La búsqueda de Micah continuó a pesar de que los medios lo daban por muerto. Todo indicaba que había perecido en ese accidente y ni siquiera podían armar un grupo de rescate porque no sabían exactamente la zona donde se había estrellado el avión.
Lo único que sabían era que cayó en una área boscosa y que la nieve hacía imposible llegar allí. Según las noticias habían caído más de 5 metros de nieve y las carreteras estaban clausuradas. Las autoridades trabajaban arduamente para restaurar la electricidad y levantar los cientos de árboles que se habían derribado por la tormenta.
— ¿Me llamó señor? — preguntó Horacio.
— ¿Alguna novedad sobre mi hijo? — indagó Francis mientras desayunaba en el balcón de su recamara.
— Ninguna, señor. Lo siento. Aún no hemos podido trazar un plan de rescate por las secuelas de la tormenta. La nieve está demasiado alta y ha empezado a congelarse haciendo el trabajo aún más difícil.
Francis suspiró profundo, derrotado. Se puso de pie y se inclinó sobre las barandas del balcón. Miró el hermoso panorama que lo rodeaba.
La mansión Williams estaba situada en la cima de una colina en el condado de Sonoma, California. Sus hermosas montañas e interminables viñedos la hacían ver como una casa de ensueños.
Francis adoraba esta casa. De las cinco mansiones que poseía, esta era su favorita. Le encantaba como el sol caía detrás de las montañas y la manera en que bañaba sus viñedos de ese oro líquido.
En esta casa había nacido su adorado hijo. Recordaba cómo Micah corría alrededor de la casa jugando a las escondidas con él. Micah era su orgullo, lo que más quería en la vida aparte de... él.
Nunca quiso tener más hijos con Diane. Para él, Micah era más que suficiente. Seria el único heredero de su imperio y se casaría con Lucia.
— Todo esto algún día será para Micah y mis nietos. Me imagino a mis nietos corriendo por toda la casa haciendo un desorden tras otro. Llenando esta casa de vida y alegría. — dijo con voz entrecortada volteandose para mirar a Horacio.
— Mi hijo no puede estar muerto, Horacio. Esa discusión no puede ser la última conversación que tengamos. La vida no puede castigarme de esa manera. — el hombre por primera vez en su vida se mostró vulnerable.
Francis siempre ha sido un alfa de pelo en pecho. Uno que solo sabe dar órdenes y dominar. Pero nada lo había preparado para lo que estaba pasando. Solo hubo una vez cuando mostró su vulnerabilidad. Fue ese día cuando su mundo se derrumbó y fue obligado a decirle adios al amor de su vida.
— Yo estoy seguro que el joven Micah está vivo, señor.
— ¿Cómo puedes asegurarlo tan convencido?
— No sé cómo explicarlo. Pero algo me dice que el joven fue rescatado y se encuentra bien. Yo sé que hasta ahora no hay ninguna novedad, pero las cosas cambiarán una vez que la nieve se derrita un poco.
— ¿Entonces por qué no se ha comunicado?
— Lo más probable es que el servicio esté interrumpido por los cables caídos. Tenga fe, señor.
Francis asintió y volvió a mirar las montañas. Se aferraría a esa esperanza que Horacio le deba. Tenía que creer que su hijo estaba vivo y se encontraba bien.
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— !Ahhh! — gritaba Lucia de rabia y desesperación.
— Lucia por favor cálmate. No ganas nada destrozando la casa. Y por favor controla tus feromonas. — le suplicaba su madre.
— Es que si hubieras visto a la maldita vieja como me trató. Me odia, mamá.
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En Lo Profundo del Bosque
Fantasy⚠️ADVERTENCIA ⚠️ Esta historia es para adultos. Contiene escenas de sexo explícitas no aptas para menores de 18 años de edad. Si no eres mayor de 18 años, por favor no la leas. Esta es una historia basada en el omegaverse donde los hombres quedan e...