ShindoBaku

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Shindo gruño fastidiado antes de salir del auto, no podía haber un mejor momento para que se le acabara la gasolina.

Golpeó el capote del carro y trató de ver si su celular había conseguido señal, pero la respuesta volvía a ser negativa.

Suspiró con cansancio y no tuvo más remedio que comenzar a caminar por el interminable camino de tierra, rodeado por hectáreas de campo y con el sol del mediodía quemando su piel con fuerza.

En estos momentos odiaba a su editor, el muy jodido se había ido de vacaciones a un puto pueblo en medio de la nada y se había llevado sus últimos borradores.

Los que el pelinegro por estar distraído detrás de una chica, se había olvidado de pasar a su computadora.

Es por eso que Shindo se había visto obligado a manejar durante horas por los interminables condados de Estados Unidos.

Y nuevamente en su distracción, se olvidó de rellenar el combustible de su auto.

Llevaba unos veinte minutos de caminata cuando a lo lejos fue capaz de escuchar un relinchar. Sus ojos se iluminaron ante la salvación y trató de identificar de donde provenía.

Casi se le salió el corazón del pecho cuando un caballo gigante saltó desde la valla a su izquierda, prácticamente rozando su ropa.

-Tranquilo Aiza, solo era una persona- Escuchó una grave voz.

Tuvo que poner una mano en su frente para intentar tapar el sol que llegaba directamente a los ojos.

Y lo que vio lo dejó maravillado.

Un chico de cabellos rubios, ceño fruncido, hermosos ojos rubíes y ropa ajustada lo estaba mirando, montado sobre un caballo negro.

-¿Quién coño eres? -Preguntó el desconocido con violencia.

-Mi nombre es Shindo, pero puedes llevarme el amor de tu vida- Dijo mirando los brillantes ojos.

Se sorprendió al escuchar un bufido de parte del caballo, seguido de las risas del chico.

-Lo siento, pero no me van los vagabundos que parecen zombies bajo el sol- Se burló el rubio, recostandose sobre el animal.

Y en ese momento el pelinegro observó el mismísimo paraíso. Abultado y respingon, atrapado en el jean, se hallaba el mejor trasero que había visto en su vida.

-Hey imbécil, mis ojos estan aquí- Le gruño el rubio, bajandose del caballo.

Definitivamente Shindo terminó de morir en ese instante.

El chico era más bajito que él, tenía una cintura tan estrecha que estaba seguro de que sus manos amarían estar ahí y su piel lucía extremadamente suave. Y ni hablar de esos rosados labios que le suplicaban ser besados.

-¡Oh dios... gracias por mandarme a este ángel!- Exclamó mirando hacía el cielo.

-¿...Siempre eres así de idiota? -Preguntó el rubio, mirándolo con diversión.

-¡Oye! No todos los días se conoce a alguien extremadamente hermoso en medio de la nada- Reclamó con indignación- Siento que por fin puedo morir en paz- Dijo con cansancio.

El estrés de todo el día se acumulo en su cuerpo, eso junto a los fuertes rayos del sol, provocaron que sus piernas perdieran la fuerza y finalmente cayó contra el piso.

De forma instintiva el rubio trató de ayudarlo, pero como el pelinegro era más grande, terminó arrastrando al más pequeño hacía el suelo.

Shindo sonrió internamente y le agradeció a todos los dioses existentes, mientras rodeaba la cintura del rubio y se acurrucaba contra los abultados pectorales.

-¿Sabes que puedo meterte un puto balazo? -Preguntó el chico, removiendose de forma furiosa entre los fuertes brazos del pelinegro.

-No me dejes morir sin antes saber tu nombre- Suplicó, aún sin soltar su agarre.

-Te lo dire si me putas sueltas- Gruño, a punto de lanzarse a morder.

-Mmmm... -Se lo pensó por algunos segundos- Me parece un trató justo- Y sin más, lo soltó.

Rápidamente el rubio se levanto, limpiando la tierra de su camisa y mirando al chico con molestia.

-Mi nombre es Bakugou Katsuki y no es un placer conocerte- Murmuró rodando los ojos.

Se acercó hasta el enorme caballo y esperó a que el animal se inclinara ligeramente, hasta que pudo alcanzar el estribo y de un saltó estuvo arriba del imponente animal.

-¿Te quedaras ahí todo el día? -Preguntó con aburrimiento al chico que lo veía embelesado desde el suelo.

-Es acaso una invitación para ir contigo, Kat-su-ki- Molestó el pelinegro, levantándose con rapidez.

-Olvídalo, mejor quédate aquí y deja que los cuervos te arranquen los ojos- Dictó, tomando las rriendas de Aiza.

-Espera, espera- Se colocó delante del animal- ¿No pensarás dejarme aquí,verdad? Soy un escritor famoso, mucha gente necesita que continúe vivo. Además que el sol esta del infierno y mi carro se quedo sin gasolina y mi puto editor- Shindo siguió hablando.

-Joder, como voy a arrepentirme de esto- Susurró el rubio, mirando al parlanchín muchacho- Puedes subirte si cierrras la puta boca- Le gruño, casi sin paciencia.

Por arte de magia el pelinegro se calló de inmediato y colocando una sonrisa malvada en el rostro se acercó hacía el cuadrúpedo.

El primer Intentó fue fallido, le tomaron otras cinco veces y muchas carcajadas del rubio poder lograrlo, pero finalmente se subió al caballo.

-Muy bien pequeño ángel, llevamos a nuestra casita del amor- Canturreo.

Aprovechó el momento para volver a rodear la estrecha cintura y se apegó lo más posible al rubio, disfrutando de la cercanía con el hermoso trasero.

-Detente Aiza, ya me arrepentí- Suplico a su fiel compañero.

Pero el animal lo ignoró por completo. Continúo galopando aún con los insultos, y amenzas de un lado y coqueteos e insinuaciones del otro.

Mientras que Shindo decidió que el pequeño pueblito no estaba nada mal y que definitivamente había encontrado un motivo para regresar.

Claro, si el rubio lograba sacarlo de su rancho primero.

Bakugou Pasivo •One Shots•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora