Tercer encuentro

1.3K 102 3
                                    

Después de jugar un rato en el río todos se salieron.

David los llevó a casa del señor Antonio.

Ahí hicieron una fogata y empezaron a tomar mientras miraban la lumbre.

— ¿Entonces... Ustedes son hermanos? — Pregunto Olga mirando a Joaquín, archivaldo, Andrés y Freddy

Todos asíntieron.

— Crei que eran primos. — Dijo David.

— Pues, se supone. — Dijo Archivaldo. — Pero nuestros padres siempre han Sido muy unidos y hemos crecido juntos. Desde siempre. Así que solo nos vemos cómo hermanos.

David asíntio. — Que chilo.

— ¿Son de la misma edad? — Pregunto Olga.

— Archivaldo es el mayor, un año menor es Freddy, luego Andrés y yo que somos de la misma edad. — explico Joaquín

— Casi seguidos.— Dijo Dyan.

— Es mejor, pero... Creo que aunque hubiera más diferencia de edad nos seguiríamos llevando bien. — Dijo Freddy.

En eso el celular de archivaldo sonó.

" Estás bien?" Era un mensaje de Lucia.

No contesto.

— Debe ser bonito sentir que perteneces a una familia grande y unida. — Dijo Atenea.

David miro de reojo a su prima

— Así nos criaron. — Dijo Archivaldo. — La familia siempre es lo primero. Por qué sabes que ellos harían lo mismo por ti.

Atenea sonrió irónica.

— ¿Aquí no es así? — Pregunto archivaldo.

— Nuestra familia es un poco más complicada. — Interrumpió David.

Archivaldo considero no preguntar más y solo asíntio.

Joaquín intento calmar el ambiente poniendo música en una bocina y empezó a bailar, los demás le siguieron el ritmo y se pusieron a bailar con el.

Atenea miraba a todos sonriendo.

— Así que... Atenea. —Dijo archivaldo sentandose a su lado.

— Puedes burlarte todo lo que quieras de mi nombre. No hay cosa que no escuchara desde el kinder

Archivaldo le dió un trago a su cerveza. — En realidad es bonito. Es de diosa. Le queda a la que lo porta.

Atenea sonrió ironica. — ¿Eso te funciona de dónde vienes?

Archivaldo suspiro arremangando las mangas de su camisa a los codos. — Te soy sincero... De dónde vengo no ocupo ni hablar para que algo me funcione. Así que estoy haciendo mi mejor esfuerzo. ¿Que tal me va?

— Creo que puedes hacerlo mejor.

— ¿No te basta con esta cara y este cuerpo?

Ella achico los ojos inspeccionandolo. — No. — Dijo segura. Aunque sabía por dentro que mentía.

La sonrisa de él se hizo más grande. — Seguiré intentando entonces... Pero... No me has dicho por qué Atenea.

— Mi madre era coreana. Se había venido muy joven a Colombia. Pero aún conservaba algunas costumbres. Se dice que el nombre de un niño o niña es muy importante. Define tu futuro. Y mi padre cuando supo que era niña no estaba muy feliz por qué quería un hombre, pero mi madre lo convencio que yo sería... Una guerrera. Así que... Así es como llegamos a Atenea. La diosa de la sabiduría, la guerra... La más valiente.

— El nombre es bonito, pero el saber el por que, lo hace más especial aún. Y más que le haces honor al nombre.

— lo intento. — Dijo sonriendo de lado. — ¿Y por qué archivaldo?

— Es el segundo nombre de mi padre... Supongo que si llegaba a existir la posibilidad que no fuera su hijo, deperdida sería su tocayo.

Atenea rio casi escupiendo la cerveza

Archivaldo sonrió satisfecho. — ¿Y aún vas de caza con tu padre?

Atenea cambio su rostro. — No. Falleció hace unas semanas.

— Lo lamento.

— No te preocupes. No lo sabías... Aparte, creo que estaría muy orgulloso de mi si hubiera visto como les patee el culo con las pistolas de pintura.

Archivaldo sonrió. Pero cambio su rostro al pensar lo triste que sería perder a su padre.

— ¿Eran muy unidos? — Pregunto Archivaldo.

— Si y no. Chocabamos mucho, pero había un cierto cariño especial. No teníamos miedo a decirnos la verdad y hablar con franqueza. ¿Tu eres unido a tu padre?

— Mucho, casi no nos vemos por su trabajo. Pero lo admiro y respeto mucho. Y más por qué soy el mayor, se que confía en mi. Y pensar que me puede llegar a faltar...

— Sientes que es horrible. — Dijo Atenea mirando el fuego. — Y tal vez creas que lo mejor es vivir tu vida como él hubiese querido que la vivieras. Pero sabes... No creo que muchas veces sea así. Mi padre y yo teníamos muchas diferencias, pero se que estaría feliz sabiendo que hice lo que me hacía feliz a mi.

— Creo que siempre lo recordaría.

— Eso es bueno. Cuidar su recuerdo. Hablarle a tus hijos de él. Uno no deja de existir cuando muere, si no cuando lo olvidan.

Archivaldo asíntio.

— ¿Y te gusta aquí? — Soltó Archivaldo

— ¿De que hablas?

— De Colombia. ¿Nunca has pesando en viajar?

— Claro que sí. Pero con esta economía no creo poder.

Archivaldo empezó a plantear la idea cuando su teléfono sonó con mensaje de Lucia.

Lucia: ¿Podemos hablar?

QuédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora