Amanda se quedó pasmada ante la escena frente a ella. Ángel la había curado. No era su imaginación.
¿Pero cómo era posible que un bebé recién nacido pudiera hacer algo así? Tenía que confirmar que no era su mente jugándole una broma. Se dirigió al baño y buscó en el botiquín unas tijeras. Luego las usó para cortarse la palma de la mano.
Volvió a la cama y agarró la mano del niño una vez más. Y tal como había sucedido la primera vez, Ángel sanó su herida.
— ¡No es posible! — gritó Amanda.
Nada de esto tenía sentido. ¿De dónde venían esos poderes de sanación? ¿Que clase de niño era su nieto? ¿Será un omega, un beta o un alfa? Pero no tenía sentido lo que estaba pasando con Ángel. Hasta donde ella sabía, solo existían los omegas y alfas dominantes. Nunca había escuchado de uno que tuviera poderes sobrenaturales.
¡Esto era insólito! Amanda no sabía cómo ni porque su nieto tenía estos poderes. Lo que sí era claro es que nadie podía enterarse. Ya bastante tenía con el hecho de que era un negro bastardo como para sumarle a que fuera un bicho raro.
No. Nadie sabrá lo que su nieto puede hacer. Encontrará la forma de ocultarlo del mundo y sí mismo.
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Cinco años después...
— Mamaguela, tengo hambre.
— Pero si acabas de comer. ¿Adonde es que se te va la comida, eh? Porque eres un enclencle huesudo.
— ¿Qué es un englengue?
Amanda no pudo soltar una carcajada ante la palabra que Ángel acababa de decir.
— Enclencle es una persona muy delgada, así como tú. — le dijo tomándolo de las costillas.
— ¿Y es malo ser un enclencle? — preguntó el pequeño.
— No es malo, pero ser muy delgado no es bueno porque no tendrás las fuerzas suficientes para trabajar en la granja.
— ¿Y cómo puedo volverme fuerte, mamaguela?
— Comiéndote todos tus vegetales y dormir a buena hora.
— Pero no me gustan los vegetales. — dijo quejándose.
— Entonces seguirás siendo un enclencle.
Ángel pensó detenidamente lo que su abuela le decía y concluyó que lo mejor sería comer sus vegetales si quería crecer fuerte.
— Está bien mamaguela. Me comeré todos mis vegetales y ¡creceré grande y fuerte!
Amanda observó al muchacho y sonrió.
— Mamaguela, ¿porque tengo que llevar guantes todo el tiempo? Hace mucho calor y mis manos me sudan.
Amanda había decidido que la mejor manera de ocultarle que tenía poderes para sanar, era poniéndole guantes todo el tiempo. No podía permitir que Ángel sospechara que podía curar a cualquier ser viviente.
Pero aun así eso no le daba la tranquilidad que ella buscaba. Tenía que buscar la manera de convencer al niño de que si se quitaba los guantes, algo malo pasaría. Tenía que ser algo determinante y contundente que no dejará ninguna duda de que no podía tocar con sus manos nada que pudiera respirar.
— Ángel.
— ¿Si, mamaguela?
— ¿Tu sabes lo que significa estar maldecido?
El pequeño se detuvo un segundo a pensar. Pero no sabía lo que eso significaba, así que le preguntó a su abuela.
— No lo sé, mamaguela. ¿Qué significa eso?
— Estar maldecido significa que puedes hacer daño a los demás.
— No entiendo.
— Ven conmigo.
Ambos caminaron hacia el gallinero.
— ¿Cuál de estos pollitos es tu favorito?
Ángel miró a su alrededor buscando el pollito con el cual se había encariñado.
— ¡Este! — exclamó con una gran sonrisa.
Era un pollito amarillo con una mancha blanca sobre el ala derecha.
— Tómalo en tu mano sin los guantes.
Ángel hizo lo que su abuela le dijo.
— Ahora déjalo ir y volvamos a la casa.
El pequeño hizo lo que se ordenó y siguió a su abuela hasta la casa.
— Es hora de tu siesta.
— Pero no tengo sueño.
— Prometiste que comerías tus vegetales y dormirías mucho para crecer fuerte, ¿recuerdas?
El pequeño asintió con la cabeza.
— Entonces hazme caso y ve a tomar una siesta. Yo iré a despertarte luego.
— Ok mamaguela.
Ángel se dirigió a su habitación y se acostó en su cama. A pesar de negar que tenía sueño, se quedó dormido al minuto de que su cabeza tocara su almohada.
Dos horas más tarde Amanda fue a despertarlo. Era momento de mostrarle la razón por la cual nunca debería tocar a nadie con sus manos. Esta era la única forma de asegurarse que su nieto nunca supiera la verdad de quien era en realidad y de lo que era capaz.
— Ángel, despiertate. Ven conmigo.
El niño se bajó de la cama adormilado.
— ¿A dónde vamos mamaguela?
— No hagas preguntas y sígueme.
Ambos caminaron de nuevo hacía el gallinero.
— ¿Por qué estamos aquí otra vez?
— ¿Puedes ver tu pollito preferido?
Ángel miró a todos los pollitos que ahí estaban pero no vió al suyo.
— No lo veo por ningún lado, mamaguela.
— Vamos a buscarlo adentro.
Amanda tomó a Ángel de la mano y lo llevó hacía dentro del gallinero. Cuidadosamente llevó al niño a un pequeño nido de heno.
— Ángel
El niño se volteó para mirar a su abuela. Justo al costado de donde ella estaba parada vió a su pollito favorito que no se movía.
Inmediatamente corrió hacía él y quiso tocarlo pero Amanda lo detuvo.
— No lo toques. Está muerto.
Los enormes ojos verdes se llenaron de lágrimas.
— ¿Qué le pasó a mi pollito mamaguela? — preguntó el niño sollozando.
Amanda se agachó a su lado y le acarició la mejilla antes de decir algo que ese pequeño de rostro angelical nunca olvidaría.
— Tu lo mataste
Este capítulo fue bien difícil de escribir. Mi pobre niño😭😭😭
OK, oficialmente ODIO a Amanda😤
¿Cómo pudo hacerle eso a ese angelito? De verdad que no tiene perdón de Dios.🥺
Ya me imagino todos sus comentarios y maldiciones para esta bruja🤭
Agarren sus pañuelos porque el próximo capítulo será difícil de leer.
Guerra avisada no mata a soldado, jaja.
Cuídense mucho.
Ana
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En Lo Profundo del Bosque
Fantasy⚠️ADVERTENCIA ⚠️ Esta historia es para adultos. Contiene escenas de sexo explícitas no aptas para menores de 18 años de edad. Si no eres mayor de 18 años, por favor no la leas. Esta es una historia basada en el omegaverse donde los hombres quedan e...