DabiBaku

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El día estaba nublado, corría un viento ligero que movía sus cabellos a medida que avanzaba por las solitarias calles.

Había logrado despistar a Deku y Kirishima a la hora de la salida, por lo que ahora podía caminar en una pacifica calma, rodeado de un cómodo silencio, sin ningún alma que perturbara su tarde.

Observo a su alrededor y frunció el ceño, apreciaba esos segundos de silencio, pero era muy extraño, más aun considerando que a esa hora las calles solían estar abarrotadas de estudiantes regresando a su hogar.

Un escalofrío recorrió su espalda y los vellos de su nuca se erizaron, detuvo su andar y se giró, se sentía observado y eso no era una buena señal, menos cuando hace tan solo unas semanas había sido secuestrado.

Escucho rápidas pisadas acercándose a su posición, pero antes de que pudiera reaccionar, una bolsa de tela rodeo bruscamente su cabeza y fue cargado sobre un fuerte hombro.

Lo último que sintió fue un piquete en el cuello, que causo pesadez en su cuerpo, le costaba pensar con claridad y pronto todo fue absoluta oscuridad.

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Sus ojos se abrieron con lentitud debido a la pesadez de sus párpados, la cabeza le daba vueltas y sus sentidos se vieron sobrecargados ante la mezcla de olores.

Vino, té de manzanilla, galletas de chocolate, helado de fresa, curry, salsa picante y otras mierdas más que no pudo identificar, pero lo que sobresalía por sobre todo eso, era el fuerte aroma a mar.

Si cerraba los ojos, podía revivir los días donde todo era amor y tranquilidad en su vida, pasando la tarde en la arena junto a Deku y su familia, construyendo castillos o nadando en el océano. Eran sus recuerdos más preciados de la infancia.

Su cuerpo se estremeció al sentir la fuente del olor más cerca y no tuvo la necesidad de mirar para saber quien estaba parado delate suyo.

- ¿Tengo que empezar a acostumbrarme a esto? -Cuestionó, mucho más tranquilo de lo que debería estar en una situación como esa.

-Mmm es muy probable que si- Escuchó el leve murmullo.

La otra persona en la habitación estaba reviviendo sus propios recuerdos de la infancia, sumido en su mundo de felicidad, gracias a ese pequeño rubio.

Recordaba los días donde podía actuar como un niño normal, cuando su madre organizaba pijamadas en el jardín, prendían una pequeña hoguera y junto a sus hermanos comían malvaviscos con chocolate hasta que les dolía el estómago, para luego dormir todos juntos mientras observaban las estrellas.

Eso era a lo que le recordaba el aroma dulzón a chocolate del Omega, le traía una paz y felicidad enorme.

No hicieron falta palabras para saber lo que estaba ocurriendo en ese momento, ambos lo habían descubierto en el instante en que sus ojos se cruzaron y sus aromas se mezclaron por primera vez.

Según las antiguas leyendas, cuando encuentras a tu pareja destinada, su aroma te recordara al mejor momento de tu vida, aquel instante que quedara grabado en tu memoria para siempre, con el objetivo de crear una felicidad eterna para ambos, un vínculo estable donde la paz sea lo esencial.

Katsuki jamás había escuchado de esa mierda antes, hasta que sin querer oyó una conversación entre Denki y Mina. Mientras que Touya creció oyendo esa historia de parte de su madre, era su cuento favorito antes de dormir.

- ¿Me dirás por qué estoy aquí esta vez? -Si no hubiese estado atado contra la silla, Bakugou podría haberse quedado así por horas.

-Ugh si... -Dijo algo incómodo el Alfa- Dame un segundo.

Bakugou Pasivo •One Shots•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora