cuchillo de la mesa y apuntándome con él.

- Haste a un lado - vociferó mostrándome los colmillos.

Levante las manos en señal de paz

- Si no te quitas de mi camino, yo te moveré - se acercó con el cuchillo - No me obligues a rebanarte el estómago y ver tus entrañas.

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