La joven II

1.6K 119 11
                                    

— ¿Que dices? — Dijo archivaldo extrañado.

— Te gustó la plebe pa que te haces. — Dijo Andrés divertido intentando caminar rápido para no perder a la joven

— Estás loco Andrés, se va a dar cuenta que la seguimos. Déjala en paz. Vámonos.

— De perdida saber dónde vive. Debe vivir cerca.

— Andrés, déjate de cosas vamos a parecer viejos urgidos. Vámonos.

— Andale. Esta bonita. No es mi estilo... Sabes que a mí me gustan bien flaquitas. Pero tiene algo la plebes. Esta bonita. Y tiene figura bonita.

Archivaldo apretó los dientes.

— Con todo respeto a la señorita, veda y a ti carnal.

Archivaldo camino detrás de la joven pero al verla entrar a una casa se recargo en la pared y Andrés en un postre parando de golpe.

— Ya fue suficiente. Vámonos.

— ¿Y si pasamos por su casa? — Pregunto Andrés emocionado como niño pequeño.

— No. — Archivaldo comenzó a caminar devuelta a la camioneta apresurado.

— ¿Papi, gusta ver alguna camisa? — Preguntaban las jóvenes de algunos puestos.

— Vergaaaaa. ¿Viste a esa muchacha? — Pregunto Andrés impresionado. — Aquí hay de todo y todo se mira muy bueno. — Decía emocionado.

— Si. — Dijo Archivaldo haciéndose el tonto. — Pero ya vamonos

Ambos se subieron a la camioneta y archivaldo manejo pensativo devuelta a la fiesta.

— ¿Y como les fue? — Pregunto el señor Antonio.

— Archivaldo vio a una joven que le lleno el ojo. — delató Andrés a su primo.

— ¡Hombre! Dinos quién fue. Capaz y los muchachos pueden conseguirtela y traerla.

— No... No, no. De verdad no es necesario.

— O de perdida una parecida...

— De verdad no. Estoy bien

— ¡Venga! ¡Hombre! Actúas como viejo amargado, eres un muchacho. Llévate a la que quieras al cuarto... Tu primo no perdió el tiempo.

Andrés y Archivaldo buscaron con la mirada a Freddy y se dieron cuenta que ya no estaba, mientras que una joven besaba lento a Joaquín mientras tenía la mano en el cuello de él

No era de sorprenderse.

— Tu padre se hizo así, cuando se casó... ¿Acaso tú ya conociste a tu Elenita? — Pregunto Don Antonio curioso.

— ¿Conoces a mi mamá? — Pregunto Archivaldo sorprendido.

— Tu madre es el tesoro secreto más preciado de tu padre. Solo habla de lo bella e inteligente que es. Pero jamás ha querido presentarnosla.

— Lo es. No hay ninguna duda. — Dijo archivaldo seguro.

— Eso parece... Pero no contestaste mi pregunta Ivansito... ¿Ya conociste a tu Elenita?

— Creí haberla conocido. Pero todo se acabó antes de empezar.

— ¿Entonces a qué le tienes miedo? Ya perdiste algo que querías. Es triste, pero son las cosas que te hacen hacerte un hombre.

— No tengo ganas de andar con cualquiera.

— Entonces no lo hagas. Si las jóvenes de aquí no te llaman la atención, entonces vuelve mañana y busca a la que si. La que te rechazo ya no importa. Creeme, ese tipo de mujeres no cambian de opinión.

— Lo dice como si supiera de lo que habla...

— Por que me pasó. Su nombre es Sahara, era la joven más preciosa que hubiera visto en mi vida. Estábamos en preparatoria y me gustaba. Bastante. La acompañaba a su casa, pero yo era un don nadie, y en si. — Rio irónico— Entre al negocio por tener dinero para poder llenarla de lujos y jamás le faltará nada. — Don Antonio arrugó la frente y se quedó serio unos segundos y suspiro. — Fuimos novios unos tres años... Los mejores de mi juventud, ella me hacía querer ser mejor, la quería como no tienes una idea... Un amor tan puro que jamás podré volver a encontrar. Cómo dije... Era un don nadie. Era un hombre flaco, alto, sin plata en el bolsillo, nada guapo, medio chistoso. Y aún así ella siempre tenía una mirada de amor para mi.

— ¿Y que fue lo que pasó?

— Entre al negocio, y compré un auto para llevarla a pasear. Los contrarios nos siguieron y resultó herida. Me pidió que dejara el negocio. — Dijo mirando el piso. — Pero yo no sabía hacer nada. No había forma que yo pudiera darle algo mejor. Ella temia por mi vida. Pero al final me gustó más el dinero. — Suspiro. — Ella se alejo. Se casó con otro. Y yo también hice lo mismo. Jamás pude olvidarla, pero ella jamás cambio de opinión y yo tampoco lo haría. Pero tú debes de decidir... El negocio o ella...

— ¿Algún crudo consejo?

— Si, te voy a ser muy sincero. Nunca la vas a olvidar. Van a pasar años y vas a tener el pensamiento de que hubiera pasado. Vas a desear que ella esté para las fiestas. Pero vas a conocer más mujeres. Vas a madurar y te vas a dar cuenta que uno no siempre se queda con quién realmente ama.

Archivaldo le dió un trago a su bebida pensativo.

— Piénsalo bien muchacho. — Dijo Don Antonio volviendo a la fiesta

— ¿Y que pensaste? — Pregunto Andrés

— Ocupo dormir. — Dijo Archivaldo.

Los muchachos entraron a la casa y los escoltas los llevaron a una habitación a cada uno. Archivaldo no quiso pensar y solo se quedó dormido.

A la mañana siguiente.

Archivando se levantó temprano y se dió cuenta que le había dejado ropa en el pasillo, se dió un baño y salió al patio.

Era un desastre había gente dormida en césped y había drogas por todos lados y botellas de licor y cerveza.

— Buenos días, ocupo una camioneta. — Dijo a un joven que estaba ahí que parecía más a o menos de su edad.

— ¿Irás solo? ¿No quieres escoltas?

— No, estaré bien.

Archivaldo tomo las llaves y camino a la camioneta pero luego de unos pasos se regresó.

— Ocupo comprar unas cosas ¿Crees poder acompañarme?

El joven asíntio. — Soy David.

— Soy Archivaldo

— Lo se, tu padre y tu abuelo vienen seguido. Hablan mucho de ti y de tu hermano

Archivaldo sintió algo de nervios ante el comentario del joven. — Espero que cosas buenas

El joven sonrió. — Dicen que ustedes son el futuro del negocio.

— Se supone... — Dijo Archivaldo viendo por la ventana.

El joven miro pensativo a archivaldo y no dijo nada hasta llegar al lugar. —Bueno. ¿Y que quieres comprar?

— Unos rastrillos. — Dijo tocándose la barba de días. Sus mejillas ya debían raspar.  Era joven pero aún así el vello facial nunca había Sido un problema para él. Le gusta la idea de tener barba, pero aún no. Lo haría verse más viejo. — Y tal vez algun recuerdo.

David estaciono la camioneta en un súper pequeño y ambos se bajaron. Mientras archivaldo miraba los rastrillos miro pasar a la joven de ayer. Su corazón se aceleró rápidamente, quería correr detrás de ella. Pero era muy estúpido. Clavo mentalmente sus pies al piso y se calmo hasta que David llegó a su lado. — Esos son bueno. — Dijo mirando los rastrillos que sostenía. En eso la joven volvió a pasar. — ¡Hey! ¡Gorda! — dijo David divertido.

La joven volteo.

QuédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora