En el Expreso de Hogwarts

30 1 6
                                    

Cuando Harriet despertó a la mañana siguiente, había en el ambiente una definida tristeza de fin de vacaciones. La copiosa lluvia seguía salpicando contra la ventana mientras ella se ponía los vaqueros y una sudadera. Se vestirían con las túnicas del colegio cuando estuvieran en el expreso de Hogwarts. Por fin ella, Rose, Freya y Grace bajaron a desayunar. Acababan de llegar al rellano del primer piso, cuando vieron que Serena había ido para acompañar a Harriet al tren. Blair y Callie decidieron ir también a despedirlos a todos a la estación de King's Cross, pero Penny, disculpándose de forma exagerada, dijo que no podía dejar de ir al trabajo.

-En estos momentos no puedo tomarme más tiempo libre -declaró-. Realmente la señora Black está empezando a confiar en mí.

-Sí, ¿y sabes una cosa, Penny? -le dijo Grace, muy seria-. Creo que no tardará en aprenderse tu nombre.

Pigwidgeon armó un barullo inaguantable cuando estaban subiendo el equipaje al auto, y el ánimo no mejoró cuando unas cuantas bengalas mágicas, que prendían con la humedad, se cayeron inesperadamente del baúl de Freya al abrirse de golpe. Cookie se asustó con las bengalas, intentó subirse encima del señor Prewett, le clavó las uñas en la pierna, y éste se sobresaltó y gritó de dolor. El viaje resultó muy incómodo porque iban apretujados en la parte de atrás con los baúles, pues aunque el auto estaba ampliado con magia, eran demasiados. Cookie tardó un rato en recobrarse del susto de las bengalas, y para cuando entraron en Londres, Harriet, Rose y Helmer estaban llenos de arañazos.

Fue un alivio llegar a King's Cross, aunque la lluvia caía aún con más fuerza y se calaron completamente al cruzar la transitada calle en dirección a la estación, llevando los baúles. Harriet ya estaba acostumbrada a entrar en el andén nueve y tres cuartos. No había más que caminar recto a través de la barrera, aparentemente sólida, que separaba los andenes nueve y diez. La única dificultad radicaba en hacerlo con disimulo, para no atraer la atención de los muggles. Aquel día lo hicieron por grupos. Harriet, Rose y Helmer (los más llamativos, porque llevaban con ellos a Pigwidgeon y a Cookie) pasaron primero: caminaron como quien no quiere la cosa hacia la barrera, hablando entre ellos despreocupadamente, y la atravesaron... y, al hacerlo, el andén nueve y tres cuartos se materializó allí mismo.

El expreso de Hogwarts, una reluciente máquina de vapor de color escarlata, ya estaba allí, y de él salían nubes de vapor que convertían en oscuros fantasmas a los numerosos alumnos de Hogwarts y sus padres, reunidos en el andén. Harriet, Rose y Helmer entraron a coger sitio, y no tardaron en colocar su equipaje en un compartimiento de uno de los vagones centrales del tren. Luego bajaron de un salto otra vez al andén para despedirse de la señora Prewett, de Blair y de Callie.

-Quizá nos veamos antes de lo que piensas -le dijo Callie a Gavriel, sonriendo, al abrazarlo.

-¿Por qué? -le preguntó Freya, muy interesada.

-Ya lo verás -respondió Callie-. Pero no le digas a Penny que he dicho nada, porque, al fin y al cabo, es «información reservada, hasta que el ministro juzgue conveniente levantar el secreto».

-Sí, ya me gustaría volver a Hogwarts este año -dijo Blair con las manos en los bolsillos, mirando el tren con nostalgia.

-¿Por qué? -quiso saber Grace, intrigada.

-Porque vais a tener un curso muy interesante -explicó Blair, parpadeando-. Quizá podría hacer algo de tiempo para ir y echar un vistazo a...

-¿A qué?

Pero en aquel momento sonó el silbato, y la señora Prewett los empujó hacia las puertas de los vagones.

-Gracias por la estancia, señor y señora Prewett -dijo Helmer después de que subieron al tren, cerraron la puerta y se asomaron por la ventanilla.

Harriet EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora