Capítulo 20 - No está muerto

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Francis estaba junto a su esposa quien reposaba en la cama. Horacio la había llevado hasta la habitación para luego llamar a su jefe.

Horacio tuvo que decirle a Francis lo que había pasado con el avión de Micah y que Diane lo había escuchado cuando hablaba con su compañero.

— ¿Cómo es posible que hayan sido tan descuidados?

— Señor, no esperábamos que la señora apareciera en el cuarto de seguridad.

— Esto no puede estar pasando. Mi hijo no puede estar muerto. — gruño el alfa.

— Es tu culpa. — susurró Diane quien acababa de despertarse.

— ¿Estás bien? — preguntó Francis preocupado.

— ¡¿Cómo voy a estar bien si mi hijo está muerto?! — gritó la mujer sorprendiendo a todos en la habitación.

Diane nunca había levantado su voz en los más de 30 años que ha estado casada con Francis.

— Diane, por favor cálmate.

— ¡NO! No me voy a calmar porque esto es tu culpa. ¡Tú mataste a mi hijo! ¡Tú lo mataste! ¡Tú lo mataste! — repitió rompiendo en llanto y golpeando el pecho de Francis.

El hombre se lo permitió ya que en el fondo su esposa tenía razón. Su hijo había tenido ese accidente por su culpa.

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En la casa Williams todo estaba en revuelo. La noticia de que Micah había fallecido en un accidente aéreo corrió como pólvora.

Lucia y su padre llegaron luego de que vieron las noticias en el internet.

— Hermano, lo siento mucho. — dijo Robert quien había sido su mejor amigo por más de 30 años.

— Gracias pero me rehuso a aceptar que mi hijo está muerto. Hasta no ver su cuerpo no lo aceptaré.

— ¡Padre! — dijo Lucia y se arrojó en sus brazos llorando.

— Dime que no es cierto. Micah no puede estar muerto. Por favor dime que no es verdad. — la muchacha lloraba desconsolada.

— No lo está. Mi hijo no está muerto. — dijo la voz de Diane desde las escaleras.

— ¡Madre! — la muchacha corrió hacia Diane pero esta la detuvo. Lucia nunca fue santo de su devoción. Había algo en la chica que no terminaba de convencerla. Era demasiado con demasiado: demasiado dulce, demasiado atenta, demasiado amable, demasiado comprensiva. Nadie era tan entregada.

— Yo sé que ustedes no me creen, pero Micah está vivo. A lo mejor está incomunicado y por eso no ha podido contactarnos.

Francis se acercó a ella y la tomó de las manos. La mujer titubeó un segundo pero luego tomó la mano de su esposo.

— Yo pienso igual que tú. Nuestro hijo está vivo y lo vamos a encontrar.

La mujer le dio una sonrisa triste y asintió.

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Micah se había ido a la habitación después del episodio con Ángel. Estaba acostado en la cama mirando el techo y pensando en lo que había sucedido.

¿Cuál era su problema? ¿Por qué reaccionaba de esa manera cada vez que se le acercaba? ¿Por qué le daba señales mixtas si no estaba interesado?

Micah estaba casi seguro de que él le gustaba a Ángel. La forma en que lo miraba, su feromonas. ¿Entonces por qué reaccionaba así? ¿Y por qué diablos siempre tenía esos malditos guantes todo el tiempo?

— Ughhh. — gritó en su almohada.

Esto lo estaba volviendo loco.

Ángel estaba sentado con sus brazos abrazando sus rodillas, frente a la chimenea con su mirada perdida en el fuego.

Después del episodio en la cocina, Micah se había encerrado en el cuarto. Ángel se sentía fatal pero era lo mejor. No podía dejar que Micah lo tocara por más que él lo deseara. Un toque suyo sería letal para Micah y no podía permitirlo.

Cerró los ojos y recostó su mentón en sus brazos.

— ¿Por qué las cosas tienen que ser así? ¿Qué mal hice en mi vida pasada para que me pasen estas cosas? — se preguntaba mientras las lágrimas rodaban sin control.

Sus sollozos silenciosos fueron escuchados por Micah quien estaba parado frente a la puerta de la habitación.

<<Por favor no llores así. Me duele el corazón verte tan triste.>>

— ¿Estás bien?

Ángel se asustó y se levantó rápidamente secando sus lágrimas.

— Sí, no te preocupes. A veces me pongo melancólico. — dijo dándole una sonrisa triste.

Micah dio dos pasos y luego se detuvo. No quería espantarlo otra vez.

— Me gusta más cuando ríes de alegría. — dijo algo triste.

— No tengo mucho por qué reír de alegría. — dijo bajando la mirada al piso.

— Siempre hay algo por qué reír de felicidad.

— No cuando tu vida es como la mía. — dijo y se dirigió a la cocina.

Micah solo pudo observar su espalda que se alejaba.

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Ángel preparaba la cena. Sería algo sencillo ya que el almuerzo había sido pesado. Ambos se habían servido dos porciones de mangú y quedaron más que satisfechos. Para la cena haría espaguetis estilo dominicano lo cual eran hechos con pasta de tomate, salami cortado en trozos, especias y lo más importante, pan hecho en casa. Micah se chuapará los dedos. 

Ángel detuvo ese pensamiento en seco. No había razón para que él pensara en Micah. Él no tenía derecho de pensar en nadie. Sus únicos pensamientos tenían que ser sus estudios y su finca.

Micah apareció en la puerta de la cocina observándolo. Por más que tratara, no podía estar lejos de él. Era como un imán que lo atraía y no podía despegarse.

— Ángel. — lo llamó suavemente para no asustarlo.

Ángel se volteó para mirarlo.

— La cena estará lista pronto.

— No tengo hambre. — dijo acercándose y liberando sus feromonas.

Ángel retrocedió chocando con la isla de la cocina embriagado por el olor tan fuerte que emanaba de Micah.

Micah esta vez no se detuvo ante su rechazo. Esta vez estaba decidido a descubrir por qué Ángel le mandaba señales mixtas. Descubriría si la atracción que él sentía por Ángel, era la misma que Ángel sentía por él.

— Por favor aléjate. — suplicó.

— No lo haré. — respondió Micah llenándose de su increíble olor.

— Por favor. — esta vez lo dijo como un suspiro.

Micah enredó sus dedos en el suave cabello y lo estiró suavemente. Respiró el olor del shampoo que se mezclaba con las feromonas de Ángel volviéndolo loco de deseo.

— Quiero besarte.

— No.

— Dame una razón válida.

Ángel cerró los ojos y no pudo decir nada.


Mi pobre bebé. Quiero abrazarlo fuerte🥺

Las cosas se ponen cada vez más difíciles para nuestro Angelito.

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