Una semana después de que Ángel sanara a las gemelas, los tres por fin fueron dados de alta. Los doctores no se explicaban cómo pudieron recuperarse tan rápido. Lo más sorprendente de todo, era que las niñas no presentaban ninguna clase de deficiencia que era común para bebés prematuros.
Después de lo que parecían exámenes interminables, Andi y Mimi podrían irse a casa. Nadie estaba más feliz que Ángel y Micah. Estar en el hospital se había convertido en un calvario para ellos.
— ¡Por fin iremos a casa! Creo que un día más en el hospital y me hubiera vuelto loco. — replicó Micah.
— Ay amor, que exagerado eres. Hablas como si nos hubieran tratado malísimo, cuando fue todo lo contrario. Pareces un viejito gruñón. — dijo dándole un beso en la mejilla.
— ¡¿Viejito gruñón?! ¿Me acabas de llamar viejito gruñón? — Ángel reía sin control por las cosquillas de Micah. Escuchar su risa era como medicina para el corazón. — Amo escucharte reír. Tu risa es como un bálsamo para el dolor.
— Tu eres mi motivo de alegría. — confesó acariciando su mejilla. — Te amo tanto, Micah.
— Y yo mas. — Micah lo sentó en su regazo y simplemente lo abrazó sintiendo el latido de su corazón. Todo lo que había ocurrido en las últimas semanas parecía algo que pasó en otra vida. Ahora lo tenía a él y a sus hijas, no necesitaba nada más.
Toc toc
— ¿Se puede? — preguntó Terrence.
— ¡Por supuesto! — respondió Ángel levantándose del regazo de Micah.
— ¿Están listos para ir a casa?
— Más que listos.
— Aquí están los asientos para las niñas. Los abuelos están desesperados por verlas. Nunca había visto unos abuelos más ansiosos que estos. — exclamó Terrence con una sonrisa.
— Sí, mamá y papá están super felices de ser abuelos. — dijo Ángel.
Las enfermeras vinieron para ayudarles a colocar a las bebés en sus sillas de auto de la manera correcta. Una vez aseguradas, cada uno tomó una de las niñas y salieron del hospital.
Diez minutos más tarde llegaron al penthouse donde los esperaban Diane, Derek y sus abuelos. Todos estaban extremadamente felices de tenerlos de vuelta en casa, especialmente los abuelos quienes no perdieron tiempo en sacar a las bebés de sus asientos y tomarlas entre sus brazos.
— Hola hermosas, soy su güelita, Diane y este hermoso hombre a mi lado es su güelito, Derek. Bienvenidas a casa. — Diane tomó a Andi entre sus brazos mientras Derek sostenía a Mimi. — ¿No son hermosas, amor?
Derek observó a Diane acunando a la bebé y su corazón dio un salto inesperado. De repente se la imaginó cargando un hijo de ellos dos. Nunca se había planteado la posibilidad de tener otro hijo. Ni siquiera sabía si ella podía o estaba interesada en tener más hijos. ¿Cómo era posible añorar algo que nunca has tenido?
— Derek, ¿estás bien? — preguntó preocupada por el semblante en el rostro de Derek.
— Sí, perdon. Estaba pensando. ¿Que me decias?
— Te preguntaba si no son bellas nuestras nietas.
— Sí, son hermosas. Mimi tiene los ojos de Ángel.
— Y Andi los de Micah. Cada una tiene algo especial de sus padres.
— Yo estoy feliz que se parezcan a Ángel. Es como tener tres Angelitos en la casa. — dijo Micah orgulloso.
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En Lo Profundo del Bosque
Fantasy⚠️ADVERTENCIA ⚠️ Esta historia es para adultos. Contiene escenas de sexo explícitas no aptas para menores de 18 años de edad. Si no eres mayor de 18 años, por favor no la leas. Esta es una historia basada en el omegaverse donde los hombres quedan e...