Capítulo 31 - Encontrando pruebas 🔞

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La nieve comenzaba a derretirse pero no lo suficientemente rápido. Aún había demasiado para salir a alguna parte. Pero Ángel tenía responsabilidades con sus animales y no podía dejarlos que murieran de hambre.

Aunque les había dejado comida suficiente para dos días, quería estar seguro que todavía le quedaba suficiente.

— ¿A dónde crees que vas? — la voz adormilada de Micah le pregunto mientras lo agarraba de la cintura.

Ángel dio una risita infantil ante la posesividad de su amor.

— Voy a chequear los animales y asegurarme que estén bien. — le respondió acariciando la mano que lo sostenía.

—Mmm, es muy temprano y está muy frío.

— Lo sé y créeme que no quiero salir de este delicioso calorcito, pero tengo que cuidar a mis animales.

— Me gustaría ir contigo.

Ángel se volteó para besarlo y acariciar sus hermosas mejillas.

— No puedes amor. No tengo ropa apropiada para ti y no quisiera que te enfermaras. — Micah hizo un puchero.

— Pero no quiero que vayas solo. Aún está peligroso allá afuera y no tengo como comunicarme contigo si pasara algo.

— No me va a pasar nada. He hecho esto desde que tengo uso de razón. Puedo llegar a la finca con los ojos cerrados.

— ¿Seguro que no hay nada en tu closet que me pueda servir? Yo iría hasta envuelto en esta manta.

Ángel se rió ante la ocurrencia.

— La ropa no sería problema. El verdadero problema consiste en que no tengo zapatos que te queden.

— Eso lo podemos solucionar fácilmente.

— ¿Ah sí? ¿Y cómo según tú?

— Puedo ponerme mis zapatos, envolverlos en varias camisetas de algodón y luego en bolsas plásticas.

Ángel se carcajeó con esa idea de Micah. Pero cuando vio su expresión seria, dejó de reírse.

— Hablas en serio. 

Micah asintió y le acarició la mano.

— Por favor déjame ir contigo. Yo soy bien saludable y si me enfermo me recupero bien rápido. Porfa, di que sí. Di que sí. — le suplicaba oliendo su cuello y lamiendo.

El cuerpo de Ángel se calentó rápidamente. Él no necesitaba mucho para encenderse. Con solo un rose, Micah lo hacía arder de deseo. Micah se posicionó entre sus piernas comenzando un recorrido de besos húmedos por todo su cuerpo. No importaba cuantas veces hicieran el amor, Micah siempre quería más y más.

Ángel arqueó su espalda dejándose llevar por la sensación de esa boca maravillosa que le hacía ver estrellas.

— Mmm, estás muy mojado aquí. — dijo introduciendo sus dedos en su entrada.

— Ahh, deja de torturarme. Te quiero adentro, ahora. — imploraba Ángel retorciéndose.

— Valla, que mandón estamos esta mañana. 

— ¡Micah! 

— Ok, ok. Lo que mi ángel diga.

Micah lo penetró de una sola estocada enterrándose hasta la empuñadura.

— ¡Si! Así es que me gusta. Ahhh.

— Eres un goloso.

— No. Solo me gusta que me tomes y me des con todo. — dijo entre jadeos mordiendo su labio inferior con fuerza hasta hacerlo casi sangrar.

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora