La huida del Señor Gordo

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En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Sólo Darcy Rosier y su banda de Slytherin criticaban a la profesora Howell:

-Mira cómo lleva la túnica -solía decir Rosier murmurando alto cuando pasaba la profesora-. Viste como nuestra antigua elfina doméstica.

Pero a nadie más le interesaba que la túnica de la profesora Howell estuviera remendada y raída. Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera. Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los ignorantes que cruzaban sus estanques.

Harriet habría querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas. La peor de todas era Pociones. Prince estaba aquellos días especialmente propensa a la revancha y todos sabían por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Prince y el modo en que lo había dejado Nell, con el atuendo de abuela, se había extendido por todo el colegio. Prince no lo encontraba divertido. A la primera mención de la profesora Howell, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora. A Nell la acosaba más que nunca.

Harriet también aborrecía las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte del profesor Trelawney, descifrando símbolos y formas confusas, procurando olvidar que los ojos del profesor Trelawney se llenaban de lágrimas cada vez que la miraba. No le podía gustar el profesor Trelawney, por más que unos cuantos de la clase lo trataran con un respeto que rayaba en la reverencia. Roshan Patil y Lowell Brown habían adoptado la costumbre de rondar la sala de la torre del profesor Trelawney a la hora de la comida, y siempre regresaban con un aire de superioridad que resultaba enojoso, como si supieran cosas que los demás ignoraban. Habían comenzado a hablarle a Harriet en susurros, como si se encontrara en su lecho de muerte.

A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo.

-¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? -preguntó Rose tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.

A comienzos de octubre, sin embargo, hubo otra cosa que mantuvo ocupada a Harriet, algo tan divertido que compensaba la insatisfacción de algunas clases. Se aproximaba la temporada de quidditch y Olivia Wood, capitana del equipo de Gryffindor; convocó una reunión un Jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada. Olivia Wood era una fornida muchacha de diecisiete años que cursaba su séptimo y último curso. Había cierto tono de desesperación en su voz mientras se dirigía a sus compañeros de equipo en los fríos vestuarios del campo de quidditch que se iba quedando a oscuras.

-Es nuestra última oportunidad..., mi última oportunidad... de ganar la copa de quidditch - les dijo, paseándose con paso firme delante de ellos-. Me marcharé al final de este curso, no volveré a tener otra oportunidad. Gryffindor no ha ganado ni una vez en los últimos siete años. De acuerdo, hemos tenido una suerte horrible: heridos..., cancelación del torneo el curso pasado... -Wood tragó saliva, como si el recuerdo aún le pusiera un nudo en la garganta-. Pero también sabemos que contamos con el mejor... equipo... de este... colegio -añadió, golpeándose la palma de una mano con el puño de la otra y con el conocido brillo frenético en los ojos-. Contamos con tres cazadores estupendos. -Wood señaló a Alvin Spinnet, Angel Johnson y Kasey Bell-. Tenemos dos golpeadoras invencibles.

Harriet EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora