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—¿Qué invitados pasaron la noche en el palacio Zafiro?—pregunta Claude al escolta de su hija, el cual estaba junto a él, ayudándole con cierto papeleo mientras su hija descansaba ya que al momento en que ella se fue, faltaban solo dos horas para el amanecer.

—Su majestad Julius Goldenhearth, el Duque Alpheus quien ya debió haberse ido, Lady Ludovinia y mis tías—un escalofrío recorre su espalda al mencionar a las mujeres.

—Esas mujeres aún me dan escalofríos—menciona—. ¿Sabes si tu abuela planea volver de Arlanta? Su presencia sería de ayuda.

—No ha dicho nada, solo que se mantiene reacia a encontrarse con mi padre. De mis tías, creo que volverán, ya que están comprometidas.

—Ya era hora, no quiero que intenten engañarme para firmar un contrato de matrimonio de nuevo con una de ellas.

—Esa vez se dejó sobornar por dulces—comenta Félix con un tono burlesco.

Claude tenía traumáticas experiencias provocadas por las bromas de aquellas gemelas.

—Era demasiado ingenuo en esa época—recuerda mientras observa una pila de cartas amontonadas sobre su escritorio—. Por cierto, ¿Fueron liberados?

—Liberados y amenazados con cortarles la lengua y coserles la boca, tal y como ordenó. Además de la advertencia de que la princesa Alma no podía enterarse del hecho.

—Te dije que también debías decirles que les quitaría sus tierras—suelta insatisfecho—. Al menos eso les enseñará a no volver a hablar de tal manera en mí presencia.

Aquello de lo que hablaban, era el hecho, de que cuando Alma se retiro, aquellos que soltaban veneno por sus bocas fueron castigados siendo llevados al calabozo a escondidas de Alma, ya que ella probablemente lo evitaría.

Claude toma una de las cartas a su lado y con solo leer el asunto, se la entrega a Félix.

—Quema eso.

Félix curioso revisa el asunto que hizo al Emperador querer quemarla.

"Propuesta de matrimonio...sabía que llegaría"

Deja salir un profundo suspiro para asentir ante la orden.

—¿Porqué suspiras? Ella no se casará con ninguno de ellos. Malditos hipócritas...

Cada carta que veía, posee el mismo asunto.

—¿Porqué hay tantas?—se queja el rubio.

—Escuche que a varios no les importaban los rumores, por lo que fueron cautivados por su belleza, además, aquellos que si hablaban, al parecer se dieron cuenta del afecto que posee Su majestad sobre la princesa, por lo que ganarse su favor es importante para ellos.

¿Princesa Encantadora? ¡Ni siquiera La Terminé!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora