Lucia caminaba con archivaldo por la orilla de la laguna tomados de la mano descalzos.
— Fue perfecto, fue hermoso archivaldo. De verdad no sé cómo agradecerte
— Con esa emoción es más que suficiente.
— Haré lo que quieras. Una semana. No un mes.
— Tengo una idea mejor.
— ¿Cuál?
— Quiero que pienses en un futuro juntos. Bueno, no solo pensarlo. Planearlo. De que pienses en un hogar. Dónde vivir...
— ¿Es broma?
— No creo que quieras estar apurada después. Pero tómalo con calma. Piensa primero en tu futuro. Yo no quiero ser un obstáculo, busca la universidad que quieras. No importa si es aquí o en china. Hasta allá iré. Pero quiero que piensen que después de un largo día me llamaras para contarme tu día.
— Te amo, Archivaldo. — Dijo ella con las emociones a tope.
—¿ A si?
— Si
— ¿Que tanto?
— Demaciado. Podría gritarlo.
— ¿Cómo? ¿Así? ¡TE AMO LUCIA!
Ella comenzó a reír. — ¿Que haces?
— Tu dijiste. Podría gritarlo así.. ¡TE AMO LUCIA!
— ¡Archivaldo!
— Yo ya lo grite.
— ¡TE AMO ARCHIVALDO! — Grito riendo abrazándolo por el cuello.
La sonrisa de ambos era enorme.
Archivaldo la beso y después volvieron al hotel. Archivaldo se sentía más tranquilo. Durmieron mientras la abrazaba. Era todo lo que quería. Abrazarla.
A la mañana siguiente ambos hacían la maleta con la misma emoción con la que había llegado al lugar.
— Espero que la hayan paso muy bien
— Te la rifaste, Marcus. — Dijo Arch subiendo las maletas a la avioneta.
— Espero vuelvan pronto — Dijo emocionado el hombre.
Las horas de vuelo fueron platicando. Al llegar a Culiacán les fue muy difícil separarse.
Arch suspiro y la dejo en su casa.
Madelyn esperaba a Lucia sin parar de preguntarle qué había pasado.
Llegó a su casa y todos estaba dormidos.
Arch llegó directo a su cuarto y se acostó en su cama. Despertó hasta las 3 de la tarde del día siguiente. Solo comió algo y volvió a dormir. Despertó a las 8 de la noche. Estaba cansadísimo pero tenía pendientes del trabajo así que se fue ala oficina de su padre.
Archivaldo estaba sentado tras el escritorio con la mente perdida cuando un sonido lo hizo regresar.
- Te ves abrumado
Sonrio ligero.
- Solo pensaba en como han cambiado las cosas en estos años.
Archivaldo noto que atenea traia una camisa de el.
-Te queda de vestido. - Dijo burlon
-No creas que soy tan indecente. Tengo un Short abajo, pero apenas se nota.
Archivaldo asintio. - se te ve bien.
- ¿Y que tal las cosas con Lucia?
- Bien. - Dijo Archivaldo con una sonrisa genuina. - Ella es mi sol. — Dijo recordando la historia de los girasoles.
Atenea sonrio de lado.- Parecen mas unidos.
- Si,— Dijo emocionado.
Atenea rodio el escritorio y se sento en la orilla frente al joven.- Sabes siempre crei que tu y yo teniamos una conexion.
Archivaldo empezo a reir.- La tenemos. Siento que eres importante. Pero no es como con ella. - Aclaro.
- ¿Entonces como?
- Es dificil explicar.
— ¿Que tiene ella de especial? — Archivaldo sintio extraña la pregunta pero no pudo evitar sonreír en recordarla.
— No lo sé. Sabes siempre digo que son sus piernas pero siempre he pensado que es más allá de algo físico.
— Ya veo...
Atenea miraba fijo a Archivaldo.
— Si las cosas no se... no se hubieran dado con ella tu y yo pudimos habernos divertido mucho — Soltó ella de golpe jugando con los botones de la camisa.
Archivaldo entendía a dónde iba toda la situación y no le agradaba mucho. Estaba nervioso. Pensó que después de este tiempo ella lo vería como un hermano, pero parece que no. "Joaquín tenía razón, pensó"
— Eso quedó en el pasado. Ya no pasó, ya no pasará. Tu y yo no somos para eso.
— ¿En serio?
Atenea se acercó bastante a la silla y juntó sus labios con los de él. Al inicio no se movió de la sorpresa. Su instinto le ganó y empezó a besarla también. El beso se intensificó en movimiento pero ahí lo entendió. No sentía nada. No había nada. Se sentía vacío. Archivaldo intento pararse de la silla pero Atenea intento sentarse encima de él. El joven la tomo de las muñecas para alejarla pero el sonido de la puerta crujir los separó de inmediato.
Lucia estaba ahí.
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Quédate
Science FictionEsta historia narra el tiempo que Elena vivió con Iván y Ovidio Guzmán. Seamos sinceros, no existe nada que justifiqué el comportamiento de estos individuos en la vida real. Pero al fin de cuentas son humanos, con sus errores y sus emociones. Indep...