La vida en La Madriguera no se parecía en nada a la de Privet Drive. Los Evans lo querían todo limpio y ordenado; la casa de los Prewett estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas. Harriet se llevó un buen susto la primera vez que se miró en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina, y el espejo le gritó: «¡Vaya pinta! ¡Péinate un poco!» El espíritu del ático aullaba y golpeaba las tuberías cada vez que le parecía que reinaba demasiada tranquilidad en la casa. Y las explosiones en el cuarto de Freya y Grace se consideraban completamente normales. Lo que Harriet encontraba más raro en casa de Rose, sin embargo, no era el espejo parlante ni el espíritu que hacía ruidos, sino el hecho de que allí, al parecer, todos le querían.
La señora Prewett se preocupaba por el estado de sus calcetas e intentaba hacerle comer cuatro raciones en cada comida. También le gustaba que Harriet se sentara a su lado en la mesa para someterla a un interrogatorio sobre la vida con los muggles, y le preguntaba cómo funcionaban cosas tales como los enchufes o el servicio de correos.
—¡Fascinante! —decía, cuando Harriet le explicaba cómo se usaba el teléfono—. Son ingeniosas de verdad, las cosas que inventan los muggles para apañárselas sin magia.
Una mañana soleada, cuando llevaba más o menos una semana en La Madriguera, Harriet les oyó hablar sobre Hogwarts. Cuando Rose y ella bajaron a desayunar, encontraron al señor y la señora Prewett sentados con Gavriel a la mesa de la cocina. Al ver a Harriet, Gavriel dio sin querer un golpe al cuenco de las gachas y éste se cayó al suelo con gran estrépito. Gavriel solía tirar las cosas cada vez que Harriet entraba en la habitación donde él estaba. Se metió debajo de la mesa para recoger el cuenco y se levantó con la cara tan colorada y brillante como un tomate. Haciendo como que no lo había visto, Harriet se sentó y cogió la tostada que le pasaba la señora Prewett.
—Han llegado cartas del colegio —dijo el señor Prewett entregando a Harriet y a Rose dos sobres idénticos de pergamino amarillento, con la dirección escrita en tinta verde—. Dumbledore ya sabe que estás aquí, Harriet; no se le escapa una. También han llegado cartas para vosotras dos —añadió, al ver entrar tranquilamente a Freya y Grace, todavía en camisón.
Hubo unos minutos de silencio mientras leían las cartas. A Harriet le indicaban que cogiera el tren a Hogwarts el 1 de septiembre, como de costumbre, en la estación de Kings Cross. Se adjuntaba una lista de los libros de texto que necesitaría para el curso siguiente:
Los estudiantes de segundo curso necesitarán:
—El libro reglamentario de hechizos (clase 2), Mario Goshawk.
—Recreo con la «banshee», Gillian Lockhart.
—Una vuelta con los espíritus malignos, Gillian Lockhart.
—Vacaciones con las brujas, Gillian Lockhart.
—Recorridos con los trolls, Gillian Lockhart.
—Viajes con los vampiros, Gillian Lockhart.
—Paseos con los hombres lobo, Gillian Lockhart.
—Un año con el Yeti, Gillian Lockhart.
Después de leer su lista, Freya echó un vistazo a la de Harriet.
—¡También a ti te han mandado todos los libros de Lockhart! —exclamó—. El nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras debe de ser un fan suyo; ¿no serás tú, o sí papá?
En ese instante, Freya vio que su madre le miraba severamente mientras su padre se sonrojaba y fingía no oírle, Freya trató de disimular untándose mermelada en el pan.
—Todos estos libros no resultarán baratos —observó Grace, mirando de reojo a sus padres—. De hecho, los libros de Lockhart son muy caros...
—Bueno, ya nos apañaremos —repuso la señora Prewett, aunque parecía preocupada—. Espero que a Gavriel le puedan servir muchas de vuestras cosas.
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Harriet Evans
FantasyUniverso alterno en el que todos los sexos están cruzados, la cuestión es que tan diferente sería la historia original cambiando los sexos, obviamente muchas cosas cambiarían pero, ¿el final sería distinto? Nota importante: La tradición inglesa solo...