Capítulo 33 - Descubriendo la verdad

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Ángel cayó sentado por la sorpresa. Leyó el párrafo una y otra y otra vez tratando de entender lo que estaba leyendo. Su abuela le había mentido toda su vida haciéndole creer que era un asesino. La ira y la rabia lo consumieron liberando su feromonas excesivamente. Se levantó del suelo y empezó a tirar todo el contenido en el gavetero. Gritaba como loco tirando todo a su paso. Micah que aun estaba frente a la chimenea se levantó como un resorte y corrió hasta él.

— ¡Ángel! ¡Ángel detente! ¿Qué pasa? ¡Ángel, ya! 

Ángel se había vuelto una fiera y no escuchaba nada. Es como si hubiera perdido todos los sentidos y solo quería destruir esa habitación.

— ¡Ángel, por favor reacciona!

Micah tuvo que sujetarlo fuerte de los brazos para poder controlarlo. Parecía un pitbul rabioso que no suelta cuándo agarra la piel. Micah tuvo que liberar una gran cantidad de feromonas para poder tranquilizarlo y aún así era imposible.

Tuvo que tirarlo en la cama sentándose encima de él, cruzando sus brazos sobre su espalda y apretando su cabeza contra el colchón. 

— Por favor cálmate. Respira. Vamos amor, respira y controlate.

Poco a poco la ira fue disminuyendo y Micah se levantó de su espalda. Lo abrazó con fuerza trayendo su cuerpo exhausto hacia él. 

Ángel se había calmado pero las lágrimas no se detenían. Los sollozos dieron paso al hipo y Micah lo dejó desahogarse. Sea lo que sea que lo puso así, debe de ser sacado de su sistema. La respiración se tornó más lenta y poco a poco volvió a ser él.

— ¿Estás más tranquilo? — preguntó Micah con voz dulce.

El muchacho asintió.

— ¿Quieres contarme?

Ángel respiró hondo y se separó de él para buscar el diario. Lo tomó en sus manos y volvió a acomodarse entre sus brazos. Esos brazos que eran su refugio. Le dió el diario a Micah para que lo leyera.

— ¿Qué es esto? — preguntó intrigado.

— Es el diario de la abuela.

Micah lo miró confundido pero aceptó el cuaderno que Ángel le había entregado. Abrió la portada y leyó el título del párrafo. Miró a Ángel sorprendido y volvió a leer lo que ahí decía.

— ¿Me estás jodiendo? — preguntó agitado.

— No. La abuela me mintió, Micah. Me hizo creer que era un vil asesino y que siempre estaría solo. Me condenó a una vida llena de tristeza y soledad y todo para qué? ¿Por qué razón hizo eso? No lo entiendo. — dijo el muchacho rompiendo en llanto otra vez.

Micah volvió a abrazarlo. Esta vez era él quien estaba lleno de ira y de rabia. ¿Cómo pudo esa mujer hacerle tanto mal a su propio nieto? Micah se sentía indefenso ante el dolor de su amor. Hubiese dado su vida con tal de evitarle este sufrimiento.

— Lo siento tanto, amor. En serio que no sé qué decir. 

— Es simple. La abuela me odiaba más de lo que yo pensaba. Es la única explicación que puedo encontrar.

Ángel empezó a temblar de nuevo pero Micah lo apretó contra su pecho dándole calor y contención.

— Espera aquí un momento. Ya vuelvo.

Ángel asintió y recostó en el espaldar.

Micah tomó los frascos de aceite esenciales y se dirigió al baño. Abrió el grifo para llenar la tina agregando bombas de baño y una buena cantidad de gotas de aceite lavanda y sándalo. Ángel necesitaba relajarse, las feromonas no estaban teniendo el efecto deseado. Ha de ser porque Micah también estaba algo alterado. Tenía tanto coraje con Amanda. Odiaba a la maldita vieja. La hubiera matado con sus propias manos si hubiese podido.

El baño estaba listo. Fue a buscar a Ángel a la habitación y lo encontró dormido. Todo ese llanto lo había extenuado. Le quitó toda la ropa y luego se quitó la suya. Lo cargó entre sus brazos para llevarlo al baño sentándose en la tina colocándolo entre sus piernas.

Ajustó la configuración del jacuzzi abrazándolo contra su pecho. Su ángel parecía un cachorrito indefenso y vulnerable. Tomó la esponja esparciendo la espuma por todo su cuerpo. Besó su cabeza apoyando la suya contra ella.

— Todo va estar bien, amor. Te lo prometo.

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Media hora después, Ángel se despertó completamente relajado. 

— ¿Cómo te sientes?

— Mejor gracias a ti. Gracias por estar conmigo en estos momentos.

— No hay otro lugar donde quisiera estar.

Ángel besó su mejilla y se acurrucó más en su pecho.

— Al menos sabemos que no morirás por mi culpa. — dijo en tono burlón.

— Es lo mejor que nos pudo haber pasado. Ahora podremos amarnos sin miedo. — le dijo volteando su rostro para besarlo.

— Tenemos que leer el resto del diario para saber las razones que la llevaron a tomar esa decisión.

— ¿Crees que haya una razón válida para arruinarme la vida? 

Micah se quedó en silencio.

— Amor, yo estoy tan enojado como tu y créeme, que si tu abuela viviera, yo mismo la mataría. Pero debemos descubrir toda la verdad para llegar al fondo de todo esto. — dijo acariciando sus manos. Con un profundo suspiro, accedió a leer el resto del diario.

— Está bien. Vamos a leer el resto.

Micah lo besó en la mejilla y lo abrazó.

— Estoy orgulloso de ti.

— ¿Por qué?

— Porque esto es bastante difícil para ti pero lo estás enfrentando de frente.

— Lo hago porque tú estas a mi lado y estando contigo siento que puedo contra el mundo.

El corazón de Micah se derritió de amor al escuchar eso. 

— Tu sí que sabes cómo ensalzar el ego de un hombre.

Lo giró para sentarlo en su regazo. Lo tomó del cuello y le devoró la boca. Ángel gimió con el contacto de esos labios deliciosos.

— Mmmm

Micah mordió sus pezones sacando sangre y luego los lamió. Agarró el pene de Ángel y lo masturbó haciéndolo correrse en sus manos.

— Te quiero dentro de mi. — susurró jadeando y tomó el pene de Micah introduciéndolo en su interior.

— Ungh. Eres un diablillo.

— Y a ti eso te fascina.

— No tienes ni la puta idea de cuánto.

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Después de dos rondas de sexo feroz, salieron de la tina para hacer algo de comer.  Entre ir a la finca, el llanto y el maratón de sexo, ambos estaban famélicos. Fueron a la cocina para preparar unos sandwiches. Micah se ofreció a prepararlos para que Ángel descansara. Luego de comer, se acomodaron en el sofá bajo la manta y empezaron a leer el diario. Las manos de Ángel temblaban. Micah las sujetó infundiéndole calma.

— Yo estoy aquí contigo, amor. Sea lo que sea que dice ese diario, yo estaré a tu lado para ayudarte.

Ángel abrió el diario y comenzó a leer, con su corazón acelerado y lleno de miedo.


Mi pobre Ángel😭😭😭

Justo cuando pienso que Amanda no puede ser un peor ser humano, pasa esto.🤬

Gracias a Dios que Micah está con él. ¿Se imaginan pasar por este dolor solo?

¡Nos leemos pronto!

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora