Ángel despertó bien temprano en la mañana. Tenía que ir a la granja a darle de comer a los animales. Normalmente el coordinaba las porciones de comida para varios días. Pero con el ajetreo de los últimos días, se le había olvidado.
Fue al baño a lavarse los dientes y la cara. Dios, tenía unas ojeras tremendas. Dormir se le había hecho difícil últimamente. Y más con el nuevo compañero de casa que tenía. Ángel se quedó pensando en Micah y sus mejillas se ruborizaron de solo pensar en su toque. Sus manos se sintieron tan cálidas en su cuerpo. Ángel cerró los ojos y revivió ese momento.
— Tienes que tener más cuidado. Recuerda que estás maldito y puedes hacerle daño. — se recordó a sí mismo.
Se secó la cara y se dirigió hasta su closet para buscar su ropa. Miró en su teléfono que la temperatura marcaba los -18 grados. Hacía un frío de madre pero Ángel tenía responsabilidades así que se abrigó con capas y salió de la habitación. Se dirigió hacia la puerta pausando antes de abrirla.
— Le dejaré una nota para que no se preocupe. — se dijo a sí mismo y buscó papel y lápiz.
Luego de escribir la nota abrió la puerta y casi se cae de nalgas por el fuerte viento. La nieve le llegaba a las rodillas imposibilitando caminar. Agarró los bastones de esquí para que lo ayudarán a desplazarse por la nieve. Nunca en su vida ha esquiado pero había comprado los bastones en una tienda de segunda mano. Sabía que en algún momento le serían útiles.
Entre hundiéndose en la nieve y luchando contra el viento, Ángel por fin llegó a la granja. Le tomó más de 20 minutos llegar a la granja. Por cada paso adelante que daba, el viento lo empujaba cinco.
— Hola chicos. Hace frío hoy, ¿no?. — les preguntó sonriendo.
Ángel siempre le hablaba a sus animales. Después de todo, eran los únicos amigos que tenía.
— Perdón por no dejarles su comida preparada. — dijo y una de las vacas lo empujó con los cachos en forma de protesta.
— Ok, ok. Prometo que no volverá a pasar. — le respondió a la vaca acariciando su cabeza.
Luego de alimentar a las vacas, siguió hacia las ovejas, continuando con las gallinas para finalmente llegar dónde Chocolate.
— Hola amiguito. — le dijo juntando sus frentes.
— ¿Cómo has estado? ¿Hmm?
El caballo relinchó en respuesta.
Ángel le sonrió y le acarició el lomo. Tomó el cepillo y lo aseó como a Chocolate le gustaba. Se podría decir que ese caballo era un caballo ajentaó (significa pretencioso). Le encantaba que lo pusieran de caché.
Ángel no pudo evitar sonreír por lo comparón (otra forma de decir pretencioso)que era Chocolate. Lo cepilló varias veces haciendo brillar su pelaje. Después de terminar de cepillarlo, Ángel le dio de comer y beber a todos los caballos. Se aseguró de que no pasaran frío y se dirigió de nuevo a la cabaña.
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Micah se despertó por el fuerte viento que azotaba la cabaña. Miró hacia fuera pero no podía ver absolutamente nada. La nieve cubría el vidrio de las ventanas impidiéndole ver hacia fuera. Buscó su teléfono pero se había quedado sin batería. Se había olvidado cargarlo en el avión y fue una suerte de que no lo hiciera. De lo contrario lo hubiera perdido en el incendio.
— Maldición, es demasiado temprano. — gruñó enojado.
Para colmo la habitación estaba helada, por lo que no quería levantarse. Se preguntó si Ángel estaría dormido y eso lo incentivó a levantarse y salir de la habitación. Se lavó la cara y los dientes. Buscó en el closet algo que le sirviera y lo calentará. Encontró una camisa de franela y se la puso. El olor de Ángel inmediatamente inundó sus sentidos.
