◆єℓ яєρσѕσ ∂є ℓσѕ gυєяяєяσѕ◆

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—Hay que comenzar a planear la boda— menciona Joaquín bastante emocionado —. Ya quiero casarme contigo.

—También quiero casarme contigo— responde el rizado estacionando el auto —. Podemos casarnos en un mes, yo digo que sea algo sencillo, pero lindo. Algo muy nosotros.

—Me gusta esa idea— se acerca al rizado y deposita una caricia en su mejilla —tú me gustas mucho.

—Tú también me gustas mucho, Joaquín— sonríe ligeramente sonrojado —. Eres muy lindo.

Joaquín suelta una risita tímida y besa castamente los labios del rizado. Algunas veces se siguen sorprendiendo de lo que aún provocan las palabras y los actos del otro en ellos, es lindo cuando ambos se sonrojan por algo lindo que se dijeron, hicieron o por una mirada tierna que se regalan. Su amor sigue fortaleciéndose, ambos se gustan cada vez más, diario, esa medida de amor se eleva un poco.

—Vamos, hay que bajar— pide el castaño aunque no muy convencido, pues Emilio estaba a nada de acariciar su cintura, pero no pueden quedarse en el auto todo el día, quieren ver a los niños.

Bajan del auto y Joaquín espera a que Emilio cierre bien las puestas, una vez todo listo, camina hasta quedar a lado del castaño, entrelazan sus manos y caminan hacia la cabaña.
Desde lejos se puede ver las luces que decoran el amplio patio, unas cuantas mesas afuera, niños y adolescentes corriendo de acá para allá. Sus padres platican con tres personas que Joaquín jamás había visto en su vida.

—¡Papis!— el grito de Eduardo provoca que todos volteen a ver en su dirección. Emilio abre sus brazos agachandose un poco para recibir al pequeño en sus brazos, todo, sin soltar la mano de Joaquín —. ¿como les fue?, ¿por qué regresaron antes?

—Nos fue increíble y regresamos antes porque quisimos estar con ustedes— responde Emilio besando la mejilla de su hijo.

—Yo pensé que se habían peleado— confiesa Axel ganándose un pequeño golpe por parte de Joaquín.

—No digas eso ni de broma— ríe al ver a su hijo reír —. Nuestra cita fue perfecta, pero quisimos estar con ustedes.

—Vengan, vamos a comer un poco, la abuela hizo mini pizzas— Eduardo baja de los brazos de Emilio y los jala hacia la mesa.

—Joaco, hijo— la voz de Elizabeth los hace mirarla —¿está todo bien entre ustedes?

—¿Por qué todo el mundo supone que nos peleamos?— pregunta confundido el rizado.

—¿Nos peleamos y no me dijiste?— pregunta Joaquín bromeando, la carcajada de Emilio provoca calidez en su corazón.

—A mi tampoco me avisaron— ambos ríen y se detienen una vez está la mujer frente a ellos.

—Es que es muy raro que estén aquí, se supone que estarían en una cita, cualquiera pensaría que llegarían más tarde o hasta mañana— responde Elizabeth con una sonrisa.

—No, todo está bien entre nosotros mami, no te preocupes— tranquiliza Joaquín. Desvía un poco la mirada y observa a una chica que no ha despegado su mirada de Emilio —¿Quienes son ellos?

—Oh, vienen de vacaciones y se perdieron un par de kilómetros atrás, vieron la cabaña y decidieron pedir ayuda— explica Elizabeth haciendo señas para que la sigan —. Se irán mañana en la mañana.

—Hijo— interrumpe Francisco —. Te presento a la Familia Olivares— señala a una mujer de unos cuarenta y tantos años —ella es Gabriela, él es Manuel, su esposo y ella es su hija, Estela.

Estela es la chica que no ha despegado su mirada de Emilio. ¿Que se cree?
La chica es alta, casi de la altura de Joaquín, un poco más baja; cabello negro y ojos azules, es bonita, incluso su sonrisa es muy linda.

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