Capítulo 79.

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Rebecca:

Cadiz, España.
Febrero, 2029.

Llamé y dije todo lo que Dante me ordenó, Lucía lo fingió muy bien al "creerme" solo necesito esperar y sé que ya no falta demasiado.

<<¡Tendré mi libertad otra vez!>>

Es inicio de semana, Dante se ha tomado una ducha, Gabriel está practicando el piano y yo solo me siento al lado de él escuchando sus dulces notas.

-¿Quieres intentarlo?- Me pregunta el pequeño cuando nota que lo observo.

-No sé hacerlo.

-¡Yo te enseño!

Pasa sus delgados y pequeños dedos sobre las teclas, mostrándome con lentitud como es que se hace y yo mantengo toda mi atención en sus movimientos y seguido mis dedos también presionan las teclas sin que Gabriel deje de guiarme.

-Necesito demasiada práctica- Le digo cuando me equivoco en una nota.

-Sí mucha, pero yo seré tu maestro- Me sonríe orgulloso.

-Entonces sigue con tu clase por
favor- bromeo siguiéndole el juego.

Gabriel mueve los dedos con rapidez haciendo música y mis ojos no dejan de verle y me hace fruncír el ceño al no entender como lo hace.

El sonido del timbre nos hace distraernos, alguien está llamando a la puerta y me debatía internamente entre ir y abrir o esperar a que se cansé de esperar y sé vaya. Me decidí por lo primero, no creo que se ocasione un problema solo por una visita.

-Sigue, ya vuelvo- Le ordené al pequeño y me levanté para ir hacía la puerta.

Tomé la manija y jalé de ella encontrándome con el hombre de la fiesta pasada y del cual me olvide de su nombre.

-¡Pero que grata sorpresa!- Me sonrió y ahí estaba su acento español bien marcado. Arrugue las cejas intentando recordar cuál era su nombre pero nada. -Rebecca, un nombre tan dulce como tu-

Asentí despacio.

-¿Y tú eres?...- Pregunté arqueando una ceja.

-¡Armando!- Dijo de inmediato. -No soy fácil de olvidar, ¿cómo pudiste hacerlo tu?-

-Lo siento, no soy buena memorizando-

-Te visitaré más seguido para que así ya no te olvides de mi nombre-

Me hablaba con un tono sugerente que me incomodaba, y de inmediato me arrepentí de haber abierto esa puerta.

-¿Qué necesitas?- Dije tajante.

Armando me miró levantando las cejas.

-Eres tan apática.

-Solo con los desconocidos como tu.

Armando estuvo a punto de abrir la boca otra vez pero la voz de Dante diciendo mi nombre por detrás me hicieron voltear la cabeza para verle.

Él se acercaba a mi con el cabello húmedo y desordenado, y el aroma de su loción que me mataba. Lo miré a detalle y ahora me parecía más atractivo de lo normal.
Los pensamientos intrusivos me comían. Solo quería cerrarle la puerta al imbécil que vino a interrumpir y encerrarme con Dante en la habitación.

¡Dios mío! Me sentía tan caliente, creo que es por esa etapa de cada mes en que me siento tan necesitada de contacto físico.

-¿Ahora que quiere este idiota?- Me susurró y yo levanté los hombros porque tampoco sabía que era lo que quería.

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