Capítulo 74 - Volverá a mí

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Lucia llegó a la casa abandonada donde Horacio tenía a Ángel secuestrado. El lugar era un barrio olvidado por Dios lleno de indigentes y mugre. Se apresuró a entrar en la casa para no exponerse a ser atacada.

Tocó la puerta y esta se  abrió de inmediato. El olor a moho y mugre no era tan diferente al de afuera.

— ¿No pudiste buscar otro lugar menos andrajoso?

— ¿Qué esperabas mi reina, un hotel de cinco estrellas?

— Deja la ironía. ¿Dónde está el bastardo?

— Sígame.

Lucia entró a la habitación y casi se va en vómito. El olor a sucio y orina le revolvió el estómago. Ángel estaba tirado en una cama que lo más probable tenía chinchas y quién sabe qué otro bicho más.

— ¿Qué tal Angelito? ¿Qué te parece tu palacio? — preguntó burlándose.

— Vete a la mierda estúpida.

— Escúchame bien bastardo. Más te vale que te portes bien o no saldrás vivo de aquí.

— No te tengo miedo. Si me hubieras querido muerto, ya lo estaría. Obvio que me necesitas para algo.

— ¡Valla! Que inteligente nos salió el negrito. — replicó con sarcasmo. — Pues sí, tienes razón. Te necesito vivo para poder negociar con Micah. Tu vida a cambio de que regrese a mi lado.

— ¡Plop! Jajaja, tú sí que estás loca. No, no, no, tú no estás loca, estás de remate. ¿De verdad crees que Micah volvería contigo?

¡Paf!

La cachetada hizo que Ángel cayera sobre el colchón por el impacto.

— Si quiere que esas mocosas entren en este mundo, volverá a mí. De lo contrario, lo único que encontrará serán los pedazos de los cuerpos de esas bastardas.

El rostro de Ángel se palideció. Esta mujer sería capaz de eso y más.

— Pierdes tu tiempo. — dijo con una valentía que no sentía. — Micah no negociará contigo porque Horacio lo mató.

— ¿Qué estupideces estás diciendo?

— Antes de secuestrarme, Horacio le dio dos tiros en el pecho. Es muy difícil que haya sobrevivido. — los ojos de Ángel se llenaron de lágrimas.

— ¡¿De qué está hablando este estúpido?! — preguntó molesta.

— Micah se resistió a cooperar así que tuve que dispararle.

— ¡Mentira! Tú le disparaste por venganza. ¡Tú lo mataste! ¡Tú lo mataste! — gritó entre sollozos.

¡Paf!

— ¡Eres un imbécil! ¡¿De qué me sirve este mocoso si Micah está muerto?!

— ¡Pues matémoslo de una vez y terminamos con esto! — Horacio apuntó el revólver hacia Ángel.

— ¡No! Tenemos que verificar que esté muerto. Llamemos al hospital para averiguar. ¿Sabes a qué hospital lo llevaron? — le preguntó a Ángel.

— Seguramente lo llevaron al hospital central. Es el más cerca de la casa.

— Dame tu teléfono.

— ¿Por qué no usas el tuyo? — siseó Horacio.

— No preguntes estupideces y dámelo. Es lo menos que puedes hacer después de cagarla en grande. — Horacio se lo entregó. — Llama y pregunta. Ponlo en altavoz. Mucho cuidado con hablar de más o te vuelo los sesos.

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora