◇ℓσ ρяσмєтί◇

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Maratón 2/2

La falta de aire es intensa, pero aquellos dos enamorados parecen querer morir en medio de ese beso, pues no están dispuestos a alejarse del otro.
Un mes, un mes en el que sus labios deseaban el sabor de los contrarios, sus manos deseaban sentir la piel del otro. Un mes lleno de tortura por no poder dormir abrazados como ya es costumbre entre ellos.

—No sabes cuanto extrañé tus besos— menciona Emilio retomando el beso, dándose sólo un par de sugundos para tomar un poco de aire.

—Yo extarañé todo de ti, mi amor— mumura Joaquín haciendo lo mismo que el rizado.

A regañadientes se van separando poco a poco del otro. Sus frentes se mantienen unidas a la vez que se regalan un beso esquimal. Inesperadamente el rizado levanta en sus brazos a Joaquín y comienza a dar vueltas con él, sus risas se mezclan con el viento, que parece estar celebrando junto con ellos.

—Basta— destiene Joaquín una vez Emilio lo baja —, vamos a avisarle a los niños.

—Espera— lo detiene el rizado —. Quiero que sea una sorpresa, pero no se me ocurre nada.

—Oh, yo tengo una idea— se acerca al oido del más alto para proponerle su plan. Emilio, por supuesto, no desaprovecha la oportunidad y abraza a Joaquín por la cintura.

»¿Qué te parece?

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»¿Qué te parece?

—Me gusta, estaré en la cocina esperando tu señal.

—Bien— sonrie al ver como su esposo también lo hace —. Vamos entonces —indica besando rápidamente los labios del mayor.

Emilio sonríe enamorado deja que Joaquín lo lleve de la mano a la cocina para que espere ahí.
El plan es simple, Joaquín le había dicho a los niños que intentaría llamar a Emilio mientras hace las palomitas, así que es evidente que Eduardo preguntará si obtuvo respuesta y es ahí donde la segunda parte del plan comienza.

—Listo, mis bebés— el castaño entra a la sala con las palomitas y las papas en las manos. Ambos niños lo miran con una sonrisa —. ¿Ahora que película quieren ver?

—¿Papi?— lo llama la suave vocesita de Eduardo —¿Papá Emilio te respondió?

—Oh, es verdad— finje recordar, saca su teléfono y abre el chat del rizado —. No aún no me responde los mensajes.

—Llamalo— pide Eduardo haciendo que el corazón de Emilio se derrita de ternura —, por favor.

—Bien, vamos a ver— se toma el tiempo de llamarlo, dandole oportunidad a Emilio de apagar su teléfono para que el plan no falle —. Oh, no contesta.

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