Capítulo 85 - Por favor ayudalo

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La vida de Ángel y Micah era de todo menos aburrida. La llegada de Andi y Mimi lo había cambiado todo. No había día en que no le dieran las gracias a Dios por esas maravillosas bendiciones. Pero había días donde ambos querían salir corriendo y dejarlo todo. Cada día más las bebés demandaban más atención y cuidado. El pobre Ángel apenas podía dormir y descansar. Sus ojeras eran cada vez más profundas y eso a Micah le preocupaba.

— Amor, creo que sería buena idea contratar un par de nanas para que nos ayuden con las gemelas. Tú necesitas descansar. Si sigues así te vas a enfermar.

— Micah tiene razón, cariño. Yo lo había pensado y he estado buscando las mejores enfermeras niñeras de la ciudad. No está demás contratar niñeras que sean enfermeras para cuidar a las gemelas en cualquier caso de emergencia. — aclaró Diane.

— ¿Eso es posible? — preguntó Ángel con asombro.

— Oh sí. Muchas enfermeras se postulan como niñeras privadas de familias ricas. De todas maneras el sueldo es mucho mejor del que ganan en el hospital. Tengo una lista de candidatas que me parecieron adecuadas, pero es mejor que ustedes dos las entrevisten para que elijan la que más le conviene.

— Gracias, mamá. Creo que es una gran opción. Ángel necesita descanso.

— No hacemos nada con contratar niñeras si ellas no van a amamantar a las bebés. El mayor agotamiento es tener que darle el pecho cada tres horas.

— Hay lo que se llaman nodrizas. Son mujeres que amamantan a niños que no son biológicamente suyos.

— No sé cómo me sentiría si alguien más amamante a mis hijas. — dijo en tono molesto.

— Es solo una sugerencia, amor. Solo queremos que puedas descansar durante la noche. Dijiste que no querías darles leche en polvo y no tienes suficiente para bombearte. Una nodriza sería la mejor opción ya que las bebés recibirían la nutrición adecuada aunque no sea tu leche.

— Solo piénsalo. Últimamente es tu decisión y la respetaré.

— Está bien, mamá. Papá, quería pedirte un favor.

— El que quieras, hijo.

— Quiero pedirte que ayudes a Lorenzo López a salir de la cárcel.

— ¡¿Qué?! — preguntaron todos a la vez.

— Ángel, ¿de qué estás hablando? — indagó Micah incrédulo.

— Quiero que papá ayude a Lorenzo a salir de la cárcel.

— ¿Acaso se te olvidó que ese hombre te secuestró y te puso en peligro? — exclamó Micah con enojo.

— No se me olvidó. Pero él me ayudó mientras estuve encerrado. Fue el único que se preocupó por que yo comiera. Estaba tratando de encontrar la forma de ayudarme a escapar. El no sabía del plan exacto que Horacio y Lucia habían trazado.

— ¿Y tú le creíste?

— Sí. Lo vi en sus ojos. Ví lo arrepentido que estaba de haber sido parte de ese plan. Horacio le quitó el teléfono y cualquier oportunidad de pedir ayuda. Lo amenazó con matarlo si no cooperaba. Sin su ayuda esos malditos me hubieran matado. El estuvo pendiente de que no me golpearan. Cada vez que Lucia intentaba pegarme, él se interponía y recibía el los golpes. No estoy excusando su comportamiento, pero no me parece justo que sea encarcelado y juzgado como él cabecilla de mi secuestro.

Todos se miraron unos a otros.

— Está bien. Elegiré a mis mejores abogados para que se encarguen de su defensa. — aseguró Derek.

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora