Maldiciones imperdonables

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Los dos días siguientes pasaron sin grandes incidentes, a menos que se cuente como tal el que Nell dejara que se fundiera su sexto caldero en clase de Pociones. La profesora Prince, que durante el verano parecía haber acumulado rencor en cantidades nunca antes conocidas, castigó a Nell a quedarse después de clase. Al final del castigo, Nell sufría un colapso nervioso, porque la profesora Prince la había obligado a destripar un barril de sapos cornudos.

-Tú sabes por qué Prince está de tan mal humor, ¿verdad? -dijo Rose a Harriet, mientras observaban cómo Helmer enseñaba a Nell a llevar a cabo el encantamiento antigrasa para quitarse de las uñas los restos de tripa de sapo.

-Sí -respondió Harriet-. Por Howell.

Era comúnmente sabido que Prince ansiaba el puesto de profesora de Artes Oscuras, y era el cuarto año consecutivo que se le escapaba de las manos. Prince había odiado a las anteriores titulares de la asignatura y nunca se había esforzado en disimularlo, pero con Howell era diferente, se odiaban desde su época de estudiantes. Además, siempre tenía la esperanza de que el puesto volvería a quedar libre en un año, pero Howell había roto esa racha.

Los de cuarto curso de Gryffindor tenían tantas ganas de asistir a la primera clase de Howell que el jueves, después de comer, llegaron muy temprano e hicieron cola a la puerta del aula cuando la campana aún no había sonado. El único que faltaba era Helmer, que apareció puntual.

-Vengo de la...

-... biblioteca -adivinó Rose-. Date prisa o nos quedaremos con los peores asientos.

Y se apresuraron a ocupar tres sillas delante de la mesa de la profesora. Sacaron sus ejemplares de "Las fuerzas oscuras: una guía para la autoprotección", y aguardaron en un silencio poco habitual.

-Ya podéis guardar los libros -dijo Howell al entrar, caminando hacia la mesa y sentándose tras ella-. No los necesitaréis para nada.

Volvieron a meter los libros en las mochilas, ya sabían que ese era su estilo. Rose estaba emocionada. Howell sacó una lista y comenzó a pronunciar los nombres.

-Bien -dijo cuando el último de la lista hubo contestado «presente»-. Ya sois bastante diestros en enfrentamientos con criaturas tenebrosas. Habéis estudiado los boggarts, los gorros rojos, los hinkypunks, los grindylows, los kappas y los hombres lobo. Pero estáis atrasados, muy atrasados, en lo que se refiere a enfrentaros a maldiciones -prosiguió Howell-. Así que este año voy a prepararos contra lo que unos magos pueden hacerles a otros. Este curso voy a enseñaros a tratar con las maldiciones.

Hubo un murmullo general de emoción.

-Así que... vamos a ello. Maldiciones. Varían mucho en forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia, yo debería enseñaros las contramaldiciones y dejarlo en eso. No tendríais que aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que estéis en sexto. Se supone que hasta entonces no seréis lo bastante mayores para tratar el tema. Pero la profesora Dumbledore y yo tenemos mejor opinión de vosotros y pensamos que podréis resistirlo, y yo creo que, cuanto antes sepáis a qué os enfrentáis, mejor. ¿Cómo podéis defenderos de algo que no habéis visto nunca? Un mago que esté a punto de echaros una maldición prohibida no va a avisaros antes ni le va a importar su edad o si las han estudiado. No es probable que se comporte de forma caballerosa. Tenéis que estar preparados. Tenéis que estar alerta y vigilantes. Así que... ¿alguno de vosotros sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?

Varias manos se levantaron, incluyendo la de Rose y la de Helmer. Howell señaló a Rose.

-Eh... -dijo Rose, titubeando- mi padre me ha hablado de una. Se llama maldición imperius, o algo parecido.

Harriet EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora