◆нσмвяє єη¢σηтяα∂σ◆

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Después de un largo y divertido día viendo películas con sus hijos y Brad, a eso de las once de la noche decidieron ir a dormir, ya que era algo tarde y la tía de Brad había dicho que pasaría por él en la mañana.
Habían hablando con ella para contarle todo lo que había sucedido con Fred, ella no dudó en disculparse con su jefe y decirle a Emilio y Joaquín que iría por su sobrino.

Los niños ya están en su habitación, todos decidieron dormir en una misma habitación para no dejar solo a Brad. Emilio y Joaquín aceptaron y les pidieron que, si planeaban hacer otra actividad, no tarden mucho en dormir.
Los adultos decidieron ir a su habitación, en donde Emilio decidió darse una ducha, una vez este salió, Joaquín entró. Emilio ya tiene puesta la pijama y sólo está esperando a que su hermoso esposo salga para acurrucarse los dos en la cama.

—Pensé que ya te habías acostado— murmura Joaquín saliendo del baño ya con su pantalón de pijama puesto.

Nop— deja su libro a un lado —te estaba esperando.

Joaquín sonríe y camina hacia su buró, del cual saca su pomada para las quemaduras y una crema humectante para su cuerpo.
Exprime el frasquito y saca un poco de crema para comenzar a untarla en su cuerpo, a excepción de las partes donde colocará la pomada.
Emilio no le quita la mirada de encima, adora el cuerpo de su esposo, es hermoso y lo más perfecto que sus ojos hayan sido dijnos de ver.

—Amor...

—Dime— responde sin dejar de ver el cuerpo del castaño con esa mirada de amor.

—¿Me ayudas a ponerme esto?— extiende el bote de pomada al rizado. Sonríe al ver la manera tan cálida en la que Emilio lo ve.

—Claro que si.

En menos de dos segundos el rizado ya está detrás de Joaquín, listo para que el castaño se acomode y él pueda poner la pomada en las cicatrices.
El ojimiel se acuesta de lado, sobre la cama, dejando expuestas las quemaduras; baja un poco su pantalón para poder cubrir con el ungüento las quemaduras de su muslo.

—Listo— avisa al rizado para que comience.

Emilio no dice nada, simplemente se dedica a tomar, con la punta de sus dedos, un poco de pomada para después pasarla por la piel de Joaquín.

—Tienes una piel muy bonita, mi amor— halaga dejando un besito en el costado derecho del menor antes de comenzar a untar la pomada.

—Gracias, bebé— agradece Joaquín con una sonrisa. Antes hubiera dicho que no, que eso era una mentira, pero ahora Emilio le ha enseñado a aceptar los cumplidos de los demás.

Repite ese procedimiento hasta haber cubierto todas las marcas situadas en el muslo del castaño. Toma un poco de pomada y antes de expandirla en las cicatrices, deja un besito o varios acompañados por unas cuantas caricias en la parte interna del muslo. Joaquín... Joaquín simplemente se deja hacer, le encanta el tacto de su esposo.

—Eres tan bonito, mi amor— murmura Emilio ayudando a Joaquín a subir su pantalón.

—Ya, Emi— ríe comenzando a sentir sus mejillas calientes —me pones nervioso.

—Pero sólo te estoy diciendo la verdad— ríe acercándose para besar la mejilla de Joaquín —. Me encantas.

—Tú me encantas a mi— admite Joaquín peinando los rizos de Emilio —mucho.

Emilio sonríe y nuevamente se acerca más al castaño para apoderarse de sus labios en un beso tierno y suave, beso que es correspondido al instante. Durante el beso, Joaquín deja que el rizado deposite un par de deliciosas caricias por todas partes de su cuerpo, honestamente, si fuera por él, permitiría que Emilio lo trate así durante toda la vida, si detenerse ni un sólo segundo.

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