Bakugou Pasivo •One Shots•

IidaBaku

Los rubios cabellos del menor le hacían cosquillas en el cuello, su pequeño cuerpo acurrucado a su lado y sus manos sujetas en un suave agarre, donde su pulgar acariciaba la pálida piel a su disposición.

La televisión estaba encendida en una película al azar que habían escogido, pero ninguno le estaba prestando atención, simplemente concentrados en volver a sentirse luego de una semana de descuidarse debido al trabajo.

-Hay algo diferente entre nosotros- Murmuró el de ojos rubí, pronunciado aquellas palabras que tanto tiempo llevaban callando, por miedo a acabar con lo que tenían.     

-Lo sé- Respondió el pelinegro luego de unos segundos.

Y el silencio volvió a instaurarse entre ellos, sin saber cómo proceder, sin tener idea de como poder solucionar lo que estaba sucediendo, queriendo regresar al burbujeante amor que sentían en su adolescencia que ahora parecía haberse desvanecido por el paso del tiempo.

Era tenue, pero aquel cosquilleo en su pecho seguía ahí cuando recibía la tímida sonrisa del rubio, cuando veía sus mejillas sonrojadas o sus ojitos cargados de cansancio al despertar entre sus brazos. Estaba ahí, pero era completamente diferente a aquella sofocante sensación que lo inundaba en sus primeros años de relación.

Bakugou seguía amando sus brazos, sus besos en las mejillas y la forma en que sus manos le rodeaban la cintura con una delicadeza que lo estremecía, adoraba sus chistes aburridos y aquellas frases que parecían sacadas de mil ochocientos, pero su corazón ya no latía de la misma manera ni la emoción lo embargaba con solo verle llegar a su lado.

Hace meses que las cosas entre ellos no se sentían bien, el sexo ya no era tan placentero y su comunicación parecía forzada, se amaban como jamás podrían hacerlo con nadie más, pero estaban desgastados.

Probablemente la situación comenzó cuando el pelinegro fue ascendido en la empresa donde trabajaba, quitándole gran parte del tiempo que pasaban juntos.

Antes todas las noches cenaban juntos, cocinando entre risas y cariñosos besos, bailando al ritmo de la suave música resonando de fondo, olvidándose de todo lo que les preocupaba porque finalmente estaban en su hogar, aquella casita que habían decorado con esfuerzo y los representaba a ambos por igual. Se acurrucaban en el sofá a charlar sobre lo que habían hecho, se quejaban de sus jefes y se reían de sus compañeros, para después turnarse para ducharse y acostarse en su cálida cama, donde sus cuerpos se unían con pasión, creaban hermosas sinfonías y sus labios no se separaban.

Pero entonces todo eso fue cambiando lentamente, ahora con algo de suerte podían cenar juntos una vez a la semana, las películas quedaban en el olvido y la cama se utilizaba únicamente para dormir.

El amor se les había escapado de los dedos y ni siquiera habían sido conscientes de ello.     

-Lo siento- Murmuró el más alto, sabiendo que por culpa del trabajo todo se había ido a la mierda.

-Yo también pude hacer más- Si no hubiera callado durante tanto tiempo quizás no estarían en esta situación.

Y nuevamente volvía el silencio, aquel puto silencio que se había transformado en su mejor amigo durante estos meses.

Un suspiro escapó de los rosados labios de Bakugou y se acurruco aun más contra el pecho de su pareja, sintiendo que ya era demasiado tarde como para tratar de reparar el daño que se habían causado.

Seguía amando a lida, pero lo sentía tan lejano que dolía.

Las grandes manos del pelinegro acariciaron la espalda de su chico, notando la tensión en su cuerpo y sin pensarlo dejó un beso en su frente, aprovechando para deleitarse con el suave olor a fresas que tenía su cabello.