FBI

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1980

Por mucho tiempo, fui un monstruo en las sombras,
un asesino sin corazón o un desalmado soldado.

Y si, era todas esas tres cosas.
Pero peor de lo que ellos podían describir.

Amaba el olor a sangre después de cada balacera, el sonido de el cuchillo contra la piel, los gritos ahogados de mis víctimas, sus llantos, como me imploraban piedad.

Nada saciaba más mi hambre, que salir, seguir a hombres malos y asesinarlos, ya que la policía era demasiado lenta para hacer su trabajo.

A veces hacía trabajos para Estados Unidos, a veces buscaba asesinos, violadores, ex convictos, la escoria se la escoria, los perseguía hasta su casa y los mataba.

Y no lo hacía para sentirme el justiciero del mundo, lo hacía por que si no buscaba a gente mala, mataba gente buena.

Y en esta ocasión, busque a un terrorista, de nombre Liam Lionel, que iba a hacer un atentado en un hotel muy lujoso en Egipto.

Antes de irme tuve una discusión con Estados Unidos, que me dejo con una furia atorada en el pecho que pensaba desquitarme por completo con el tal Liam.

El hotel era precioso, el techo era alto con lámparas en forma de estrella que adornaban las paredes con luces de colores.

Me hice pasar por un invitado de la convención sobre La Paz Mundial... vaya la ironía.
Y para mi mala suerte, sólo habían representantes y figuras famosas, así que claramente mi único señuelo era ir de fotógrafo reportero.

Y el atuendo se lo robe a un verdadero reportero que se me cruzó en mi camino, pero no se preocupen, estaba encerrado en un closet sano y salvo.

Liam vendría en la noche, después de las doce para detonar con todo y la bomba en la convención.
Pero no aparecía por ningún lado, haciéndome enojar más.

- Disculpa - una dama me hablo.

Me giré viendo a Portugal, que por suerte no me conoce

- ¿Podríamos tomarnos una foto a mi y a mis amigas? - me pasó una cámara instantánea.

- Estoy ocupado -gruñí para ver si así me dejaba en paz.

Saco de su bolsillo cien dólares, que cambiaron mi humor de un extremo a otro.
Tome la cámara, y les tome varías fotos a la chicas que reían entre ellas.

Le devolví la cámara, ella me agradeció y fue con sus amigas riendo.

Observe por todos lados en la convención, esperando ver a un idiota al cual golpear.

- Oye fotografo - Egipto me llamó.

Puse las manos en mis bolsillos con desinterés, lentamente él se acercó a mi enojado

- Te estoy pagando para que tomes fotos, no para que te quedes ahí parado con tu cara bonita - me chasqueo los dedos - A trabajar.

- Okay ya no ladre - vocifere, levantando la cámara para tomar fotos.

Si le robe el trabajo a un fotógrafo tan siquiera tenía que hacerlo bien.

Tome fotos de las mujeres burguesas hablando con copas de champagne en la mano, a los hombres charlando de fútbol, riendo y gritando, a algunos representantes amargados observando el menú sin hablarle a nadie, y así, ya saben, fotos irrelevantes.

Mire de reojo, viendo a una persona que se me hacía conocida.
Tenía una camisa de botones, pantalones de vestir, cabello largo ondulado, una nariz fina y unos ojos turquesas como el agua en Italia.

Representantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora