Vaticano (4)

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Pasaron unos años, en los que mis pensamientos estaban enfocados en la iglesia y en el predicar en el nuevo mundo. Mande a muchos a evangelizar, pocos regresaban tristemente.
Pero era un sacrificio divino, no cualquiera es capaz de lograrlo.

También pensaba mucho en ese chico, ¿que era de él?.
Le mandaba cartas constantemente a España pata hablar, en una de esas me envió una invitación al territorio de Nueva España para que lo bendijera.

Sin pensarlo dos veces me trepé a un barco, llegando un mes después al nuevo mundo.
Todo era muy distinto a España, había vegetación por todos lados, me atrevería a decir que es más lindo que mi territorio.

La hacienda de España era preciosa, muy su estilo. Había carretas por todos lados, caballos, esclavos y unas plantas picudas muy chistosas.

- ¡Vaticano! - España me sonrió - Que gusto me da verte.

- El gusto es todo mío - lo abrace - Que precioso lugar.

- Ya lo se, es como un paraíso, hay cosas increíbles aquí - apuntó a unos árboles - Todo es tan nuevo y fresco que me siento en el cielo.

Me reí, viendo a un caballo negro caminando al establo

- Ese es el caballo de Nueva España, Mictla - lo apuntó - Siempre vaga por ahí.

- Hablando de Nueva España - me giré - Me gustaría verlo.

- Oh de verdad que no se que hiciste pero se comporta de maravilla - entro a la casa - Es el hijo mejor portado de todos.

- Me lo puedo imaginar - susurre recordando la mirada que me dio cuando se fue.

Salimos al jardín de la hacienda, donde había una alberca muy grande. Adentro de ella podía ver a alguien nadando, tenía la espalda enorme y el cabello corto

- ¡Nueva España! - España le gritó - Hay visitas.

El caballo negro, se acercó a la alberca, bajando su cabeza al final de esta donde Nueva España se apoyó. Se tomo de las riendas para que el caballo lo ayudara a salir, este lo levantó.

El chico que antes era delgado quizás con un poco de músculo, ahora era un hombre robusto, con barba y pectorales enormes y buen cuerpo. Las cicatrices de los latigazos habían sanado pero dejado marca.
Camino todo el borde de la alberca hasta llegar a nosotros.

Ya le sacaba una cabeza a España, mirando hacia abajo con mucha seriedad.

España me miro con los ojos llenos de orgullo

- ¿Qué tal? - lo tomo del hombro - Acaba de cumplir dieciocho.

No tenía palabras, sentía que las piernas se me debilitaban. Si de chico su mirada era intimidante, ahora era amenazante.
Las gotas de agua caían por todos lados de su cuerpo desde su cabello empapado, cuando parpadeaba sus pestañas soltaban agua, hasta su resoplido me salpicó.

- ES QUE ES MI ORGULLO - España lo abrazo como si fuera un Niño chiquito.

Nueva España colocó su brazo alrededor de su hombro arqueando la ceja

- Mucho tiempo sin verte, Señor Vaticano - vociferó.

- Ay chaval, como te enseñe - España lo regaño.

Me giró los ojos, tomándome la mano y besando el anillo en mi dedo.
Sentí la mordida en mi hombro arder nuevamente, hace años no lo sentía.

- ¿Puedes llevar a Vaticano a la sala para poder discutir un tema?, ahorita voy yo, es que tengo que checar algo - España le pidió de favor.

- Por supuesto - me miro - Sígueme, señor Vaticano.

Unas muchachas le trajeron toallas, secando su cuerpo rápidamente, a lo que él les sonrió agradeciéndoles.

- No es necesario - les susurro.

- España nos regañará otra vez si no lo hacemos - una de las muchachas susurro, luego se percató de que la escuché y miro a otro lado preocupada.

- Tranquila no sucederá - tomo la toalla poniéndosela en el cabello.

Siguió avanzando hasta un cuarto con sillones y un piano, los gustos de España eran espectaculares.

- Siéntese en donde desee.

- ¿Crees que no se lo que hiciste hace unos años? - lo encare.

- No entiendo a que se refiere - levantó las cejas con desinterés.

- Quizás engañaste a España para salir, pero yo se el tipo de chico que eres - vocifere.

- Entonces dime - se acercó más - ¿Que soy?.

Me aparte con el corazón en un hilo, Dios si era muy intimidante

- Un mitómano - tartamudee - A ti no te interesaba lo que te decía, lo tomaste a tu favor para irte.

Nueva España sonrió, mostrándome sus colmillos, otra vez esa sensación en mi hombro me hizo enderezarme.

- Te recomiendo no hablar - se cubrió los labios con un dedo - O saldrás herido.

- ¡Entonces Vaticano! - España entro con una mucama con bebidas elegantes.

El chico se apartó de mi colocando las manos detrás de él y caminando seriamente

- Padre permíteme salir a cabalgar.

- Por supuesto, regresa antes de que anochezca - le dio permiso.

Cuando salió unas muchachas lo esperaban con su atuendo para montar caballo.

España suspiro sonriente

- Dios mío que afortunado soy de tener un hijo como él - me dio una de las bebidas - Necesitó que lo bendigas.

- ¿Por que? - levante la mirada confundido.

- Pronto regresare a mi territorio y tendré que dejarlo solo una temporada - se sentó enfrente mío - Es un buen chico pero tengo miedo de que algo pase mientras no esté.

- Comprendo -asentí.

- Ademas me pidió construir una estatua de la Virgen y también quiero que la bendigas.

- Si puedo hacer eso - le di un sorbo a la bebida que era entre ácida y dulce, pero era deliciosa.

Un perro con poco pelo entro a la sala, corriendo detrás de Nueva España en su caballo

- Ah ese es su perro Moctezuma - España sonrió - Es muy feo pero a él le gusta.

Todo este lugar era raro, sentía un dolor de cabeza horrible por el cambio de temperatura, aquí hacia muchísimo calor comparado con mi territorio.

España me llevo a ver su plantación de henequén, estaba muy bien ordenada, se notaba que aquí era su sitio ideal.
En la noche Nueva España no llegó a la cena, sólo nos quedamos España y yo platicando a gusto.

- Dios que día más atareado - me hable a mi mismo entrando a mi cuarto.

- Debió de serlo - Nueva España habló, haciéndome saltar del susto.

Me giré viéndolo sentado en mi cama con la ropa llena de tierra con un diario en sus manos.

- Escribes poemas - levantó el diario.

- Si...

- Genial - colocó el diario en la mesita de noche.

Se levantó, estirándose y acercándose lentamente

- ¿Todavía te duele la mordida que te di? - vociferó.

- Un poco - susurre de regreso.

- Que eso quede como advertencia.

Se salió del cuarto con la barbilla en alto.
¿Dios por que tenía que ser así?, es un ángel.

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