Capítulo 82 - Regresa a mi

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POV de Micah

— ¡Rápido hay que administrarle reanimación cardiopulmonar!

— ¡¿Qué está pasando doctora?!

— Ángel sufrió un paro cardíaco. ¡Traigan el desfibrilador! ¡Vamos Ángel, vamos! — la doctora luchaba por reanimar su corazón.

Micah no podía creer lo que estaba pasando. Esto era una pesadilla. Todo se sentía como en cámara lenta. El monitor no dejaba de pitar indicando que no había latido de corazón, la doctora gritaba indicaciones, las enfermeras trataban de administrarle medicamentos, Micah solo estaba pasmado viendo todo el proceso. De repente un silencio ensordecedor cubrió la habitación. Todo se detuvo en ese momento.

— Lo siento, hicimos lo que pudimos.

Micah escuchaba esas palabras a lo lejos. Sus oídos se habían aturdido.

— Micah. ¡Micah!

Micah volvió en sí y la doctora volvió a repetirlo.

— Lo siento mucho, Micah. Hicimos todo lo que pudimos. Lo siento. 

— No. Él no está muerto. — se acercó a la cama y lo tomó de las manos. — Tú no puedes estar muerto. Tú no me puedes dejar. No puedes, ¿me oíste? ¡No puedes!

— No hay nada más que hacer, Micah.

— ¡NO! Él no está muerto. Ángel, mi ángel, por favor abre los ojos. Tú no puedes irte y dejarme solo con las gemelas. Ellas necesitan de su mami, yo no puedo hacerlo solo. — las lágrimas rodaban por sus mejillas. Todos en la habitación lloraban.

— Tu me prometiste que todo iba a estar bien. — le decía acariciando su rostro. — Ni siquiera has cargado a las niñas, no puedes hacernos esto. Por favor escúchame. Regresa a mi. Te amo demasiado y sin ti no puedo vivir. Por favor, negrito. Yo se que donde estas no sientes dolor y seguro estás feliz, pero ¿y nosotros? ¿Cómo podríamos ser felices sin ti? No me dejes por favor. Por favor.

POV de Ángel

— Amor, perdóname. No puedo cumplir mi promesa de estar a tu lado para siempre. Mi cuerpo se siente cansado. Ya no tengo fuerzas. Por favor cuida a las niñas y cuídate tú. Te prometo que cuidaré de ustedes desde aquí. — Ángel acariciaba su cabello tratando de darle consuelo. Micah estaba deshecho.

— Ángel.

Una luz blanca y una voz suave llamaban su nombre. Ángel siguió la voz que lo llamaba desde una puerta cubierta de humo blanco. Cruzó la puerta y se encontró con un hermoso jardín de tulipanes blancos.

— ¿Quien eres?

Una mujer de cabello blanco hasta la cintura y un vestido del mismo color estaba sentada de espaldas en una banca de mármol. Ángel se acercó para ver su rostro y casi se desmaya de la sorpresa.

— ¡Mamaguela!

— Sí, cariño, soy yo.

— ¿Qué haces aquí y por qué estoy aquí contigo?

— Porque necesitaba hablar contigo.

— No creo que haya algo más que quieras decirme. Tu diario lo dijo todo. Se cuanto me odiabas por ser negro y un bicho raro.

Las lágrimas salieron inconscientemente de los ojos de Ángel.

— Ángel escúchame. Yo estoy aquí para pedirte perdón por todo lo malo que te hice. No sabes cuánto me arrepiento de haberte tratado mal y por mentirte. Yo estaba herida por la muerte de tu madre y me ensañé contigo. Yo se que mis palabras y acciones te lastimaron, pero te juro que yo te quería. Mi estúpido orgullo y resentimiento con la vida no me dejó amarte como te lo merecías. Perdóname por favor.

En Lo Profundo del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora