El peor cumpleaños

74 6 6
                                    

No era la primera vez que en el número 4 de Privet Drive estallaba una discusión durante el desayuno. A primera hora de la mañana, había despertado al señor Peter Evans un sonoro ulular procedente del dormitorio de su sobrina Harriet.

—¡Es la tercera vez esta semana! —se quejó, sentado a la mesa—. ¡Si no puedes dominar a esa lechuza, tendrá que irse a otra parte!

Harriet intentó explicarse una vez más.

—Es que se aburre. Está acostumbrada a dar una vuelta por ahí. Si pudiera dejarla salir, aunque sólo fuera de noche...

—¿Acaso tengo cara de idiota? —gruñó tío Peter—. Ya sé lo que ocurriría si saliera la lechuza.

Cambió una mirada sombría con su esposa, Bernardina. Harriet quería seguir discutiendo, pero un quejido estruendoso y prolongado de Dulcie, la hija de los Evans, ahogó sus palabras.

—¿¡Beicon!?, ¡Saben que no puedo comerlo! Engorda demasiado

—Cómetelo, por favor —dijo tía Bernardina, volviendo los ojos a su delgaducha hija—. Tenemos que alimentarte bien mientras podamos... No me gusta la pinta que tiene la comida del colegio...

—No digas tonterías, Bernardina, yo nunca pasé hambre en Smeltings —dijo con énfasis tío Peter—. Dulcie come lo suficiente, ¿verdad que sí, hija?

Dulcie, que estaba tan delgada que casi parecía uno de los postes del respaldo de la silla, hizo una mueca y alejó el plato de ella con desdén.

Tío Peter volvió a su periódico, resoplando como un rinoceronte al que le faltara el aire y vigilando estrechamente a Harriet por el rabillo de sus ojos grandes y penetrantes.

Desde que Harriet había vuelto a casa para pasar las vacaciones de verano, tío Peter la había tratado como si fuera una bomba que pudiera estallar en cualquier momento; porque Harriet no era una chica normal. De hecho, no podía ser menos normal de lo que era.

Harriet Evans era una bruja..., una bruja que acababa de terminar el primer curso en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Y si a los Evans no les gustaba que Harriet pasara con ellos las vacaciones, su desagrado no era nada comparado con el de su sobrina.

Añoraba tanto Hogwarts que estar lejos de allí era como tener un dolor de estómago permanente. Añoraba el castillo, con sus pasadizos secretos y sus fantasmas; las clases (aunque quizá no a Prince, la profesora de Pociones); las lechuzas que llevaban el correo; los banquetes en el Gran Comedor; dormir en su cama con dosel en el dormitorio de la torre; visitar a Hagrid, la guardabosques, que vivía en una cabaña en las inmediaciones del bosque prohibido; y, sobre todo, añoraba el quidditch, el deporte más popular en el mundo mágico, que se jugaba con 6 altos postes que hacían de porterías, 4 balones voladores y 14 jugadores montados en escobas.

En cuanto Harriet llegó a la casa, tío Peter le guardó en un baúl bajo llave, en la alacena que había bajo la escalera, todos sus libros de hechizos, la varita mágica, las túnicas, el caldero y la escoba de primerísima calidad, la Nimbus 2.000. ¿Qué les importaba a los Evans si Harriet perdía su puesto en el equipo de quidditch de Gryffindor por no haber practicado en todo el verano? ¿Qué más les daba a los Evans si Harriet volvía al colegio sin haber hecho los deberes? Los Evans eran lo que los magos llamaban muggles, es decir, que no tenían ni una gota de sangre mágica en las venas, y para ellos tener una bruja en la familia era algo completamente vergonzoso. Tío Peter había incluso cerrado con candado la jaula de Herman, la lechuza de Harriet, para que no pudiera llevar mensajes a nadie del mundo mágico.

Harriet no se parecía en nada al resto de la familia. Tío Peter era huesudo, y tenía cara de caballo y llevaba un recto bigote recortado; tía Bernardina era corpulenta, carecía de cuello y llevaba un esbozo de bigote; Dulcie era rubia, sonrosada y delgadísima. Harriet, en cambio, era pequeña y flacucha, con ojos de un verde brillante y un pelo negro azabache siempre alborotado. Llevaba gafas redondas y en la frente tenía una delgada cicatriz en forma de rayo.

Harriet EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora