España

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El lugar donde colocamos el cuerpo de Imperio Español al morir, fue entre el territorio de Portugal y el mío.

Es extraño tomar el coche y manejar hasta ahí, con un ramo de flores en el asiento del copiloto mientras pasó entre los pueblos y las praderas.

Su lugar de descanso estaba en medio del cementerio, en un mausoleo gigante que unos escultores españoles le hicieron para conmemorarlo.
Con fachadas, columnas y una reja como puerta donde podías ver por dentro el ataúd.

Entre al cementerio viendo familias, viudas, huérfanos y seguro uno que otro amigo de algún difunto caminando por ahí.

Me preguntaba mientras veía todas esas caras, ¿como murió su ser querido?, ¿que impactó tuvo en sus vidas que los hizo venir aquí a visitarlos después de la muerte?.

Por que ni yo sabia por que estaba ahí, parado enfrente de la tumba de mi padre, viendo el altar con velas de todo tipo alumbrando su reja, flores y cosas; seguro se las habían traído los admiradores o fans de mi padre, que eran muchos en España.

Puse las flores en el suelo a lado de todas las demás, tomando mi cajetilla de cigarros para sacar uno.

- Es de pésima educación fumar enfrente de una tumba - una mujer me regaño.

- Son para los nervios tía - me gire un poco exasperado de tener a una mujer metiendo las narices en mis asuntos.

Al girarme me topé con los ojos tiernos de Portugal, con sus pestañas adornando su cara y su cabello corto varonil formando rizos en su cabeza.

- No esperaba verte aquí - Portugal se acercó dejando una vela.

- Lo mismo digo de ti - inhale el cigarro mirando sus delicadas manos intentando prender un cerillo.

- Los Domingos vengo a prenderle sus velas, se ve bonito durante la noche - se acercó a prender todas las que estaban apagadas.

- Me lo puedo imaginar - me cruce de brazos - De verdad que tú te ves más joven y bella cada que te vuelvo a encontrar.

- Estoy dejando que las arrugas se apoderen de mi - se toco la mejilla - No quiero ser joven para siempre.

- ¿Por que no?, eres guapa, un deleite para los ojos sin duda - me acerqué.

Sentí unos pasos pesados detrás mío, y luego una mano grande tomando mi hombro con fuerza, me giré viendo a Brasil con una cara de que quería golpearme hasta la muerte.

Ya no era un chaval como la ultima vez que lo vi.
Digo pasó mucho tiempo desde ese entonces pero ya se veía como un hombre grande, fuerte e imponente.

- Deja de coquetearte a mi madre - me alejó de ella.

- No seas grosero Brasil, salúdalo - Portugal le dio un golpecito en el brazo.

Me miro de nuevo, levantando las cejas como diciendo "que onda anciano", y si me sentí un anciano.

- No sabía que te traías a tu hijo aquí también - me sobe el hombro mientras Brasil se agachaba a recoger las flores que ya habían marchitado para que no se vea sucio.

- Me trae aquí en contra de mi voluntad - se levantó, caminando a un bote de basura que quedaba bastante lejos de donde estábamos.

Cuando ya estaba a una distancia razonable, me acerqué a Portugal

- Esta enorme tu hijo - susurre - ¿Que le diste de comer?.

- No se, dio él estirón a los 15 y ahora se ve así con 18, siento que se ve demasiado grande para su edad - puso la mano en la cintura como una madre preocupada - Aunque ahora hace mucho más ejercicio que antes y sale a la playa cada que pueda a nadar y a jugar.

- Es un chico activo, te felicito, lo educaste bien - le aplaudí.

- Creo que fue al revés... él me educó a mi - me miro,
Guiñándome el ojo con una sonrisita de esas que da tu madre cuando haces algo bien y esta orgullosa de ti.

Brasil regreso limpiándose las manos, viendo de regreso el altar.
Se le quedó viendo, pensativo y sin cambiar su gesto, como si estuviera analizando algo

- Me gusto el nuevo candado ir le pusiste a la reja - lo apunto - Se ve mejor que esa cosa toda oxidada.

Mire de nuevo la reja, notando que efectivamente había otro candado un poco más brilloso que el anterior. Pero lo extraño es que jamás mande a cambiarlo.

- Se nota que tienes buen ojo para lo bonito, es un candado con escudos romanos - Brasil sonrió - Amo la historia Romana, es muy interesante, ojalá hubiera conocido a Romano.

- Mi hijo se ha dedicado a leer, y ayyy no puedo esperar a que lea sobre mi mi tesoro - le apretó la mejillas.

- Mamá plis aquí no, que vergüenza - se sonrojo nervioso,

- Ay no es para tanto no te pongas así - le dio un golpecito en el hombro.

- No tengo novia por estas cosas - me miro suspirando.

- No tienes novia por que no te acercas a ninguna chica.

- Me da pena ¿okay? - se pasó la mano por su cabello rizado - No todos somos perfectos.

- Bueno... Me tengo que ir España, me dio gusto verte - Portugal se despidió, tomando el brazo de Brasil mientras caminaba lejos de la tumba.

- Nos vemos - me despedí, regresando a ver la reja.

Me acerqué, viendo que tipo de llave necesitaría para abrirlo.
Busque al cerrajero más cercano que oportunamente vive a lado del cementerio, y fácilmente hizo un clon de la llave y la abrió.

Le di las gracias, checando por dentro el mausoleo.
"Estoy jóvenes bandalos ya no respetan nada" pensaba mientras miraba, pero no había nada, todo estaba como debería de estar.

Mire el ataúd, una sensación de frío recorriendo mi espalda.
No pasaba nada si veía dentro, los cuerpos de representantes no se pudren, no apestaría ni me generaría traumas.

Me acerqué para comprobar que estaba adentro.
Lo abrí, suspirando antes de ver el cuerpo de mi padre.
Solté un grito, no se si del susto de que no estuviera ahí o de que alguien se lo había llevado.

Pero no importaba, ambos estaban mal; salí corriendo de ahí, pidiéndole al cerrajero que se quedó afuera que cerrara de nuevo.

Tenía que lanzar una alerta, tenía que hablarle a ONU.

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