Ángel fue a la habitación que antes pertenecía a su abuela y se despojó de la ropa mojada. Era raro estar ahí ya que rara vez entraba a este lugar cuando la abuela vivía. Ella siempre le prohibió entrar aquí.
Según ella, no quería que desordenara sus cosas. La abuela siempre fue muy meticulosa con el orden y la limpieza y como tal, así educó a Ángel. Aunque Ángel no es tan excéntrico como Amanda, es amante del orden y la limpieza hasta cierto punto.
Ángel tomó una toalla y se dirigió hacia el baño. Se estaba muriendo de frío. Necesitaba bañarse rápido si no quería coger un resfriado. Entró a la ducha y dejó correr el agua caliente por todo su cuerpo. Sabía que más tarde estaría a dolorido por el esfuerzo que tuvo que hacer con los bastones de esquí. Era como si en verdad hubiera ido a esquiar pero sin la tabla, la pista o la diversión.
Tomó el shampoo y derramó un poco en su palma para luego ponérselo en el pelo. Cerró los ojos y empezó a masajear su cuero cabelludo. Hacía tres días que no se lavaba el pelo y ya apestaba. Necesitaba un corte urgente ya que las puntas estaban disparejas. Se metió bajo el agua y se enjuagó para luego poner el acondicionador.
Era toda una odisea lavarse el pelo. Necesitaba mantener sus rizos hidratados o se volvían un desastre. Eran una bendición y una maldición al mismo tiempo. Bendición porque le encanta cómo su cabello se enroscaba y parecía un resorte. Maldición porque era demasiado trabajo mantenerlos y cuidarlos. Se tomaba demasiado tiempo y a veces el tiempo era escaso.
Terminó de bañarse y salió de la ducha. Tomó una toalla y la envolvió en su cintura y otra para secar su cabello.
— Mierda. — siseó al darse cuenta que todas sus cosas estaban en su habitación.
Se dirigió hasta su cuarto para buscar ropa y los productos del cabello cuando se tropezó con Micah.
Ambos se paralizaron. Ángel no esperaba encontrarlo en la habitación.
— Perdón. Pensé que estabas en la cocina. — dijo con su corazón latiendo a mil.
Micah tragó en seco cuando vió el cuerpo semi desnudo de Ángel. Su miembro se despertó sin previo aviso. Por suerte la ropa que llevaba puesta era lo suficientemente larga para cubrir esa área. Recorrió el cuerpo de Ángel de pies a cabeza.
Piernas tonificadas con unas pantorrillas ni muy gordas ni muy flacas. No podía ver sus muslos pero por lo que podía ver, se notaba que eran fuertes. El bulto debajo de la toalla dejaba entrever que tenía una verga grande. Sus abdominales definidos eran el tamaño justo para su cuerpo.
Sus pectorales eran planos pero muy marcados. Pero lo que más llamó la atención de Micah de ese pecho hermoso, fueron esos delicados y apetecibles pezones. Eran de un color canela oscuro que estaban semi erectos por el frío.
Definitivamente era hermoso. Su piel estaba enrojecida por el agua caliente con gotas aún cayendo de sus cabellos, era toda una visión. Micah jamás había visto algo más bello. Todo su cuerpo gritaba ser tocado y chupado. Micah se imaginó lamiendo cada gota que se escurría por ese cuerpo perfecto. Sus ojos se oscurecieron al pensar en las miles de fantasías que pasaron por su cabeza.
— Micah. ¡Micah!
— ¿Sí? — preguntó volviendo en sí.
— Te preguntaba si estás bien.
—Claro. — respondió aclarándose la garganta.
— Pensé que te pasaba algo porque te llamé y no respondiste.
<<Porque estaba pensando en las miles de maneras en que podría follarte.>>
— Lo siento estaba distraído.
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En Lo Profundo del Bosque
Fantasy⚠️ADVERTENCIA ⚠️ Esta historia es para adultos. Contiene escenas de sexo explícitas no aptas para menores de 18 años de edad. Si no eres mayor de 18 años, por favor no la leas. Esta es una historia basada en el omegaverse donde los hombres quedan e...