◆єℓ αмσя єѕ υη ¢αριίтυℓσ α ραятє◆

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⚠Capítulo largo⚠

La habitación está llena de un silencio ensordecedor. El miedo se apodera de cada uno de los cuerpos allí presentes. Parece que sólo esperan el momento en el que Amelia tire del gatillo en contra de su propia hija.

Alberto quiere interferir, pero los nervios y el miedo inmovilizan sus pies, impidiéndole poder acercarse a ellas. Su voz es retenida por el enorme nudo en su garganta, que se niega a desaparecer.

Emilio oculta a Joaquín detrás de él y Francisco se coloca a lado de ellos. Los demás no están de la mejor manera. Todos permanecen paralizados, no saben que hacer o que decir, sus voces les fueron arrebatadas, no había forma de soltar siquiera una queja.

Amelia mantiene esa siniestra sonrisa en su rostro. No deja de apuntar en dirección a su hija. Es como si no le importara absolutamente lo que está pasando; su mirada parece pérdida y murmura cosas que son algo difíciles de entender, pero son muy parecidas a un "esto es para que estés orgullosa de mi, mamá", "estoy a un sólo paso de ser la mejor hija mamá, la hija que siempre has deseado".

No sabe cómo, pero Alberto logra dar un pequeño paso, justo en el mismo momento en el que Amelia quita el seguro del arma.

—Amelia, detente— ordena con lágrimas en los ojos —no puedes estar haciendo esto, Martina es nuestra hija. El odio que tienes es hacia mi, no con ella. Te casaste conmigo cuando no querías hacerlo, así que tu venganza es conmigo— a Alberto le duele con el alma la traición del que se suponía era el amor de su vida, pero su hija es más importante y si tiene que dar su vida para que ella viva lo que siempre quiso, entonces lo haría, sin dudarlo —. Amelia yo te amé durante todos los años que estuvimos juntos...

—Yo a ti no— responde entre dientes. Sus lágrimas recorren sus mejillas, pero su mirada está cargada de odio puro —. Me das asco, para mi fue un maldito infierno vivir contigo. Sólo me casé para callarle la maldita boca a mi madre, le quería demostrar que yo también podía conseguir un buen partido y que yo puedo ser un orgullo para la familia, pero claro, ella jamás lo vió— ríe forzadamente y vuelve su mirada al hombre que alguna vez la amó —. Tú no me importas ni un poco, Alberto, es más, te odio, te aborrezco, me eres repugnante y no vales nada para mi. No sabes cuantas ganas tengo de acabar contigo, pero todo lleva un orden, y primero mataré a quien me traicionó.

De nuevo, Amelia pone su atención en Martina. Su respiración es acelerada, su mirada está pérdida, en ella se refleja el dolor el miedo y el rencor;  sus manos tiemblan, pero eso no la detiene.

Dispara.

La la bala impacta directamente en el brazo izquierdo de Martina, quien cae al suelo y comienza a quejarse y gritar del dolor; gritos que son amortiguados por la cinta en su boca. Sus brazos están atados y le es imposible detener la sangre ella misma.

—¡Mamá!— David grita e intenta correr hacia su madre, pero los brazos de Emilio y Jorge lo detienen.

—Vamos, osito— habla Amelia riendo de manera extraña y exagerada —deja que mi nieto se despida de su madre, aunque no pasará mucho tiempo para que se reúnan de nuevo.

No pasa ni un solo segundo, cuando Amelia ya tiene en la mira a Alberto, el arma apunta directamente hacia él. Su sonrisa se hace cada vez más grande y su mirada se llena de odio, más del que ya tenía anteriormente.

Alberto contempla esa mirada, no puede creer que le pertenece a la mujer que juró proteger y amar toda su vida. Los bonitos ojos de Amelia ya no estaban, es más, se atreve a decir que esa que está frente a él, no es su esposa.

—¿Qué pasa, amor mio?— pregunta la mujer con un, muy evidente, tono de burla —. No pongas esa carita, tenías que saberlo, tarde o temprano tendrías que saber que no eres más que una basura.

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