Vaticano (3)

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Ya había empezado a calmar un poco ese instinto de querer asesinar a cualquiera que se le acercará, más con los otros niños.

Me di cuenta cuando regaba los cultivos y vi de reojo a la pequeña Perú corriendo hacia él, que estaba sentado en la rama de un árbol observando a los otros chicos.

Perú levantó la cara, chiflando una melodía para llamar su atención. Él bajó lentamente, hincándose enfrente de ella.

- Galletita - Perú lo saco de su bolsillo mostrándoselo a Nueva España.

- Si... eso es una galletita - él repitió.

- Ten galletita - Perú la sacudió compartiéndola.

- No... es tu galletita, cométela tú - negó con la mano.

- Tu - lo apuntó - Galleta tu.

- Oh entonces es mi galleta ahora - sonrió de lado tomándola - Entonces muchas gracias.

- ¡Trueque! - saltó.

- ¿Trueque? - arqueo la ceja.

- Yo subir árbol, tu comer galleta - levantó los brazos hacia arriba saltando.

Nueva España suspiro, levantando a La Niña con un brazo y subiéndola lentamente para que no se cayera.

- Cuidado - le gritó mientras comía la galleta.

Ese lado de él era nuevo, no sabía que podía ser... amable.

Un guardia se acercó a ver qué estaba pasando, mirando arriba del árbol a que La Niña no se cayera.

- Yo me puedo encargar de ella - le susurro al guardia.

Él guardia se quedó platicando un rato con él, no podía escuchar su conversación pero en cierto punto pude escuchar a Nueva España reír.
Me ocasionó conflicto que se riera con el guardia, ¿que le decía que era tan gracioso?.

Cuando se alejó, yo me acerqué a él

- ¡Guardia ven aquí! - le ordene.

Se detuvo en seco dándose la media vuelta para mirarme

- ¿Que Crees qué haces? - lo interrogue.

- Hablando con el chico - tartamudeo.

- Ese no es tu trabajo para eso están los monjes - vocifere - Si le vuelves a hablar te castigaré por desobediente, ¿entendiste?.

Él asintió, girándose para irse.

Suspire cansado, entrando a los salones a checar como estaban los chicos. Aprendían de maravilla, estaban chicos así que eran más fáciles de enseñar.

- Hola Nueva España - lo salude entrando a nuestro salón privado - ¿Listo para una nueva lección?.

- Sinceramente no pero... ya que - susurro desanimado.

- Quita la cara larga - sonreí - Sabes jamás me había tomado el tiempo de enseñarle a alguien personalmente, eres afortunado.

- Claro - bufó burlón - Soy el más afortunado.

- Si... te estoy enseñando a leer y a escribir y no todos pueden aprender eso - asentí.

- ¿Puedes dejar de actuar así? - me gruño - Deja de actuar como si estar aquí sentado fuera algo de lo que debería de estar orgulloso o contento, no lo estoy, no quiero estarlo.

- Pero estar vivo es algo de lo cual estar contento - abrí la biblia - Estás vivo por que Dios quizo.

- Estoy vivo por que España no me atravesó la cabeza con una bala - me miro con desprecio - Ojalá mi madre estuviera aquí en lugar de yo, ella te daría una razón por la cual estar feliz de estar vivo.

- ¿Tu madre era una persona muy agresiva?.

- Mi madre es una guerrera... era - tartamudeo - Era una guerrera, yo quiero ser como ella.

- Deberías encontrar un hobby más civilizado.

Levante la mirada para hacer contacto visual con él, podía sentir de nuevo el dolor de la mordida en mi hombro con tan solo mirarlo.
Me la cubrí, parándome de mi silla para irme

- Intenta hacer la tarea sin mi - le grite, yendo al baño para ponerme otro paño de agua fría.

El dolor era insoportable y a la vez me mantenía vivo, era extraño pero me gustaba la sensación.

- ¡España está aquí! - el guardia de la entrada anunció.

¿Que?, ¿España llegó?, pero se suponía que debía de llegar dentro de un mes.

Me levante corriendo hacia la entrada viéndolo bajar de su carruaje

- ¿España qué haces aquí? - tartamudee.

- Vengó por los niños - me sonrió entrando a la casa.

- Todavía no están listos - lo seguí apresurado.

- Le di dos semanas - me repitió - Ya no puedo tener esas tierras sin representante los humanos no saben hacer su trabajo.

- PERO PERO - tartamudee siguiéndole El Paso.

Abrió la puerta del salón, viendo a los niños estudiando

- Miralos que monos - sonrió para luego gritarles - ¡CHICOS!, empaquen sus cosas nos vamos ya.

- Señor España está cometiendo un error.

- Para nada - me tiro a loco - ¿Y donde esta mi Nueva España?.

- Lo colocamos en una habitación a parte por que es extremadamente agresivo, no se puede ir de aquí aún - tartamudee siguiéndolo.

Abrió la puerta de su salón, mirando dentro.
Esperaba escuchar gritos o quizás llantos desesperados por un ataque imprevisto de Nueva España.
Pero al entrar detrás de él, Nueva España estaba sentado derecho, leyendo la tarea y contestándola.

Cuando se percató de que España estaba en el cuarto, se levantó como un hombrecito, casi imitando a los guardias

- Padre, que gusto tenerte de vuelta - le sonrió.

Se me cayo la mandíbula al suelo, ¿en que momento?.

- Hola Nueva España - le sonrió - ¿Como te encuentras?.

- Excelente, muchas gracias por mostrar preocupación - levantó la biblia con suma delicadeza - He aprendido mucho, me siento lleno de paz por la palabra de Dios.

España me miro sonriendo de oreja a oreja, como si no lo creyera.
Yo tampoco lo creía.

- Nueva España ya es momento de que regreses a tus tierras - le anunció - Ve por tus cosas.

Sonrió engreído, lanzándome una mirada de asco mientras caminaba con firmeza al cuarto.

- ¡QUE INCREÍBLE! - España se giró a verme - ¿Como le hiciste?.

- No se... - tartamudee.

- Dios esto es un milagro, de verdad usted hace milagros - me dio una palmada en el hombro.

- ¿Gracias?.

- Voy a necesitar un caballo, necesito cabalgar con él, ya sabes, el hijo más grande, es como mi primogénito  - salió del cuarto corriendo al carruaje a pedir unos caballos.

Ese Niño acababa de burlarse de mi; todo este tiempo en el que estaba en silencio observando a todos es por que estaba analizando cómo actuaban los demás para imitarlo.
No me ignoraba, sólo escuchaba lo que quería escuchar.

Salí del cuarto, viéndolo de la ventana como se subía a un caballo con temor con ayuda de España.
Me aleje de la ventana con un nudo en la garganta

¿ya se va?.
No no podía irse, no ahora.

Entre a los cuartos, acercándome a su cama ya vacía.
Me acosté en ella, su olor se impregnaba en mi pie haciendo que me retuerza.

Se fue, y con él un pedazo de mi.

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