Los ojos de Ángel se abrieron como platos voladores. Su pequeña cabecita no entendía lo que su abuela acababa de decirle.
— ¡Yo no lo mate! ¡Mamaguela miente! — gritaba el pequeño desconsolado.
— ¡Sí lo mataste! ¡Lo mataste cuando lo tocaste con tus manos! Tú lo mataste, Ángel. Lo mataste sin querer cuando lo tomaste entre tus manitas.
El niño estaba atónito al escuchar esas palabras.
— ¿Yo, hic, lo maté porque lo toqué con mis manos, hic? — preguntó el pequeño.
— Sí. Es por eso que tienes que prometerme que nunca tocarás a nadie con tus manos. Prométeme que siempre llevaras guantes no importa si es invierno o verano. Prométeme que nunca te los quitarás. De lo contrario la próxima vez que toques algo puede ser una persona. ¿Tu no quieres ser un asesino, verdad?
El menor movió su cabeza con vehemencia una y otra vez.
— No, mamaguela. Te juro que nunca me quitaré los guantes y nunca tocaré a nadie. No quiero ser un asesino.
— Ese es mi niño obediente. — le dijo Amanda abrazándolo.
— Volvamos a casa. Te prepararé un chocolate como a ti te gusta. ¿Quieres?
Ángel asintió. Su pequeño corazón estaba destrozado. Había matado a su pollito favorito.
Miró sus manos y luego a su abuela. ¿Y si hubiese sido su abuela a la que habría tocado? ¿Qué hubiera pasado si su abuela hubiese muerto por su culpa? En estos momentos estuviera solo sin nadie que cuidara de él.
<<No. Nunca me quitaré estos guantes. Nunca me permitiré tocar a nadie con mis manos. Nunca sabré lo que se siente sentir el calor de otra persona.>>
Amanda observó al pequeño quien estaba en completo silencio. Lo había logrado. Había destruido la inocencia de un niño de cinco años.
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— Mamaguela, ¿algún día podré tocarte con mis manos?
La mujer lo miró detenidamente. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal pero era lo mejor para todos.
— No pequeño. Nunca podrás tocarme ni a mí ni a nadie.
Los ojos del muchacho se llenaron de lágrimas de nuevo.
— No estés triste. — le dijo Amanda.
— Es mejor así. De esa forma no le harás daño a nadie y no te meterás en problemas. Recuerda que sólo puedes confiar en mí. Yo nunca te mentiría. Yo solo quiero lo mejor para ti.
— Gracias mamaguela. Solo te tengo a ti y no quiero perderte.
La mujer abrió sus brazos y el niño corrió hacía ellos.
— Nunca olvides tu promesa.
— No te preocupes mamaguela. Nunca olvidaré que no puedo tocar a nadie.
<<Aún quisiera, no podría olvidarlo.>>
Ángel se fue a su recamara y cerró la puerta. Se arrojó sobre el colchón y comenzó a llorar. En sus escasos cinco años, se había convertido en un asesino. Había matado a su amiguito plumado, ¿cómo era posible?
Los sollozos del niño se escuchaban por toda la cabaña. Eran tan desgarradores que a cualquiera se le rompería el corazón de tan solo escucharlos.
A cualquiera, excepto a la persona que los había causado. Amanda no se inmutó por el llanto de su nieto; al contrario, estaba orgullosa de su obra maestra. Había conseguido una forma definitiva de evitar que saliera a la luz la verdad sobre Ángel.
— Ya se te pasará. — musitó para sí.
— Hay cosas peores en la vida por las que tendrás que pasar. Es mejor que te vayas acostumbrando desde ahora.
Se levantó del sofá y fue hacia su habitación para darse una ducha. La caminata hasta la finca la había cansado y estaba sudada. Se dirigió hasta la bañera y abrió el grifo para prepararse un baño de espumas y aceites esenciales.
Se sentía estresada. Criar al mocoso era agotador a pesar que se portaba mejor que la mayoría de los niños de su edad. El mocoso cada día más se parecía al maldito de su padre. A pesar de que Amando odiaba al maldito, no podía negar que el hombre debió ser hermoso porque Ángel es bello. Esos ojos tan verdes y llenos de dulzura eran herencia de él.
— Al menos no eres un mono.
Mariel nunca mencionó ni siquiera su nombre. Bueno, a decir verdad Amanda no le dio la oportunidad de hacerlo. La echó de la casa sin contemplaciones y no volvió a saber de ella hasta...
Suspiró profundo al recordar ese día. Se metió en la tina y cerró sus ojos, dejando que los aceites hicieran su trabajo. Pero no podía dejar de pensar en quién era el padre de Ángel. ¿De verdad era un muerto de hambre? ¿Por qué habría desaparecido sin dejar rastros?
— Bueno, no importa. Mariel está muerta y el bastardo está conmigo. Qué importa lo que pasó con él.
Se acomodó en la tina y se dedicó a disfrutar de su baño de espumas.
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— Ángel, despierta. Es hora de cenar.
— No tengo hambre, mamaguela. — respondió somnoliento.
— No importa si tienes hambre o no, ya hice la cena y no vas a desperdiciar comida. Así que levante, lávate la cara y ven a cenar. — le ordenó, saliendo de la habitación.
Ángel se dirigió hasta el baño y se lavó la cara. Sus ojitos estaban hinchados de tanto que había llorado. Se secó la cara y se dirigió al comedor donde la abuela lo esperaba.
— Siéntate y come.
— Es que no tengo hambre. Estoy muy triste, mamaguela.
— Escucha muy bien, mocoso. La vida está llena de tristeza y dolor. Es mejor que te vayas acostumbrando desde ahora. Nada es color de rosas y nada sale como lo planeamos, así que es mejor que aprendas a no esperar nada bueno de la vida.
Angel limpió sus lágrimas y comenzó a comer sin apetito.
— ¡Deja de llorar! Los hombres no lloran. Tienes que ser fuerte, las lágrimas no sirven de nada, solo te hacen débil. Si quieres ser alguien respetable, tienes que ser duro e implacable, zero lágrimas. ¿Entendiste?
— Pero mamaguela, ¿y qué hago si algo me duele?
— Te aguantas. El dolor te hace fuerte y en la vida tienes que ser fuerte para que los demás no te pisoteen y se aprovechen de ti.
— Está bien, mamaguela. No volveré a llorar. <<Lloraré cuando no me estes mirando.>>
Sin palabras😭😭😭
Decidí agregar algunos párrafos más porque estaba muy corto. Perdón por escribir más de la vieja bruja pero quería que este capítulo expresara que la inocencia de Ángel en si había sido destruida.
Cuídense mucho.
Ana
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En Lo Profundo del Bosque
Fantasía⚠️ADVERTENCIA ⚠️ Esta historia es para adultos. Contiene escenas de sexo explícitas no aptas para menores de 18 años de edad. Si no eres mayor de 18 años, por favor no la leas. Esta es una historia basada en el omegaverse donde los hombres quedan e...