Capítulo 5 - Poderes Especiales

210 24 39
                                    


La cabaña estaba helada. Nadie había estado allí desde hace años. Por suerte tenía leña y electricidad.

Tendría que limpiar detalladamente para que Ángel no se enfermara. El polvo espeso incrustado sobre el piso y las ventanas era excesivo.

 Por suerte tuvo la noción de poner sábanas sobre los muebles. Eso hizo el trabajo de limpiar más fácil y más rápido.

Dejó a Ángel en su cargador y lo puso sobre la mesa. El niño se había vuelto a dormir, lo que hizo la tarea más fácil para Amanda. Tener que limpiar y escuchar al mocoso llorar sería demasiado agotador y molesto.

Le echó un vistazo al lugar que sería su hogar por quien sabe cuanto tiempo. Dejó escapar un largo suspiro de rendimiento.

La cabaña era bastante espaciosa. Consistía de una gran sala de estar, una pequeña área para un juego de comedor de cuatro sillas, dos amplias habitaciones con su propio baño, ventanas enormes que dejaban entrar la luz y una cocina amplia. 

La sala tenía ventanas que acaparaban la mitad de la pared. Había ventanas en cada esquina lo que le permitía ver hacia el extenso bosque por donde quiera que mirara.

Una chimenea en el centro de la sala que cuando estaba encendida proporcionaba calor en todo el lugar.

Dos sofas de madera muy bien acolchonados estaban uno frente al otro. Amanda no escatimaba en comodidad. Para ella no había nada mejor que recostarse en el sofá con un libro y una manta, mientras la chimenea la calentaba.

Una mesa de café estaba en el centro sobre una alfombra de cuero que necesitaba urgentemente una buena lavada.

Dos mesitas auxiliares adornaban cada lado del sofá. La cabaña en sí era muy acogedora.

La cocina era el tamaño justo para moverse sin tropezar con la mesada en el centro de la habitación. La nevera estaba a la izquierda justo al costado de la puerta. Una alacena que podía guardar los pocos platos que tenía estaba a la derecha frente a la mesada. El fregadero estaba directamente frente a la ventana lo cual le encantaba a Amanda. Siempre le daba paz lavar los trastes mientras veía la nieve caer.

La estufa era de gas y contaba con un horno bastante amplio para hornear todas las recetas que le vinieran a la mente. Cocinar la calmaba. Era la única manera de despejar el estrés que de vez en cuando la invadía.

La cabaña estaba situada en medio de diez acres de tierra. Los cuales serían ideales para el ganado y vegetación. El gran lago que rodeaba la cabaña siempre le pareció un gran placebo para su infelicidad. Sentarse a ver el hermoso atardecer la ayudaba a olvidarse de sus problemas por unos minutos. 

Amanda caminó hacía la habitación principal que consistía de una cama king hecha de madera rústica marrón con cuatro postes. El espaldar estaba forrado en cuero acolchonado negro. Del techo colgaba un mosquitero azul claro estilo princesa. Amanda solía tener una cama similar cuando vivía en Santo Domingo. Siempre se sintió como una princesa dado al gran trato de sus padres que la consentían en todo. 

Una mesita a la izquierda de la cama con una lámpara de noche que daba una luz tenue a toda la habitación hacía juego con el armario. A unos metros se encontraba el baño el cual era una mezcla de azulejos blancos y azul celeste.

El tocador también estaba decorado en blanco con tonos azul celeste en el lavamanos doble y un gran espejo completaba la decoración.

La amplia bañera tenía ajustes de jacuzzi que le permitía darse un baño de espumas cuando quisiera.

— Eso era antes, porque ahora apenas tendré tiempo de darme un duchazo rápido. — dijo poniendo los ojos en blanco.

Amanda se dirigió a la otra habitación. Esta era un poco más pequeña pero estaba completamente equipada como cuarto de huesped. Será perfecta para Angel. Solo tendría que añadir una cuna, armario y estante para cambiar pañales.

Salió de la habitación y fue a buscar los suministros de limpieza. No había tiempo que perder ya que quería terminar antes de que Ángel se despertara llorando.

**********************

Una hora después, Ángel se despertó hambriento. 

— No me puedo quejar. Me dejaste limpiar la parte más importante de la casa. Vamos a darte de comer y un baño. — le dijo Amanda como si él pudiera entender lo que ella decía.

Después de darle de comer, Amanda le dio un baño y lo cambió. De verdad que Ángel era un ángel. Solo lloraba si tenía hambre o necesitaba un cambio de pañal.

— Mis hijos nunca fueron tan buenos niños como tú. — le dijo Amanda.

— Tu mamá, por ejemplo, era una llorona empedernida. Siempre quería estar cargada y acurrucada por tu abuelo. Él siempre la consentía y la sacaba a pasear para calmarla sin importar la hora. Tú eres todo lo contrario. No pareces recién nacido.

Ángel gargajeo y Amanda no pudo evitar sonreír.

— ¿En serio entiendes lo que digo? Creo que me estoy volviendo loca. — se dijo y caminó hacia la habitación.

Amanda estaba exhausta. Hacía mucho tiempo que no limpiaba tan extensivamente y aún más tiempo que no manejaba tanto tiempo.

Colocó al bebé en la cama rodeándolo de almohadas para que no se cayera. Luego tomó una ducha rápida y se puso la pajamas. Se acostó junto a Ángel y le dio palmaditas para dormirlo. Lo miró un momento y tomó su manito. Fue en ese entonces que se dio cuenta de la cortada que tenía en el dedo índice.

— Oh. ¿En qué momento me lastimé el dedo? — se preguntó.

Los ojos de Amanda se abrieron cómo platos al ver cómo la herida que tenía en el dedo desaparecía ante sus ojos. Ángel le había sanado la herida con solo tomar su mano.

— NO PUEDE SER.


😱😱😱😱

¡¿Nuestro Angelito tiene poderes?!

Esto se pone bueno, señores.

¡No se pierdan el próximo capítulo!

Ya parezco narrador de comercial de novela🤣🤣🤣

Recuerden seguirme para que no se pierdan las notificaciones de las actualizaciones. Compartan, voten y comenten.

Nos leemos pronto.

Ana

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora