Miedo III

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Narra Elena

A la mañana me levanté temprano me bañe y aliste, escuche como los muchachos desayunaban. Respiré profundo un par de veces y tome valor para hacer mi petición.

— Quiero ir a Culiacán a ver a Fernanda, por favor. — Dije rápido. Sonó más a una orden.

—No. — Dijo Iván molesto llevándose un pedazo de pan a la boca.

Los muchachos estaban complemente serios. Por alguna razón ninguno levantaba sus cabezas de sus platos e Iván había amanecido más insoportable.

— Solo será un rato.

— No voy a gastar dinero, tiempo y esfuerzo en llevarte. Ni yo, ni nadie de mis hombres. Nadie aquí es tu mandadero.

— Pero...

— Ayer es cuando tenías que haber ido. Y no andar de metiche en mi oficina.

Me molestó al ver cómo me hablaba.

— Las reg...

— No salgas con eso. No tenemos cinco años. — Dijo Iván levantándose de la mesa sin terminar de desayunar molesto. — Tienen 5 minutos para estar afuera en la avioneta o los dejo, — dijo mirando a los muchachos.

En cuanto Iván atravesó la puerta principal Néstor y pancho suspiraron. — Va a ser un largo día. — Dijo Pancho acomodándose su cachucha.

— Amaneció alterado. — Dijo Néstor quien luego se quedó quieto recordando algo. — ¿Pues que le dijiste ayer en la noche? — Dijo girandose a verme

— ¡Nada! — Dije molesta. — Yo me quedé dormida y cuando desperté él ya tenía ese humor.

— Hay que preguntar si puede venir Janeth. — Dijo Ovidio recogiendo sus platos.

— ¿Quien es Janeth? — Pregunté ayudando a Ovidio.

— El jale favorito de Iván.— Dijo Pancho

— Oohh.. — Dije pensativa

— Tranquila, solo no le hagas caso. — Dijo  Ovidio dándome una palmadita en el hombro. — Yo mañana te llevo con tu amiga.

— Gracias. — Dije viendo como todos se dirigían a la salida sin ganas.

Abrí la llave del lavabo para lavar los platos cuando escuché que azotaron la puerta principal. Camine extraña a la entrada cuando mire a Iván entrar nuevamente.

— Sígueme. — Dijo sin para de caminar.

— Pero...

— ¿No oíste? — Pregunto enojado subiendo las escaleras.

Quería contestarle, pero debo admitir que me moria de la curiosidad que quería que hiciera así que lo seguí.

Subimos a su cuarto, dónde yo dormía,  se acercó al closet y abrió la puerta. Hizo aun lado la ropa y mire sorprendí al ver una puerta con un pequeño tablero con número para que está se abriera.

— La contraseña es 3005. 30 de mayo. No la apuntes solo grabatela. — Dijo rápido poniendo los números. Rápido la puerta cedió sus cerraduras una vez que el código fue introducido.

La puerta era bastante gruesa. Me quedé asombrada.

Entramos a un cuarto. Algo grandesito.

— La puerta es aprueba de balas. Una vez adentro puedes cerrar desde aquí y aplastarle a este boton y aunque pongan bien la clave no abrira. Hay comida. Un colchón. Un radio que solo se comunica con el mío y allá en la esquina hay un arma. Y aquí... — Dijo dirigiendose a un pequeño mueble. Lo movió. — Este pequeño pasadizo da a un garage y antes de llegar hay una copia de llaves de cada carro. ¿Sabes manejar?

Asentí.

— Bien. — Dije calmandose un poco. Volviendo a poner el mueble donde mismo.

— ¿Porque me dices todo esto? — Pregunté extrañada.

— Por que no quiero que... — Se cayó rápido. — Porque el pendejo de Damaso amenazó con volver. No creo que lo haga. — Dijo caminando de vuelta al cuarto. — No podra, ya reforze la seguridad. — Dijo cerrando la puerta secreta. — Pero no quiero que... Pase algo como lo de ayer. — Decía aun con el ceño fruncido y molestia en su voz. — Y si pasa algo... Debes saber cómo actuar. — Dijo mirándome a los ojos. — No iremos muy lejos está vez. Y como dije ya puse más seguridad. — Hizo una pausa. — Pero no me quiero ir con el pendiente.

Hice una pequeña sonrisa de lado.

— No estás molesto.

— Vas a seguir con eso. — Dijo girando los ojos molesto caminando de vuelta a la puerta principal.

— Tienes miedo. — Repetí.

— Eres muy molesta.

—  Gracias por cuidarme.

—Solo lo hago por qué prometí devolverte completa.

— Marco ya no es mi novio. — Dije algo sería.

Iván se quedó callado dos segundos. — Pero igual cumplire mi promesa. Al fin de cuentas ¿Que es un hombre sin palabra? — Dijo ahora bajando las escaleras.

— Pues nada. Y tú eres nada. — Dije caminando detrás de él.

Iván paro en automático y yo choque con su espaldas.

— ¿Que haces? — Dije molesta agarrándome la nariz. Iván es alto y está bien macizo, parecía que lo habían clavado al piso.

Iván paro de caminar e hizo una pequeña risita al ver que me golpe con su espalda.

— ¿Eso sí te da risa? ¿Verme sufrir?

Su sonrisa se borró poco a poco. —Elena hay que mantener esto lo más tranquilo posible. No eres unas mala muchacha, y no lo tomes a mal, pero no quiero ser tu amigo.

— ¿No lo entiendo que te hice? — Dije extrañada.

— Nada Elena. Pero mantén tu vida lejos de problemas. — Dijo para caminar a la salida.

Frunci el ceño cuando azotó la puerta.

Y al segundo la volvió a abrir. — Ah, y también deja de querer ser amiga de los muchachos,en especial de Ovidio. Es incómodo.

—Crei que les caía bien

—Solo intentan no ser groseros. — Dijo por último azotando la puerta.

Termine de lavar los platos y me la pasé en mi cuarto todo el día. Solo baje por comida y no hacía otra cosa que pensar todo lo que Iván me había dicho.

Literalmente no hice nada en todo el día. Cómo a las 10 escuché que llegaron los muchachos pero no quise salir. Solo me tape y decí por primera vez hacerle caso a Iván.  A los segundo me quedé dormida




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