Capítulo 22 - Por favor perdóname 🔞

204 24 48
                                    

— Perdóname por favor. Te juro que yo no quería hacerte daño. Perdóname. Perdóname. — repetía entre llantos.

— ¿Pero qué es lo que tengo que perdonarte? Tú no hiciste nada malo. Fui yo quien te besó.

Ángel ahogó un sollozo y se cubrió el rostro. Estaba completamente destrozado. Sin querer puso a Micah en peligro y eso es algo que nunca se perdonaría. 

El muchacho empezó a temblar y a hiperventilar. Micah una vez más liberó sus feromonas para calmarlo. Esa fue la única manera en que pudo acercarse a Ángel.

— Ángel, por favor mírame.

El muchacho levantó su rostro lloroso y se perdió en ese azul cielo que le transmitía calma a pesar de que todo su interior estaba en tumulto.

— ¿Por qué me pides perdón y dices que no quisiste hacerme daño?

— Es que... — trató de decir en medio de un hipo.

— Estoy mal...dito. Yo no puedo tocar a nadie.

— ¿Pero por qué?

— Nací con una maldición que sí toco a cualquier ser viviente, este muere.

Micah se quedó atónito ante aquellas palabras.

— ¿Qué? — preguntó incrédulo.

— ¿Es una puta broma, verdad? 

Ángel negó con fiereza.

— No. Es la verdad. Por eso siempre llevo guantes para no tocar a mis animales. Nunca he tenido contacto físico con un humano, ni siquiera con mi abuela.

Micah estaba estupefacto. ¿Qué maldita broma era esta? Se levantó del suelo y caminó hasta la ventana. Su mente estaba aturdida y no sabía cómo reaccionar. Miró a Ángel y se dió cuenta que el muchacho estaba destrozado. ¿En verdad creía que estaba maldito?  Micah quería reírse de aquella desfachatez pero el llanto de Ángel no se lo permitía.

Respiró profundo y volvió hasta él.

— ¿Cómo sabes que estás maldito? — preguntó con una calma que no sentía.

— Cuando tenía cinco años, mi abuela me lo dijo. A esa edad no tenía ni idea de lo que eso significaba. Cuando le pregunté qué quería decir eso, me llevó hasta el gallinero. Una vez allí me preguntó cuál era mi pollito favorito. Yo le señalé el que era y ella me pidió que lo sostuviera en mis manos. 

Las lágrimas volvieron a brotar ante ese recuerdo.

— ¿Y qué pasó una vez que lo tuviste en tus manos?

Ángel respiró hondo y contestó.

— La abuela me dijo que lo pusiera para atrás y que volviéramos a casa. Luego de comer algo y tomar una siesta, la abuela me dijo fuéramos al gallinero otra vez. Cuando llegamos ahí, me pidió que buscara a mi pollito. Lo buscamos por todos lados pero no lo encontramos. Después de unos minutos yo lo encontré sobre el heno, — Ángel tragó saliva, — muerto.

Micah se quedó sin palabras. Estaba tratando de procesar todo lo que Ángel acababa de decir. Esto no podía estar pasando. Micah se levantó y jaló de su cabello casi arrancándoselo. 

Estaba furioso. Si lo que Ángel decía era cierto, eso significaba que en cualquier momento moriría. Miró al muchacho de reojo y no pudo evitar sentir compasión por él. Se veía tan frágil y desvalido y a la misma vez hermoso. 

Sus sollozos eran apenas audibles. Estaba tan asustado y preocupado que lo único que Micah quería hacer era abrazarlo contra su pecho a pesar de lo que acababa de escuchar.

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora