Empieza la batalla

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— ¿Crees que se anime? — Pregunto Ovidio Curioso.

— Nos ahorraría mucho tiempo. El culpable sería el Chiquete. Nosotros no meteriamos las manos. — Dijo Iván obvio.

— ¿Y que hay de Elena? — Pregunto Pancho.

— Pues la soltamos. — Dijo Ovidio.

— Esa plebe cada vez se ve más aburrida. Se me hace que un día se va a colgar del abanico.

— Pues si lo hace también nos ahorra tiempo. — Dijo Iván. — Se la enviamos a Marco y ya no hay necesidad de matarlo. — Nosotros vivimos sin Edgar, él sin Elena.

— ¿Y por qué no...? Adelantar nosotros el proceso.

— Alfredo nos mataria. Aparte de que aunque no lo parezca si me da lastima la plevita. Esto no es culpa de ella.

— ¿Entonces no te animarías a matarla?

— Nadie va a hacerle nada. — Dijo Ovidio firme

La verdad es que no quise escuchar más. Me subí lento y quedé un poco asustada por esa plática de si me matarían o no.

                                          °°°

Cuando desperté a las 9:00 ya estaba arta. Quería irme y si habían dicho que no me matarían entonces haría lo que sea para que me soltaran.

Me puse mi ropa y camine directo a la mesa, segura, los muchachos me miraban fijos sin decir nada.

— Quiero hablar con Fernanda — Dije segura

— ¿Quien es Fernanda? — Pregunto Néstor curioso

— Quiero hablar con Fernanda. Mi amiga que conociste en el hospital— Repetí.

— No. — Dijo seco pancho.

— Si. — Dije molesta mirándolo a los ojos.

— Actuas como niña chiquita — Dijo Iván sin parar de desayunar y sin verme.

— Nadie te pregunto. — Dije rápido.

— Me voy a comer al patio. —Dijo Pancho

— Te acompaño — Dijo Néstor

— Apuesto 50 a Elena. — Dijo Ovidio llevando un bocado del desayuno a su boca.

Pancho y Néstor regresaron de inmediato a sus asientos.

— 50 a Elena. — Dijo Néstor.

— Pinches traicioneros. 50, al toron de Iván. — Dijo Pancho.

Los tres recibieron una mala mirada de nosotros.

Seguí viendo a Iván directo a los ojos.

— Bien, tu ganas pero ocupo ir a Culiacán mañana. — Dije tranquila.

Iván se quedó inmóvil analizando la situación.

— No. — Dijo seco.

— Sabes empiezo a creer que realmente estoy secuestrada.

— ¡Vaya! ¿Hasta ahorita? Te faltan ver más películas o leer. Para que ahora entiendas que como secuestrada, debes estar llorando en una esquina sin estar chingando cada 5 minutos.

— No pienso hacer eso. No vas a matarme

— ¿Es un reto? — Pregunto Iván divertido.

— Es una afirmación.

Iván se quedó tranquilo y sonrió. Se levantó y abrió la puerta. — ¿JULIO, PUEDES LLEVARTE A LA SEÑORITA A SU CASA POR FAVOR? ... Listo. Tu te vas, matamos a Marco y todos felices. — Dijo contento.

— No... — Dije en un suspiro.

— Sii... — Aseguro Iván. — Aunque sabes, vete. Me ahorra tiempo, dinero, esfuerzo ¡Y corajes!

— ¡A penas y respiro cerca de ti y tu te enojas! Estás molesto ¡Todo el tiempo por todo! ¿No haces otra cosa? ¿No tienes novia? ¿No sales? ¿No coges o que?

Ovidio tosio al ahogarse con su comida de la risa.

— ¡Que te importa!

— ¡Nisiquiera ocupas contestar, con tu notable irritabilidad que estás todo el maldito tiempo conozco tu respuesta!

Iván me miraba enfurecido pero no decía nada.

— Vete de mi vista.

— Me voy a mi casa.

En eso se escuchó que tocaron la puerta principal.

Los cinco volteamos a la puerta.

— Vaya... ¿Me estaban esperando o que? — dijo Alfredo atravesando la puerta.

— Pásale está bueno el agarre, Carnal. — Dijo Ovidio.

— Cállate Ovidio. — Dijo Iván.

— No es agarre, Ovidio. Le di dos opciones y tiene que elegir una. — Dije firme.

— ¿Y cuáles son? — Pregunto Alfredo.

— Ir a Culiacán a ver a Fernanda o poder hablar con ella.

— Mmmm... Elena es arriesgado que le hables. — Dijo Alfredo tranquilo. — Y más que venga... Así que alguien te llevará mañana a Culiacán.

Sonríe.

— ¡Bravo! — Dijo Iván aplaudiendo. — La bebé hace puchero y ¡alguien corre a ponerle un chupón!

— Es que tú te exaltas por todo. Eres igual al Kevin.

— ¿Que pasa con Kevin? — Pregunto Néstor chismoso.

— Le caigo mal.

— Tal vez es por qué eres molesta... O tonta. — Dijo Iván obvio.






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