Capítulo 74

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ZAIA

Entramos en el aparcamiento subterráneo cuando de repente siento una intensa ola de emociones que me golpea, tristeza, desesperación... ¿desesperanza?

¿Qué es esto? Miro alrededor del oscuro estacionamiento. Las luces de arriba están encendidas y nada está fuera de lugar. Qué extraño...

Miro a Sebastian. Es el mismo de siempre, sus penetrantes ojos azules me miran fijamente, su cabello oscuro peinado hacia atrás y esa mandíbula sexy...

Miro hacia otro lado. ¿Por qué me siento así?

—Sube —dice Sebastian mientras se detiene junto al primer coche que tiene delante—. ¿O prefieres que te suba? Podría hacerlo, siempre y cuando estés dispuesto a recompensarme después.

Lo miro, pero su humor me tranquiliza. Los nervios me están dominando. Después de todos estos años, finalmente voy a enfrentarme nuevamente a la familia de Sebastian.

Hay una sensación extraña en el aire y siento que algo se acerca. —¿Zaia? —Sacudo la cabeza y miro hacia arriba de repente, tomando aire con fuerza—. ¿Estás bien?

Él está preocupado ahora.

—Lo siento... es que... —Paso mis dedos por mi cabello y él se acerca a mí, ahuecándome la cara. Un hormigueo de nuestro vínculo me recorre los ojos. Y agarro sus muñecas, cerrando los míos. Me siento más fuerte. Su toque es reconfortante y protector.

Niego con la cabeza, incapaz de explicar lo que siento, y en vez de eso le rodeo la cintura con los brazos. Parece sorprendido por un momento, antes de que sus brazos musculosos me rodeen con fuerza y ​​aspire mi cabello.

—Ey...

—Por favor... es que... —No puedo decirlo. No quiero expresar la ansiedad que siento de repente—. No digas nada entonces —murmura, besándome el hombro.

Frunzo el ceño, me aparto un poco y lo miro. —¿Cómo lo haces? —pregunto en voz baja.

—¿Hacer qué? —pregunta él, arqueando una ceja.

—¿Cómo lees mi mente?

Parece confundido por un momento antes de levantar ambas cejas. —Me gustaría poder saber exactamente lo que estás pensando—, responde con voz ronca, mientras pasa sus dedos por mis mechones.

Cierro los ojos y disfruto de la sensación de su tacto. —No, lo has hecho un par de veces, como ahora mismo; pensé que no podía decir nada y tú respondiste: «No digas nada entonces».

Él suelta una risa gutural, agarrándome la barbilla. —Eres fácil de leer, Zorrito—. ¿De verdad soy tan fácil de leer? Me besa la frente, me suelta y abre la puerta del auto. —Ahora vámonos.

Suspiro y me subo al coche. Él cierra la puerta y se sienta en el asiento del conductor, inclinándose en silencio mientras me abrocha el cinturón.

Sus ojos se encuentran con los míos antes de salir del estacionamiento. Introduce un código de seguridad y su pulgar es escaneado antes de que la pared se abra y salgamos. Miro por la ventana. -¿Qué crees que dirán?

—Estaban más enojados conmigo que contigo. Yo fui quien echó a su amada nuera. No mentía cuando dije que mis padres querían que volvieras. Mi papá y yo no hablamos mucho.

Lo miro. Su voz no tiene emoción, pero sus ojos son fríos. Él y su padre nunca han tenido una relación cercana, pero... si las cosas son peores... realmente deben ser difíciles. —Bueno, sea lo que sea lo que enfrentemos, lo enfrentaremos juntos, digo suavemente.

Él asiente, toma mi mano y la besa suavemente. ¿Por qué parece... más tranquilo desde que me marcó? Una ola de inseguridad me invade. Antes de rechazarme, era más tranquilo...

Yo soy la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora