Capítulo 81 - Llegada sorpresa

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El proceso de la remodelación de la cabaña había comenzado, por lo que Ángel y Micah se mudaron al penthouse de Derek. Era lo más conveniente pero para Ángel era doloroso porque tendría que estar alejado de Choco y la finca. Angel había llegado a las 35 semanas de embarazo y la doctora le había recomendado reposo, lo que significaba que no podía ni siquiera visitar la finca.

El traslado de su cuidado al hospital de la ciudad se había completado. La doctora Roberts formaba parte del personal de este hospital, lo que facilitaba las cosas. Su padre le había pagado extra para que hiciera consultas a domicilio.

A pesar de que su habitación era muy hermosa y llena de luz, Ángel se sentía aburrido al no poder salir. Todo el día se lo pasaba encerrado y eso lo estaba volviendo loco. Caminó hacia la terraza para ver el hermoso paisaje de la ciudad. Fue allí donde Micah lo encontró.

— Hola hermoso. Te traje una merienda.

— Gracias, amor. — respondió sin ánimo.

— ¿Qué te pasa, uhm? Te noto molesto. — preguntó besando su frente.

— No estoy molesto, estoy aburrido. No estoy acostumbrado a no hacer nada.

— Ah. Sé que es difícil para ti pero es por tu bien y el de las bebés. Ya estás muy cerca de dar a luz y queremos que todo salga bien.

— Lo sé, pero eso no quita que me aburra mucho. Ni siquiera puedo caminar una cuadra.

— Da gracias que por lo menos no estás interno en el hospital. Aquí por lo menos puedes usar tu propia ropa.

— Idiota. — le dijo pegándole en el hombro. Micah lo abrazó, riendo.

— Voy a extrañar esta pancita. Me gusta tener que estrechar mis brazos para poder abrazarte.

— Aunque parezca increíble, yo también. Me encanta sentir a las niñas moverse dentro de mi. Es una sensación maravillosa.

— Estoy muy ansioso pero emocionado a la vez. También tengo un poco de miedo por ti.

— Todo saldrá bien. Tengo fé en los doctores y en mí mismo. Soy más fuerte de lo que parezco.

— Eso lo sé mejor que nadie. Tu me has enseñado a ser valiente. Gracias a ti he aprendido a enfrentarme a la vida de frente.

— Tu también me has enseñado que siempre y cuando estemos juntos, podemos superar cualquier obstáculo. Tu... — la oración se quedó a medias.

— ¿Qué pasa? — preguntó Micah preocupado.

Ambos vieron como un chorro de agua fluía de las piernas de Ángel.

— Uh oh. — dijeron al unísono.

— ¡Ay! — una fuerte punzada atravesó la espalda de Ángel.

— Respira, amor. Recuerda lo que aprendiste en la clase de Lamaze. Ven recuéstate. Llamaré a la doctora.

Micah le envió un mensaje a su mamá para que viniera a la habitación y luego marcó el número de la doctora.

— ¡Ángel! ¿Cómo te sientes? — Diane había entrado a la habitación como un torbellino.

— Estoy bien, mamá. Solo me duele un poco.

— Las contracciones se volverán más intensas. Tenemos que medir el tiempo entre cada contracción. Concéntrate en tu respiración cada vez que sientas una.

— Esta bien.

— La doctora nos espera en el hospital. ¿Cómo estás, amor?

— ¡Uf! Duele, duele mucho.

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora