Una lechuza con un sobre rojo se había posado en la ventana mientras Hermione preparaba la cena. Sabía lo que significaba, era algo urgente que requería su presencia de forma inmediata. Al abrir la carta se encontró con que provenía del hospital mágico y el nombre de Rose le hizo soltar de inmediato el papel y salir disparada.
Al llegar corrió a buscarle y aunque tuvo que esperar unos minutos para verle, la ansiedad se estaba apoderando de ella poco a poco. El remordimiento de haberle dejado sola luego de aquella discusión le llegó de pronto en el sabor amargo de la desesperación, Rose estaba en el hospital con quién sabe que desgracia.
Cuando le dejaron verle se arrebató a abrazarle con tanta fuerza que Rose sintió que volvía a faltarle el aire. Las manos de Hermione pronto tomaron su rostro y le vieron con tristeza, como si una disculpa se mostrase en ellos sin decir palabra alguna.
- ¿Que te ha pasado? - preguntó Hermione mientras se sentaba en el borde de la camilla.
- Una que otra cosilla. Lo que me hace pensar que debo apresurar la boda antes que no me vaya a quedar el vestido - respondió Rose quien aún en su palidez le regaló una sonrisa. Hermione frunció el ceño sin entenderlo - Eres la bruja más brillante que conozco pero nunca entiendes el doble sentido Mione. Voy a tener un bebé. ¡Estoy embarazada!
Hermione tapó su boca sorprendida, Rose sonreía feliz y aquello solo le dejó aún más perdida.
- ¿Embarazada?
La pregunta había provenido de una voz masculina que hizo que Hermione se girase bruscamente. Sirius estaba allí parado y sus ojos grises estaban fijos en su hija quien se mordió el labio apenada.
- Joder. ¿Que haces aquí papá?
- No, la pregunta es, ¿que haces tu aquí? Se supone que estás en Londres. ¿Que pasa con tu trabajo? - le riñó - Por Merlin Rose, casi me muero del susto cuando llegó esa maldita carta.
Sirius quien no había reparado en la presencia de Hermione, vio a Rose que la señalaba con sus ojos y aquello solo le hizo palidecer aún más. La castaña se levantó y le miró sin decir una palabra, para Sirius, verla era casi como ver a un fantasma. Hermione tenía ahora unos veintitres años una edad a la que Sirius no la había visto antes, su cabello estaba mucho más largo y las facciones de su adolescencia habían cambiado radicalmente.
- Señor Black - saludó ella casi en un hilo de voz.
- Her-Hermione - musitó para luego quedarse sin aire. Rose veía la escena con una sonrisa de felicidad aunque ninguno la notaba.
- Tu padre ya llegó Rose, lo mejor será que me vaya.
- ¡¿Qué?! ¿Por qué? Dejé Londres porque quería verte so-tonta. Al tontorron este lo voy a ver muy seguido ahora que será un abuelito - guiñó hacia él.
- Rose por amor a...
- No puedes reñirme Sirius - le detuvo - soy una adulta. Además, me hace mucha ilusión enterarme, no es como si la sorpresa me hubiese caído bien al inicio pero, ¿te imaginas? Podría ser un mini yo.
- ¿Es por eso que han decidido casarse? - la voz de Sirius sonó autoritaria, molesta.
- ¡No! Claro que no. Harry no lo sabe y yo no lo sabía hasta hoy - suspiró la pelinegra - Pensé que había sido por todo el ajetreo en San Mungo estos últimos días. Pero ya veo que el problema es esto - señaló su abdomen - No me veas así, Sirius Black. Tu y mamá me tuvieron más jóvenes.
Hermione miró la expresión de Sirius que parecía contenerse. Rose nunca iba a dar su brazo a torcer y permanecería en la batalla a pesar de cualquier cosa.
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Marauder's Supremacy
FanfictionLas reglas deben romperse pero para comenzar, una joven deberá dejar todo atrás.