<<Este olor me resulta familiar.>>
Micah volvió a oler la franela y la verdad le golpeó justo en la cara. ¡Era él! Retrocediendo ese sueño que tuvo hace 10 años, Micah se dio cuenta de que Ángel era su alma gemela. Ponerle aroma al rostro de su alma gemela resultó ser intoxicante. Se imaginó que Ángel olería dulce pero nunca imaginó que sería TAN dulce. Micah no podía creer que lo había encontrado. El sueño se había quedado corto mostrándole su belleza. Ángel era exactamente eso, un ángel caído del cielo.
Micah se abrochó la camisa y se colocó la sudadera por encima. Buscó en la gaveta un par de medias que le sirvieran pero no encontró nada. Miró sobre el buró y vio que sus medias y su camisa estaban dobladas cuidadosamente. ¿En qué momento las había lavado? Se puso las medias y caminó hasta la sala de estar. Todo estaba en silencio. Se dirigía hacia la habitación de Ángel cuando vió un pedazo de papel encima de la mesa de café.
Lo tomó y lo leyó
— Fui a la granja a darle de comer a los animales. Si despiertas antes de que yo regrese, puedes prepararte algo de comer.
Ángel
— Debe estar loco para salir en esta tormenta. — replicó Micah.
Abrió la puerta para ver si lo veía pero fue inútil. La visibilidad era inexistente. Cerró la puerta y decidió encender la chimenea. Ángel regresaría prácticamente congelado y necesitaría calor
— Como me gustaría ser yo quien lo calentara. — musitó para sí mismo.
Luego de encender la chimenea, se dirigió a la cocina para preparar algo de comer y un chocolate caliente, lo iba a necesitar.
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Ángel llegó una hora después a la cabaña vuelto un esquimal. Todo su cuerpo estaba cubierto de nieve y tiritaba temblando de frío. Micah fue hacía él para ayudarlo a quitarse la ropa mojada pero este rechazó la ayuda. Ángel vio la cara de desencanto de Micah y trató de enmendar la situación.
— Estoy muy mojado y frío, no quiero que tú también lo estés. — le dijo con una tímida sonrisa.
Micah asintió y pretendió que no le molestó su rechazo.
— Gracias por encender la chimenea.
— De nada. El frío está de verga.
Ángel río ante el comentario.
— Hice desayuno y chocolate caliente. Ve a cambiarte de ropa mientras yo te sirvo.
— Gracias. — dijo el muchacho y se marchó a su habitación.
Micah se quedó mirando la espalda de Ángel mientras se alejaba.
— ¿Por qué me rehuyes? — se preguntó dirigiéndose a la cocina para servir el desayuno.
Micah preparó el chocolate y algunas tostadas. La nieve caía sin parar y el viento azotaba la cabaña con fuerza. A pesar de que era peligrosa, la tormenta hacía todo más bello y por qué no admitirlo, romántico.
A Micah le gustaba esta cabaña. Por alguna razón que no podía explicar, estar allí se sentía como estar en casa. Lo chistoso es que en su casa nunca se sintió así. Siempre se sintió sofocado e inquieto, como si le faltara el aire.
Aquí se sentía en paz, en calma. Era como si esta cabaña le diera la tranquilidad que siempre ha buscado. Tomó dos pozuelos y los llenó de chocolate, colocó las tostadas en un plato y los llevó a la mesa. Busco la mantequilla y la mermelada de frutas, no sabía cúal Ángel prefería así que llevó ambas. Se sentó a esperar a qué Ángel terminara de ducharse, quería compartir el desayuno con él.
¿Cómo están tod@s?
Estos dos me están dando cosista☺️
¿Verdad que son lindos? Se están empezando a conocer pero ya las chispas están volando.
Vamos a ver qué pasa en el próximo capítulo.
Cuidense y nos leemos pronto😘
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En Lo Profundo del Bosque
Fantasy⚠️ADVERTENCIA ⚠️ Esta historia es para adultos. Contiene escenas de sexo explícitas no aptas para menores de 18 años de edad. Si no eres mayor de 18 años, por favor no la leas. Esta es una historia basada en el omegaverse donde los hombres quedan e...