ZAIA.
Se desabrocha el cinturón de forma sensual. Lenta y provocativamente. La delgada tira de pelo que va desde su ombligo hasta el cinturón y los pantalones me hace tragar saliva. Su V definida y sus abdominales son dignos de babear.
Me mira con un hambre que nunca pensé que volvería a sentir... una hambre que me marea, pero que juega con mis emociones. No voy a tirar todo lo que construí por una probada del cielo y del pecado.
Me doy la vuelta y le doy la espalda mientras el corazón me late fuerte. —Realmente te falta cortesía, Sebastian —lo regaño con frialdad mientras miro a través de los huecos de las persianas la violenta tormenta.
El hecho de que mis bebés estén solos en casa sin mí me inquieta. Necesito volver... si me pongo en marcha. Me quedo sin aliento cuando su brazo pasa por delante de mí y abre la persiana para mirar hacia afuera.
—Es malo —murmura—. Quizá tengamos que esperar.
—No —digo, bajando la mirada antes de poder detenerme, pero él se ha puesto los pantalones deportivos.
¡Gracias a la Diosa! Mis mejillas arden por el hecho de haber bajado la mirada. —¿Decepcionada?—, pregunta con un gruñido ronco. Pongo los ojos en blanco.
—No, sigue soñando —respondo antes de mirar esos ojos azules y ponerme seria—. No puedo esperar. Los niños están en casa y, con todo lo que he aprendido, tengo aún más miedo por ellos.
Frunce el ceño y mira hacia la puerta. —Lo entiendo perfectamente, ahora que los Scott han vuelto, quizá tengas que usar la ventana para salir...—, dice, mirándome de arriba abajo. Inclino la cabeza, bastante sorprendida por lo rápido que ha accedido, pero estoy agradecida. Asiento, vacilando mientras miro hacia abajo.
—¿Crees que podría darte mi número para que podamos mantenernos en contacto? Tenemos que resolver esto sin secretos. Conseguiré un segundo teléfono para que no puedan rastrearnos.
Inclina la cabeza mientras cruza los brazos, apoyándose contra la pared, mientras sus músculos se flexionan.
—¿Es eso ni siquiera se pregunta? Sin embargo, vine preparado—, dice antes de alejarse de la ventana y caminar hacia el maletín que está sobre la mesa y sacar un teléfono pequeño y sencillo. —Mi número está ahí, así que déjalo apagado cuando no lo uses—, termina, mientras me lo entrega.
Asiento y mi mirada se dirige a lo peligrosamente bajo que me quedan esos pantalones de chándal. Diosa, ¿tiene que torturarme así? Tose, con un destello de diversión en sus ojos, y frunzo el ceño, arrebatándole el teléfono con altivez.
—Esto servirá —digo. Estoy a punto de pasar junto a él para guardar el teléfono en mi bolso, cuando me agarra la muñeca y me acerca. Lo miro con enojo, pero la diversión en sus ojos permanece.
—Si quieres tocarme o mirarme, siéntete libre de hacerlo —dice, acercándome la mano a sus duros abdominales. Oh, diosa...
Mi corazón late con fuerza cuando siento su piel firme bajo mis dedos. Un hormigueo de placer me recorre el cuerpo mientras él baja lentamente mi mano sobre las llanuras de su cuerpo divino.
No puedo negar que, por muy tonto o idiota que sea Sebastián, está construido como un dios y es alguien a quien adorarías voluntariamente.
Concéntrate, Zaia. Esa sonrisa arrogante, exasperante y sexy que tiene está creciendo y creo que ya es hora de recordarle que no me estoy enamorando de él.
Suavizo mi expresión, haciendo un leve puchero mientras arrojo lentamente el teléfono. Me pasa sobre la cama y se acerca. Mi corazón se vuelve loco y su olor me está volviendo loca, lo miro de arriba abajo y, por
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Yo soy la Luna
WerewolfRechazada por otro, la vida de Zaia Toussaint se desmorona a su alrededor cuando su marido le pide el divorcio nada menos que por su exnovia. Expulsada de su hogar y posición, Zaia abandona la manada, llevando consigo un secreto que espera que su es...