La Bludger Loca

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Después del desastroso episodio de los duendecillos de Cornualles, la profesora Lockhart no había vuelto a llevar a clase seres vivos. Por el contrario, se dedicaba a leer a los alumnos pasajes de sus libros, y en ocasiones representaba alguno de los momentos más emocionantes de su biografía. Habitualmente sacaba a Harriet para que la ayudara en aquellas reconstrucciones; hasta el momento, Harriet había tenido que representar los papeles de una ingenua pueblerina transilvana a la que Lockhart había curado de una maldición que le hacía tartamudear, un yeti con resfriado y una vampireza que, cuando Lockhart acabó con ella, no pudo volver a comer otra cosa que lechuga. En la siguiente clase de Defensa Contra las Artes Oscuras sacó de nuevo a Harriet, esta vez para representar a una mujer lobo. Si no hubiera tenido una razón muy importante para no enfadar a Lockhart, se habría negado.

—Aúlla fuerte, Harriet (eso es...), y en aquel momento, creedme, yo salté (así) tirándola contra el suelo (así) con una mano, y logré inmovilizarle. Con la otra, le puse la varita en la garganta y, reuniendo las fuerzas que me quedaban, llevé a cabo el dificilísimo hechizo Homorphus; ella emitió un gemido lastimero (venga, Harriet..., más fuerte..., bien) y la piel desapareció..., los colmillos encogieron y... se volvió a su forma humana. Sencillo y efectivo. Otro pueblo que me recordará siempre como la heroína que les libró de la terrorífica amenaza mensual de los hombres lobo.

Sonó el timbre y Lockhart se puso en pie.

—Deberes: componer un poema sobre mi victoria contra la mujer lobo Wagga Wagga. ¡El autor del mejor poema será premiado con un ejemplar firmado de mi autobiografía!

Los alumnos empezaron a salir. Harriet volvió al fondo de la clase, donde la esperaban Rose y Helmer.

—¿Listos? —preguntó Harriet.

—Espera que se hayan ido todos —dijo Helmer, asustado—. Vale, ahora.

Se acercó a la mesa de Lockhart con un trozo de papel en la mano. Harriet y Rose iban detrás de él.

—Esto... ¿Profesora Lockhart? —tartamudeó Helmer—. Yo querría... sacar este libro de la biblioteca. Sólo para una lectura preparatoria. —Le entregó el trozo de papel con mano ligeramente temblorosa—. Pero el problema es que está en la Sección Prohibida, así que necesito el permiso por escrito de un profesor. Estoy convencido de que este libro me ayudaría a comprender lo que explica usted en "Una vuelta con los espíritus malignos" sobre los venenos de efecto retardado.

—¡Ah, Una vuelta con los espíritus malignos! —dijo Lockhart, cogiendo la nota de Helmer y sonriéndole francamente—. Creo que es mi favorito. ¿Te gustó?

—¡Sí! —dijo Helmer, emocionado—. ¡Qué gran idea la suya de atrapar al último con el colador del té...!

—Bueno, estoy segura que a nadie le parecerá mal que ayude un poco al mejor estudiante del curso —dijo Lockhart afectuosamente, sacando una pluma de pavo real—. Sí, es bonita, ¿verdad? —dijo, interpretando al revés la expresión de desagrado de Rose—. Normalmente la reservo para firmar libros.

Garabateó una floreteada firma sobre el papel y se lo devolvió a Helmer.

—Así que, Harriet —dijo Lockhart, mientras Helmer plegaba la nota con dedos torpes y se la metía en la bolsa—, mañana se juega el primer partido de quidditch de la temporada, ¿verdad? Gryffindor contra Slytherin, ¿no? He oído que eres una jugadora fundamental. Yo también fui buscadora. Me pidieron que entrara en la selección nacional, pero preferí dedicar mi vida a la erradicación de las Fuerzas Oscuras. De todas maneras, si necesitaras unas cuantas clases particulares de entrenamiento, no dudes en decírmelo. Siempre me satisface dejar algo de mi experiencia a jugadores menos dotados...

Harriet EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora