El Club de Duelo

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Al despertar Harriet la mañana del domingo, halló el dormitorio resplandeciente con la luz del sol de invierno, y su brazo otra vez articulado, aunque muy rígido. Se sentó enseguida y miró hacia la cama de Callie, pero estaba oculta tras las largas cortinas que la propia Harriet había corrido el día anterior. Al ver que se había despertado, el señor Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Harriet el brazo y los dedos.

—Todo va bien —le dijo, mientras ella apuraba torpemente con su mano izquierda las gachas de avena—. Cuando termines de comer, puedes irte.

Harriet se vistió lo más deprisa que pudo y salió precipitadamente hacia la torre de Gryffindor, deseosa de hablar con Rose y Helmer sobre Callie y Arwen, pero no los encontró allí. Harriet dejó de buscarlos, preguntándose adónde podían haber ido y algo molesta de que no parecieran interesados en saber si ella había recuperado o no sus huesos. Cuando pasó por delante de la biblioteca, Penny Prewett precisamente salía de ella, y parecía estar de muy buen humor.

—¡Ah, hola, Harriet! —dijo—. Excelente jugada la de ayer, realmente excelente. Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!

—¿No has visto a Rose ni a Helmer? —preguntó Harriet.

—No, no los he visto —contestó Penny—. Espero que Rose no esté metiéndose en problemas...

Harriet forzó una sonrisa y siguió a Penny con la vista hasta que desapareció. Después de buscar en la Biblioteca, los buscó por los terrenos, jardines y el Lago, nadie los había visto. Se regresó, desilusionada, a la Sala Común, pero no estaban, ni en sus dormitorios tampoco. Comenzó a rondar alrededor del Séptimo Piso, donde se encuentra la Sala Común, deseando desesperadamente encontrarlos, ya era la tercera vez que pasaba frente al tapiz de "Brittania, La Chiflada" cuando en una pared apareció de pronto frente a sus ojos una puerta, asombrada y asustada, se quedó observando la puerta por unos instantes, pensando que, tal vez, había dado por casualidad con la Cámara de los Secretos; decidió actuar con mucha cautela, sin saber si algún monstruo saldría de pronto por esa puerta, lentamente se acercó, con varita en mano, por si acaso, y abrió despacio la puerta, solo lo suficiente para asomarse un poco, lo que vio fue más sorprendente que haberse encontrado cara a cara con un monstruo; allí estaban Rose y Helmer, con un caldero burbujeante en medio de una sala vacía, con una sola estantería con pocos ingredientes, al parecer, solo y exactamente los ingredientes que necesitaban. La impresión de ver a Harriet hizo que Helmer y Rose se sobresaltaran, casi tirando el caldero.

—¡Harriet! —dijo Helmer—. Vaya susto que nos has dado. Entra. ¿Cómo está tu brazo?

—Bien —dijo Harriet, metiéndose de lleno en la sala.

—Pensamos ir a verte, pero decidimos comenzar a preparar la poción multijugos —le explicó Rose, después de que Harriet cerrara la puerta.

—¿Qué es este lugar?

—No lo sabemos —admitió Rose—. Solo pasábamos por el pasillo pensando lo urgente que era encontrar un lugar dónde poder preparar la poción multijugos y también encontrar los ingredientes y... de la nada... apareció una puerta... ¿Cómo nos encontraste? Pensábamos traerte esta noche, en cuanto averiguáramos cómo volver a invocar este lugar.

—Pues, me pasó casi lo mismo.... —comenzó Harriet— Los he buscado desesperadamente por todo el castillo, hasta que pasé por tercera vez por este mismo pasillo y la puerta apareció.

—Nosotros también pasamos tres veces por este pasillo... creo que eso la activa... aunque buscábamos cosas diferentes nos las brindó.... —Helmer estaba hilando ideas— ¡Creo que ya sé qué lugar es éste! ¡Es la Sala de los Menesteres!

Harriet EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora