Hidden

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- Hermione, ven. Hay algo que quiero mostrarte.

Desde que Hermione había regresado al apartamento, las cosas eran un poco mas llevaderas, sobretodo desde que Sirius era incluso mas amable de lo que era antes y la castaña poco a poco se había acostumbrado a sus chistes, a que siempre prefería recoger la mesa y que olvidara por completo hacer el hechizo silenciador cuando hacía sus ejercicios.

Esa noche había llegado de una de las misiones de la Orden con heridas visibles y con una mirada de autosuficiencia. Sin embargo, decidió cenar lo que le habían guardado y todo eso lo hizo en silencio, hasta ese instante.

- Iré si dejas que te cure las heridas, tengo díctamo en mi bolso  - pidió Hermione pero Sirius le restó importancia.

- No es la primera vez que llego así y después de todo, siempre estoy solo pequeña giratiempos - contestó con una mirada seria y cargada de reproche.

- Pero en este instante yo estoy aquí, señor amargado. Se le llama cortesía es lo mínimo que me deberías dejar hacer, sobretodo luego de estar encerrada casi todo el día - se quejó la castaña y Sirius sonrió un poco.

- Pues, de eso te quiero hablar Granger - suspiró - Ten, comienzas mañana.

Hermione tomó el papel de sus manos y lo leyó rapidamente aunque cuando fue a decirle algo al pelinegro ya este había comenzado a caminar hacia su habitación. Apresuró su paso y le detuvo tirando fuerte de su brazo.

- ¿Es...en serio? - preguntó con ojos mas animados y sorprendida.

- ¿Por qué habría de mentirte? Pensé que ya que estás tan fastidiosa y rompiendome las pelotas con el asunto de estar encerrada tanto tiempo y que quieres ganar tu propio dinero y bla bla bla, te gustaría - explicó cansado - Es a cuatro calles de aquí, el pago es en efectivo y creo que mi encanto convenció a la dueña de que eres la mas apta para el trabajo. Después de todo te gustan los libros, ¿no es así? Es en un lugar muggle, así que estarás fuera de peligro, Mione.

- Yo...no se como agradecerte - las palabras salieron casi tan suaves que Sirius apenas alcanzó a oirlas.

- Hay unas cuantas maneras, que obviamente no querrás escuchar - le guiñó haciendo que Hermione gruñera - Bien, bien. Lo siento. Solo jugaba contigo. Si podrías hacer algo por mi, ¿sabes de algún hechizo que pueda quitarme la maldita contractura de cuello? He tenido que lanzarme a una zanja y creo que me lo he fracturado.

- Es físicamente imposible, Sirius - rodó sus ojos - No estarías caminando tan tranquilo.

- Perdón, señorita sabelotodo. No se nada de medicina muggle - replicó Sirius mientras se cruzaba de brazos.

- Puedo ayudarte, solo...ve a darte una ducha y te curaré también - Sirius abrió la boca - ¡Sin reproches! Estás demasiado grande como para comportarte como un crío.

Cuando Sirius se acercó a ella en la sala, llevaba aún el cabello húmedo y suelto, con una camiseta pues Hermione constantemente se quejaba de su falta de pudor, llevaba pantaloncillos de pijama. La castaña logró ver las demás heridas en sus brazos, cuello y algunas en su rostro.

- Entonces, ¿cuál será tu cura para mi cuello? - preguntó bruscamente.

- Primero sientate frente a mi, curaré las heridas primero y luego, vamos con tu cuello.

Hermione sacó un par de botellas de su bolso y Sirius obedeció quedándose frente a ella. La observó mientras dejaba pequeñas gotas de poción en sus brazos, manos, cuello y aplicaba delicadamente sobre su rostro un poco de un líquido algo mas viscoso.

Marauder's SupremacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora