Archivaldo VIII

2.4K 163 23
                                    

— ¿Dónde estaban anoche? — Pregunto Pancho.

— En una fiesta. — Contesto Freddy.

— ¿Y en la madrugada? — Pregunto Néstor.

Los muchachos se pusieron tensos ante la pregunta.

— Fuimos por comida— Mintió Andrés.

— Agarramos un sapo en la mañana que nos dijo que los Carrillo habían hecho un operativo para volarnos la cabeza a su tío Ovidio, Alfredo y a mi. Y a nuestros hombres. Se dice que hicieron un trato con un Guzmán para que le entregará una mercancia personalmente. — Dijo Iván intentando mantenerse tranquilo. —¿Quien fue? — Pregunto mirando a sus hijos. Aunque una parte de él ya sabía la respuesta.

— No se de qué hablas. — Dijo Joaquín

Iván se paró molesto y azotó su mano en la mesa. — ¡El sapo dijo que el hombre encargado de volarnos la cabeza se vio ayer con tres niños en la madrugada que le dieron 3 kilogramos de cocaína en un envoltio con nuestro cello! — Dijo alterado. — No voy a volver a repetirlo. ¡¿Quien fue?!

Joaquín abrió la boca para decir una excusa pero su hermano lo interrumpio.

— Yo. — Dijo firme Archivaldo.

Iván le dió más coraje al darse cuenta que no se había equivocado. Tenia rato dándose cuenta de lo que estaba haciendo pero no pensó que fueran tan descuidados.

— Párate. — Le ordenó a su primogénito.

Ivan camino hecho una furia al patio de atrás donde los demás no escucharían su conversación.

— ¿Crees que hiciste un buen trabajo? — Pregunto Iván enfurecido. — Te pusiste en riesgo a ti, a tu hermano y a tus primos haciendo este negocio. Y dejaste a tu hermano solo en esa fiesta. ¿Crees que hiciste un buen trabajo?

Archivaldo se sentía molesto e impotente. Estaba decepcionado de si mismo. Pero lo que más le afectaba era haber decepcionado a su padre.

— El negocio iba a bien. — Dijo algo molesto. — Solo fue un error.

— Un error como ese pudo haberles costado la vida.

— Entonces enséñame. Soy tu hijo, hago mi mejor esfuerzo en la escuela, los deportes, la música pero no me interesa. Yo quiero entrar al negocio familia.

Iván se quedó mudo. — Tu, ¿No quieres otra vida?

—No. — Dijo firme archivaldo. — Quiero ser parte de lo que mi abuelo creo. Quiero ser como tu

Iván suspiro. — Puedo, irte enseñando poco a poco. Pero me terminas la tiendita que cocaína que te cargas. Si sigues así es más probable que termines con una bala en el culo a que termines la universidad.

Archivaldo asíntio. — Estoy dispuesto a todo por entrar al negocio.

Archivaldo miro fijo a su primogénito. — Pues para hacer eso tienes que aprender a seguir órdenes y a decir patrón. — Dijo Iván molesto. — Y al igual que la cadena alimenticia tienes que saber que siempre habrá un depredador más grande que usted al cual respetar. Y eso aplica hasta conmigo.

— ¿Te refieres al abuelo?

— Me refiero a tu mamá. Y otro regla. Le tiene que hacer caso a su mamá, si su mamá no está feliz, yo no estoy feliz y a usted y a Joaquín les va a ir de la chingada.

Archivaldo sonrió y asíntio. — ¿Tenerle miedo a la mujer también es parte del negocio?

— Más bien es cosa de Guzmanes. Y no es miedo... Es respeto,mijo. Chulear,  presumir  y darle su lugar a su mujer no lo hace menos hombre. Aprendaselo bien. — Dijo firme su padre.Hizo otra pausa. — Lo que me lleva a otra cosa. Nada de noviecitas. No está en edad de algo serio. Es hombresito. Si quiere coger, hágalo con una de su edad, use condón. Y hay muchas reglas para eso, a una mujer no se le obliga, no le maltrata de ninguna forma, y eso incluye golpes, groserías, humillar o manipular. Y uno no se aprovecha de ellas por alcohol, sustancias o pastillas o lo que sea. Y eso no es del negocio, ni Guzmanes, es de hombres.

Archivaldo asíntio.

—  Tienes que terminar la universidad. En eso no hay negociación y ni una palabra de esto a tu madre.

Archivaldo asíntio.

— Vamos. — Dijo volviendo a la mesa.

Se volvieron a sentar donde mismo.

—¿Dónde estábas ayer? — Pregunto Iván a Joaquín

— Me fui a dormir a casa de un amigo.

— Hueles a látex. — Dijo su padre seguro.

— Se fue con una morra a coger. — Dijo Archivaldo.

Joaquín miro mal a su hermano.

— Así contestame, lo que es. Tampoco te voy a regañar por irte a coger. Pero si por ser irresponsable de no avisar dónde estabas. ¿Y tu teléfono?

— Me lo robaron. — Dijo Joaquín.

— ¿Sabes quién fue?

— Creo que fue la morra con la que cogí.

Su padre casi se ahogo de la risa.

— No habrá otro. Consigue ese de vuelta.

— Está bien. — Dijo Joaquín. — Pero no le digan nada a mi ama.

— ¿Crees que le voy a decir algo de esto a tu madre? A ninguno de los dos nos conviene que sepa tu madre.
  
    

— ¿Que les conviene que yo no sepa? — Dijo Elena entrando a la cocina con bolsas de mandado.

QuédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora