Cuando cerró mi puerta miramos como un helicóptero empezó a descender a unos metros de nosotros.
Cuando esté tocó el piso alguien corrió a abrir la puerta. Rápido se bajaron Iván y Ovidio caminando hacia Alfredo.
Yo me asuste pensando que seguro arruinarían mis planes. Así que puse el seguro a todas las puertas de la raptor mientras buscaba las llaves de esta. Para mí mala suerte note que Alfredo las sostenía en su mano derecha.
Decidí abrir la puerta y arrebatarselas, pero cuando estaba por abri la puerta Alfredo comenzó a caminar hacia sus hermanos.
Las astas del helicóptero pararon de forma gradual hasta que pararon por completo.
Iván, Ovidio y Alfredo parecían tener una plática bastante amena hasta que Alfredo me señaló molesto las cosas parecieron ponerse difíciles.
Iván se miraba molesto, aburrido, pero nunca se exalto, su mirada lo decía todo. Mientras que Ovidio si parecía alterarse algunas veces, negando repetidamente.
Alfredo demostraba su molestia con cada movimiento, la forma en la que movía sus manos, sus gestos, parecía un político dando un acalorado discurso de campaña.
En un segundo Iván y yo cruzamos miradas, por un segundo sentí que me miraba con algo de lastima, de pena.
Dejo a su hermano hablando con Ovidio y camino hacia la camioneta.
Me tocó el vidrio y me hizo una señal para que bajara. Yo negué con mi cabeza.
— Baja ya, entiende que no te vas a ir. — Su voz sonaba igual de dura, pero por alguna extraña razón había una pizca de paciencia
Volví a negar con la cabeza.
Intento jalando la manija pero el seguro estaba puesto. Sin poder evitarlo puse una sonrisa traviesa. El me miró más molesto por mi gesto pero suspiro intentando calmarse.
— Baja, por favor. No lo hagas más difícil. — Dijo intentando sonar muy paciente.
Volví a negar.
— ¡Alfredo, abre la camioneta! — Grito mirandome a los ojos.
Cuando Alfredo quito los seguros al segundo volví a poner el mío y me apresuré a volver a poner el de todas las demás puertas.
— Elena no es divertido. Necesito que te bajes de la camioneta, ya. — Dijo esta vez demandante.
Esta vez no negué solo le sostuve la mirada directo a los ojos.
— Sabes que, haz lo que quieras. Yo me voy a comer. — Dijo dándose la media vuelta. — Entra a la casa cuando se te dé tu pinche gana o duerme con los cerdos, no me interesa. — Dijo alejándose. Sus hermanos lo miraban directo. —¡ No pienso seguir escuchandote, la plebe esa se queda aquí y punto ! — Dijo Iván molesto metiendose a la casa.
— Ya hiciste que se emputara. — Dijo Ovidio cansado. — Mírale la cara a la plebe, ahora por pendejo, tu le rompes la ilusión que no se va a ir. — Dijo Ovidio siguiendo los pasos de Iván hacia el interior de la casa.
Alfredo se giro a verme. — Baja. — Dijo apenado. — Escucha, nadie va a hacerte nada.
Resignada quite el seguro y abrí la puerta.
Alfredo me ofreció su mano y la tomé para bajar. — Todos dicen eso, pero a nadie le creo.— Escuchame si alguno se estos pendejos te intenta hacer algo me hablas. — Dijo sacando un radio pequeño.— Solo tiene señal para que te comuniques con el mío, así que no te emociones. Me tengo que ir. Pero puedes hablarme en cualquier momento.
— Alfredo, sácame de aquí por favor. — Dije suplicante.
— Vas a estar bien, es una promesa — Dijo mirándome fijo para luego darse la media vuelta y subirse a su camioneta e irse.
Me sentía más mal ahora. No sabia que hacer.
Totalmente desanimada camine devuelta a la casa.
Iván estaba en la cocina con Ovidio haciendo comida.
— ¡Ratón, pica eso más fino. No mames! — Dijo Iván molesto mirando a su hermano. Pero cayo cuando me vio entrar a la cocina.
— Ganaste. — Dije molesta mirando a Iván.
Iván frunció el ceño molesto pero fue su hermano quien me contestó.
— Elena no se trata de ganar. Ya se te había dicho que estarías unas semanas aqui. — Dijo tranquilo, hasta sonaba ¿Comprensivo? — Lamento que Alfredo te diera falsas esperanzas.
No dije nada solo me dirigí al cuarto triste. Después de llorar un rato decidí bajar por algo de comer. Abrí lento la puerta y escuché como Ivan y Ovidio hablaban.
— Ten llévale algo. Esa plebe se debe estar muriendo de hambre. — Dijo Iván.
— Si tiene hambre va a bajar. — Dijo Ovidio
— Está molesta y triste ¿Que no la viste? Ve y déjale comida andale.
— Ahorita. — Dijo el menor de los Guzmán.
— Ratón, ¡YA!
Escuché los pasos de Ovidio subir las escaleras así que camine silenciosamente a mi cuarto de regreso.
Me acosté y me tape.
Ovidio tocó la puerta. Y al no recibir respuesta repitió el sonido más rápido.
— Si no contestas, voy a bajar la comida. No pienso entrar si no me dices.
No iba a contestar pero mi estómago rugio. — Pasa. — Dije aún fingiendo molestia.
Ovidio abrió despacio entro con cuidado. Dejo una bandeja con comida en mi buró alado de la cama.
— Come o Iván me hará volver.
—No tengo hambre — Menti.
— ¿Entonces para que me dejaste entrar? Dudo que haya Sido para ver mi rostro. — Hizo una pausa. — Si estoy muy guapo, pero dudo que sea por eso. — Dijo obvio.
Gire mís ojos aguantandome una risita.
— Si tengo hambre — Admiti.
— Pues aquí esta. — Dijo obvio.— Nadie va a impedir que comas Elena. Ya se te dijo que no se te hará daño.
No conteste y empecé a comer mientras que Ovidio se iba.
A la mañana siguiente desperté y me estire bastante. Me lave los dientes he iba a bajar cuando choco con una espalda alta y bien torneada.
Sostengo mi nariz molesta. — Néstor ¿Que haces? — Chillo molesta.
— No puedes salir. — Dijo tranquilo.
— ¿Por lo de ayer? — Pregunté aún más confundida.
— No.
— ¿Paso algo?
— No
— Va a venir alguien.
— ¿Quien?
— Si que eres chismosa. — Dijo divertido. — Nadie que te interese. Ahora métete otra vez al cuarto. — Dijo cerrando la puerta. A los segundo volvió a abrirla. — Te traerán el desayuno aquí. — para luego cerrarla definitivamente.
Me acerque a la terraza y estuve un rato ahí parada admirando el enorme terreno.
Cuando mire que unas camionetas se acercaron corrí a esconderme pero al misma tiempo poder ver quién llegaba.
Una vez que las camionetas estuvieron frente a de la imponente mansión puse atención a todas, se bajó gente de la izquierda y la derecha, pero nadie interesante, parecían simples pistoleros, hasta que se abrió una puerta pero nadie bajaba.
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Quédate
Science FictionEsta historia narra el tiempo que Elena vivió con Iván y Ovidio Guzmán. Seamos sinceros, no existe nada que justifiqué el comportamiento de estos individuos en la vida real. Pero al fin de cuentas son humanos, con sus errores y sus emociones. Indep...