San Valentín

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Helmer pasó varias semanas en la enfermería. Corrieron rumores sobre su desaparición cuando el resto del colegio regresó a Hogwarts al final de las vacaciones de Navidad, porque naturalmente todos creyeron que lo habían atacado. Eran tantos los alumnos que se daban una vuelta por la enfermería tratando de echarle un vistazo, que el señor Pomfrey quitó las cortinas de su propia cama y las puso en la de Helmer para ahorrarle la vergüenza de que lo vieran con la cara peluda. Harriet y Rose iban a visitarlo todas las noches. Cuando comenzó el nuevo trimestre, le llevaban cada día los deberes.

—Si a mí me hubieran salido bigotes de gato, aprovecharía para descansar —le dijo Rose una noche, dejando un montón de libros en la mesita que tenía Helmer junto a la cama.

—No seas tonta, Rose, tengo que mantenerme al día —replicó Helmer rotundamente. Estaba de mucho mejor humor porque ya le había desaparecido el pelo de la cara, y los ojos, poco a poco, recuperaban su habitual color marrón—. ¿Tenéis alguna pista nueva? —añadió en un susurro, para que el señor Pomfrey no pudiera oírlo.

—Nada —dijo Harriet con tristeza.

—Estaba tan convencida de que era Rosier... —dijo Rose por centésima vez.

—¿Qué es eso? —preguntó Harriet, señalando algo dorado que sobresalía debajo de la almohada de Helmer.

—Nada, una tarjeta para desearme que me ponga bien —dijo Helmer a toda prisa, intentando esconderla, pero Rose fue más rápida que él. La sacó, la abrió y leyó en voz alta:

"Al señor Puckle, deseándole que se recupere muy pronto, de su preocupada profesora Gillian Lockhart, Orden de Merlín (tercera clase), Miembro Honorario de la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras y cinco veces ganadora del Premio a la Sonrisa más Encantadora, otorgado por la revista «Corazón de Bruja»".

Rose miró a Helmer con disgusto.

—¿Duermes con esto debajo de la almohada?

Pero Helmer no necesitó responder, porque el señor Pomfrey llegó con la medicina de la noche.

—¿A que Lockhart es la persona más pesada que has conocido en tu vida? —dijo Rose a Harriet al abandonar la enfermería y empezar a subir hacia la torre de Gryffindor.

Helmer salió de la enfermería, sin bigotes, sin cola y sin pelaje, hasta comienzos de Febrero, más de un mes después. El sol había vuelto a brillar débilmente sobre Hogwarts. Dentro del castillo, la gente parecía más optimista. No había vuelto a haber ataques después del cometido contra Jasmine y Lady Nichole, y al señor Pomfrey le encantó anunciar que las mandrágoras se estaban volviendo taciturnas y reservadas, lo que quería decir que rápidamente dejarían atrás la infancia. Una tarde, Harriet oyó que el señor Pomfrey decía amablemente a Hagrid:

—Cuando se les haya ido el acné, estarán listas para volver a ser trasplantadas. Y entonces, las cortaremos y las coceremos inmediatamente.

Harriet pensaba que tal vez el heredero de Slytherin se había acobardado. Cada vez debía de resultar más arriesgado abrir la Cámara de los Secretos, con el colegio tan alerta y todo el mundo tan receloso. Tal vez el monstruo, fuera lo que fuera, se disponía a hibernar durante otros cincuenta años. Erin Black, de Hufflepuff, no era tan optimista. Seguía convencida de que Harriet era la culpable y que se había delatado en el club de duelo. Peace no era precisamente una ayuda, pues iba por los abarrotados corredores saltando y cantando: «¡Oh, Evans, estás podrida...!», pero ahora, además, interpretando un baile al ritmo de la canción. Gillian Lockhart estaba convencida de que era ella quien había puesto freno a los ataques. Harriet le oyó exponerlo así ante el profesor Ross mientras los de Gryffindor marchaban en hilera hacia la clase de Transfiguración.

Harriet EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora