Rose

410 67 39
                                    

Los días luego de la muerte de Hermione habían sido un golpe para Sirius quien se encerró en si mismo durante todo ese tiempo, parecía que el dolor le había consumido de una forma que comenzaba a acabar con su propia existencia de una forma abrasadora e inmediata.

Ella había tomado el lugar de Lily esa noche, lo había hecho y de alguna forma aquel sacrificio había bastado para darles tiempo de acabar con Voldemort y que Harry no fuese marcado, pero el precio que pagó con su propia vida dejó a todos conviviendo con una pena la cual no eran capaces de soportar por si solos.

Lily se había hecho cargo de Rose, pero el incesante llanto y repetir las mismas palabras le hacían romper el corazón cada vez, está vez no llamaba a Hermione sino a Sirius. Papá repetía una y otra vez e incluso James quien no dejaba de tenerla en sus brazos, determinó que Sirius no podía refugiarse en aquella habitación toda su vida.

- Sirius abre la puerta. Por favor - pidió James con voz suave. La pequeña en sus brazos dió un respingo ante la mención del nombre de su padre y comenzaba a escuchar atenta, en silencio.

- Vete a la mierda James - siseó al fondo. El castaño soltó un suspiro cansado y miró a la pequeña que jugueteaba con su cabello aún recostada en su hombro.

- Rosie está aquí conmigo y te necesita. Yo te necesito. Necesito a mi mejor amigo aquí - la voz del hombre sonaba suplicante - Sirius...

- ¡No! - gritó Sirius y quizás con la fuerza que lo hizo, James pudo sentir como las cosas de la casa retumbaban - Debí ser yo y no ella. Debí estar en su lugar y ella estaría aquí. Déjame en paz James, por favor. Solo quiero...quiero que todo acabe para estar con ella.

- ¿Que hay de Rose? - esta vez la voz de James sonó molesta, defensiva - ¿Piensas dejarla sola también? ¿Crees que no necesita de ti? Ya ha perdido a su madre. Sería injusto para ella que también te pierda a ti.

No se escuchó nada al fondo. James suspiró de nuevo y se sentó en el piso con su espalda recostada a la puerta. Sabía que para Sirius perder a Hermione había sido doloroso, como si una parte de él también muriera junto con ella, haciendole desaparecer en el fondo de su propio vacío.

- No tengo nada que ofrecerle - dijo la voz de Sirius, ronca, abatida - Hermione creía que podía hacerlo, que podía ser mejor solo para Rose, pero...no se cómo hacer esto solo. Me odiará al crecer, odiará ser mi hija y llevar la sangre que lleva.

- ¡Joder Sirius! Eres su padre y créeme que Rose no te odiaría. Nadie lo hará. Hermione te amaba por quién eras, y eres y serás la misma persona siempre. El mismo Sirius que conocí aquel primer día en el vagón del tren, el que decidió ser diferente a su familia y el que...

Pero James no pudo decir más nada. De sus brazos la pequeña Rose de pronto había desaparecido. El corazon del hombre se detuvo. ¿Acaso habría ido a otro lado? En un instante escuchó la voz de la pequeña al otro lado de la puerta, repitiendo una y otra vez la misma palabra.

Sirius por su parte veía como aquellos ojos grises le observaba y extendían sus manos regordetas hacia él. Le llamaba, insistentemente. Parecía que por un instante se había enojado y juntó sus delgadas cejas en un pequeño pero adorable ceño fruncido mientras gateaba hacia él, acercándose. Quizás, pensó el hombre, la imagen de aquellos ojos juzgandole eran un mensaje de Hermione. De vivir, le estaría gritando, seguramente lanzandole algún hechizo por su falta de tacto y sobretodo por ignorar a Rose.

Papá.

Rose había dado un toque con su mano sobre su pierna y le llamó como si intentara sacarle de su trance.

Marauder's SupremacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora