Sofia / Antartico

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Madre desapareció; me dijo que me llevaría con la muerte supuestamente.
Las estrellas desaparecieron, estallando como fuegos artificiales en el cuarto.

- Tú debes de ser... La hija de Madre - una voz tenebrosa me respiro en el cuello - Que curiosa te ves.

Mire de donde provenía la voz, viendo a un hombre con ojos grises y cabello negro largo salir de entre las sombras, traía un saco completamente negro que formaba humo al final de este, combinándose con la vasta oscuridad.

- Me dijeron... que eras una mujer - Tartamudee.

- Soy una mujer... y también soy un hombre... soy todo y nada... - se inclinó enfrente mío - Madre es Creación... y yo soy destrucción.

- Bueno... muerte... es lo mismo - giré los ojos.

- No... mi nombre es Padre - me miro de reojo, subiendo unas escaleras invisibles - Se lo que madre quiere... y para obtenerlo te va a costar algo, algo que no me puedes ofrecer.

- ¿Virginidad? - levante una ceja.

- La virginidad no existe, es un concepto que ustedes mortales crearon para mantener a la mujer sumisa y casta hasta el matrimonio - suspiro - Ademas se la creen, que vergüenza de especie.

- Entonces... ¿que te puedo dar? - me rasque el brazo incomoda - No tengo nada de valor, apenas tengo un collar de oro y jade pero me lo dio mi abuela.

- Azteca - me interrumpió - Yo la conocí... bueno... yo le di su don.

- ¿De verdad? - subí las escaleras lentamente esperando no tropezar.

- Es una guerrera sangrienta, por supuesto que yo le otorgue ese don - me miro con una mueca - Para ser hija de Madre, eres un poco lenta.

Me pellizcó la nariz, sus dedos convirtiéndose en humo mientras pasaban por mi rostro.

- Pero tienes su rostro... - me pasó la mano por la cara, haciéndose humo - Odio no poder sentir las cosas.

- Entonces puedo otorgarte mi sentido del tacto - sonreí.

- Quedarías en estado vegetal - se cubrió la cara como si le diera pena mi intelecto.

- Oh... olvida lo que dije - sonreí nerviosa. 

Mire al fondo del vacío, pensando en mis padres, en todo lo que estaría pasando ahí sin mi. Sentí un poco de ansiedad pero al mismo tiempo, no sentía nada.

- De verdad quiero regresar - le susurre.

- ¿Quieres regresar al caos.. al sufrimiento... a la mortalidad? - me lanzó una mirada confundida.

- No es tan malo.

- Yo cree toda esa destrucción, se exactamente cómo es y es terrible... aunque lo disfruto - sonrió malévolo.

- Antártico -

Nuevamente estaba acorralado la espalda contra la pared, Interpol gritándole a Atlántico mientras Pacífico le ponía agua a la herida por si acaso podía sanarla.

Quería golpear a Interpol por desobediente, por tonto y por pensar con los pies, pero nació así, no había nada que hacer.

- Muévanse - le grite a los 5 enojado.

Me hinqué enfrente de La Niña, mirando su herida

- ¿La vas a sanar? - Atlántico se acercó a mi.

- No... haré otra cosa - vocifere, viendo a Interpol - ¿Quieres que la salve?.

- Si - asintió muchas veces - Es hija de mi amigo.

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